Читать книгу Cartas que no llegaron - Gilraen Eärfalas - Страница 10
Prólogo
ОглавлениеEncerrar en cartas todo el dolor que alguien te hizo sentir es una de las cosas más difíciles que se puede hacer, no importa si no se envían, no importa si el remitente nunca las tiene en sus manos o nunca las lee, ni trescientos sesenta y cinco cartas son suficientes para plasmar la odisea de un adiós.
¿Alguna vez has sentido ese dolor que taladra el pecho y aniquila la razón? ¿Alguna vez te has estado ahogando sin darte cuenta de que el agua apenas te llega a los tobillos?
Hay personas que son veneno, que son maleza, que acaban con la vida de las pequeñas peonias que nacen cerca de ellas, las cubren y terminan por marchitarlas. Hay personas que crean una tormenta a tu alrededor, para luego llegar y fingir que te salvaron.
Sí, hay quienes tienen el complejo de salvavidas (no sé si existe ese término, pero así les llamo yo), personas que te cortan las alas sin que te des cuenta y luego te empujan por el abismo haciéndote creer que saltaste sin notarlo. Mientras caes, gritas, lloras, pides auxilio, sientes desesperación, ruegas al cielo porque alguien te vea y decida brindarte una mano. Es ahí cuando aparece él, extendiendo sus preciosas alas y tomándote entre sus brazos y vos cual creyente devota ves un milagro, sin imaginar que todo fue un truco para hacerte sentir incapaz de salvarte. Son seres que te lanzan en caída libre siendo ellos tu paracaídas, y te hacen sentir temor a todo, a las alturas, a las aguas, a los espacios pequeños, a los grandes, te hacen creer que sin ellos no puedes lograr nada. Te obligan a necesitarlos y rogar porque no te dejen, te da miedo imaginar el futuro porque te crearon en la cabeza un escenario peligroso. Pero llega el día en el que te das cuenta de que lo único que necesitas es recuperar las alas que te amputaste por amor, suturarlas y volar lejos, es entonces cuando tu “ángel de la guarda” pierde poder, y vos rompes las cadenas.
Pero ¿qué pasa con la abstinencia? Es decir, te estás quitando una droga. ¿Cómo sobrevives a eso? Solo existe un antídoto.
Amor propio.
En todas estas cartas sin entregar que estás por leer, Gilraen te muestra el valor de amarse y decir adiós justo a tiempo.
Querido lector:
Yo conocí a Gilraen mucho después de que estas cartas fueron escritas, pero puedo jurar que con cada una la conocí un poco más, así que ven, tómala de la mano y que en su barco te muestre cómo fue que todo se escribió.
Lissbeth SM.