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3.2. ¿Qué significa el orden geométrico?

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Antes que nada, es necesario aclarar que el uso del orden geométrico no hace de Spinoza un racionalista puro ni de la Ética un libro razonado a priori en su totalidad. Aparte de axiomas con aparente contenido empírico (E2Ax2, ya citado), encontramos en la Ética una serie de postulados como “el cuerpo humano puede padecer muchas mutaciones, sin dejar por ello de retener las impresiones o huellas de los objetos” (Eth:3post2), que se usan en el orden deductivo. En la carta 10, Spinoza aclara cuándo se debe apelar a la experiencia:

Nosotros no necesitamos jamás la experiencia, excepto para aquellas cosas que no se pueden deducir de la definición de la cosa, como por ejemplo la existencia de los modos, ya que ésta no se puede derivar de la definición de la cosa. No es, pues, necesaria para aquellas cosas cuya existencia no se distingue de su esencia. (Ep10, 47)

Mientras que la experiencia es inútil para el conocimiento de la Sustancia o los Atributos, sí debe utilizarse para conocer los modos particulares, las cosas finitas (véase Moreau, 1994, pp. 258-282 para una explicación del papel positivo de la experiencia). En efecto, muchos de los postulados y axiomas tomados de la experiencia son relativos al cuerpo y a la mente humana (2Ax2, 2Ax4, 3Post1, 3Post2 y los postulados que siguen a 2P13); ese modo finito a cuya felicidad está dedicado el libro. Así, pues, se puede rechazar de entrada la idea de que el orden geométrico revela un sistema absolutamente a priori.

¿Es la forma geométrica un rasgo superficial, estilístico, de la Ética? En la carta 15, a Meyer, y con relación al ya citado prefacio de este, Spinoza hace esta solicitud: “Quisiera que usted indicara que yo demuestro muchas cosas de modo distinto a como las demostró Descartes, no por corregir a Descartes, sino por mantener mejor mi propio orden y por no aumentar tanto el número de axiomas” (Ep, 15, 73 [cursivas agregadas]). El hecho de que Spinoza hable de un orden propio parece indicar que el orden geométrico busca “en realidad ser un espejo […] del orden de su propio pensamiento”10 (Doppelt, 2010, p. 20). También en el Tratado breve (escrito en prosa) hay una preocupación por conservar un orden deductivo, como muestra el siguiente pie de página introducido por Spinoza:

Lo que aquí se dice del movimiento en la materia, no está dicho en serio, porque el autor aún piensa hallar su causa, como, en cierto sentido, ya lo ha hecho a posteriori. No obstante, esto puede quedar muy bien aquí, porque nada se funda en ello o depende de ello. (KV, I, 9, Adn1)

Más allá de estas evidencias textuales, la filosofía de Spinoza pide un modo geométrico de exposición. Este pensador es determinista, por razones tanto ontológicas como metodológicas: en el Tratado teológico-político argumenta que si se afirman los milagros (es decir, quiebres en el orden de la naturaleza), “nada habrá en el mundo de que podamos estar seguros” (TTP, VI, 84). Si la naturaleza no se rige por doquier por leyes fijas, no es posible la ciencia; si se le atribuye una voluntad caprichosa a Dios, no habría causa “para que no pudiera cambiar ahora sus decretos acerca de las cosas creadas” (E1P33S2). O bien, hay razones que rigen el obrar del mundo y podemos descubrirlas, o la empresa del conocimiento es inútil. Ahora bien, este determinismo, tomado en conjunto con el axioma “el conocimiento del efecto depende del conocimiento de la causa y lo implica” (E1Ax4), conlleva un orden deductivo del conocimiento que corresponde al orden causal del universo.

No solo busca Spinoza un universo regido plenamente por leyes, sino un universo uno, unitario. Esto es lo que Deleuze y Guattari (1993, p. 51) llaman el compromiso de Spinoza con la inmanencia, pero que resulta evidente también para académicos de la tradición anglosajona:

Las obras de Spinoza […] son en pos de un propósito, […] reducir el universo a una totalidad unificada y uniforme gobernada por leyes universales e inmutables. Que los filósofos anteriores no hubieran alcanzado este propósito —que hubieran separado el universo en partes discontinuas al postular un Dios espiritual distinto del mundo material, y del mismo modo en el hombre un alma espiritual distinta de un cuerpo material […]— era un su opinión debido a una inconsistencia lógica por parte de dichos filósofos.11 (Wolfson, 1962, pp. 33-34)

Para Wolfson (1962, p. 34), las tres herejías por las que Spinoza es expulsado de la comunidad judía de Ámsterdam (que Dios es corpóreo, que no existen los ángeles, que alma y vida son idénticos) responden, todas, al radical monismo de Spinoza. Si se acepta este monismo así como el paralelismo entre las cosas y las ideas, y la postura de que toda la realidad deriva de la esencia de Dios, el uso de un orden deductivo sintético resulta requerido por la filosofía de Spinoza:

El concepto de Dios de Spinoza sirve como el fundamento de la subsecuente construcción deductiva de todo su sistema filosófico. Este desarrollo descansa en dos pasos esenciales: el primero es la identificación de Dios con la Naturaleza (E1P14 y E1P15) y el segundo en la perfecta coincidencia del orden de las cosas y el orden de las ideas (E2P7). Los dos argumentos, por supuesto, están entretejidos: como la única substancia […] se puede considerar bajo el atributo de la extensión y bajo el atributo del pensamiento, se sigue que el orden y la conexión es el mismo en ambos casos. Consecuentemente, el mundo tiene una disposición ordenada, y puede ser conocido en principio. Como Dios es la causa inmanente de todas las cosas (E1P18), la deducción de la conexión sistemática de las cosas a partir de la naturaleza de Dios mediante el pensamiento racional no es un mero constructo conceptual, sino que reflejará el estado de cosas en la realidad.12 (Steenbakers, 2011, pp. 52-53)

De hecho, de entrada, la elección del método geométrico implica la toma de una postura filosófica: soslayando el problema del Dios engañador, Spinoza supone (por el solo hecho de adoptar el orden geométrico) la verdad de las ideas claras y distintas, cosa que un pensador como Descartes considera necesario demostrar (Kaplan, 1998, pp. 23-24).

Ahora bien, no es tampoco la Ética un desarrollo deductivo de ideas evidentes por sí; hay axiomas y postulados tanto empíricos como no inmediatamente evidentes. Por ello, apoyo la tesis del carácter holista del orden geométrico de la Ética. En varios textos de Spinoza encontramos una invitación a suspender el juicio sobre una proposición determinada hasta que se comprenda el argumento en su totalidad. En la Ética, después de proponer que “el alma humana es una parte del entendimiento infinito de Dios” (E2P11C), Spinoza dice: “Sin duda, los lectores quedarán perplejos, y les vendrán a las mientes muchas cosas dificultosas; por tal motivo, les ruego que avancen conmigo a paso lento y que no se pronuncien sobre esto hasta que no terminen de leerlo todo” (E2P11S). En el Tratado de la reforma del entendimiento (TIE, § 46) da una advertencia similar.

Según Spinoza, es posible entretener una idea como premisa sin juzgarla verdadera inicialmente, y descubrir su verdad a partir de lo que se deduce de ella:

Cuando la mente aplica su atención a una cosa ficticia o falsa por su naturaleza, a fin de examinarla y comprenderla y deducir correctamente de ella lo que se debe deducir, descubrirá fácilmente su falsedad. Y, si la cosa fingida es, por su naturaleza, verdadera, cuando la mente la examina para comprenderla y comienza a deducir correctamente de ella las cosas que de ella se derivan, proseguirá felizmente sin interrupción alguna. (TIE, § 61)

Desde este punto de vista, podemos comprender qué significa la argumentación para Spinoza: no se trata de partir de ideas que sean evidentes para cualquiera, sino de hacer evidentes ciertas ideas a través del trabajo de argumentación. Después de esta proposición: “Toda sustancia es necesariamente infinita” (1P7), dice Spinoza: “Si los hombres atendieran a la naturaleza de la sustancia, no dudarían un punto de la verdad de la Proposición 7; muy al contrario, esta proposición sería para todos un axioma” (1P7S2). Ausentes ciertos prejuicios, lo que es una proposición necesitada de demostración sería un axioma. Habría que ver la argumentación espinozista como un trabajo sobre la mente del lector, en línea con la tesis de Garrett (2003) de que Spinoza busca, también en la Ética, una reforma del entendimiento.

Así, por ejemplo, encontramos a Spinoza proporcionando argumentos a favor de un axioma (E5Ax2), en contravía de lo que debería ser una demostración geométrica. El único axioma de la parte cuarta de la Ética (donde comienza el tema de la ética en el libro) dice así: “En la naturaleza no se da ninguna cosa singular sin que se dé otra más potente y más fuerte. Dada una cosa cualquiera, se da otra más potente por la que aquella puede ser destruida” (E4Ax). Difícilmente se puede decir que esto es evidente de suyo; al mismo tiempo, como lección de ética (de humildad y conciencia de la propia finitud), puede resultar sano para un entendimiento tratar esta idea como si fuera un axioma. Cabe anotar que, a diferencia de Euclides, Spinoza no enumera todos sus axiomas al comienzo del texto, sino al comienzo de los diferentes libros de la Ética, lo que sería consistente con esta postura: los axiomas se introducen a medida que el lector está listo para recibirlos. De forma crucial, la Ética busca transformar al lector.

Con esto paso a hablar del carácter pedagógico del orden geométrico. A partir del prefacio de Meyer, podría pensarse que Spinoza considera que el orden geométrico de exposición se prefiere por su claridad (ver también Ep2). Sin embargo (como es evidente para quien abre por primera vez la Ética, o intenta enseñarla a estudiantes) la lectura en el orden geométrico no resulta sencilla, cosa que Spinoza parece admitir en 4P18S al expresar en prosa lo que luego expondrá en su “prolijo orden geométrico” con la intención de que “todos comprendan más fácilmente mi pensamiento” (E4P18S). ¿En qué sentido ayuda el orden geométrico a la comprensión?

Sugerimos que el orden geométrico es pedagógico no en la medida en que le ahorra trabajo al lector si no en cuanto le agrega. Para leer la Ética no basta con entender los enunciados doctrinales de Spinoza, si no que (como en la lectura de Euclides) es necesario comprender los nexos entre las proposiciones, hacer la tarea, ver cómo una idea se sigue de las anteriores. Recordemos que los Principios de filosofía de Descartes están escritos para quienes “[…] se han declarado cartesianos, arrastrados por un impulso ciego […] [y] solamente han grabado en la memoria las opiniones […] de Descartes; pero, cuando surgen en la conversación sólo saben […] parlotear largamente sobre ellos, sin demostrar nada” (PPC, Praef, 129). El orden geométrico tendría un carácter pedagógico en cuanto pone al lector la tarea de reconstruir los argumentos presentados.

Con esto, presento mi posición frente a las tesis de Wolfson, Garrett y Bennett: el orden geométrico de la Ética está estrechamente ligado a la ontología y epistemología espinozista; tiene una intención pedagógica en la medida en que requiere que el lector reconstruya los argumentos presentados; y es holista en cuanto la realización de esta tarea modificaría al lector, haciendo evidente lo que antes no lo era. La Ética pretende operar sobre sus lectores; en términos de su propia ontología, se trataría de un cuerpo que busca afectar al cuerpo del lector, transformarlo (Rojas, 2005).

En cuanto a la tesis de Henry (2008) de que la Ética es la racionalización de una experiencia beatífica, la retomaré cuando haya profundizado en otros dos aspectos del método geométrico: el racionalismo explicativo de Spinoza y el papel de los axiomas, las definiciones y las esencias.

Spinoza: Educación para el cambio

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