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Día 4: lunes, 12 de noviembre del 2012

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Odio los finales, los finales de los libros, los finales de las series, los finales de un concierto, los finales de las películas y hasta de la bolsa de chocolates. Siempre supiste que tenía un serio problema con los desenlaces. No me gusta terminar de escribir novelas, no me gusta llegar al final de los cuentos, no me gusta despedirme de la gente con la que trabajo, me aterra el tren de regreso, odio cómo quedan las casas vacías tras la mudanza. O cuando se desaloja un cuarto de un hogar, como tú, que tomaste las maletas y dejaste la recámara principal de mi ventrículo izquierdo, siempre te coloqué allí, porque es el más fuerte, el que bombea a toda la economía y lleva tu nombre.

No me gusta cuando las conversaciones terminan, no me gusta la palabra fin. Me siento escéptica a ello, igual que tú con los fantasmas. Tengo un serio problema con todo lo que implica dejar atrás. No me molesta avanzar, el problema es darme cuenta de que con el paso del tiempo, el significado de esos momentos cambia.

Lo difícil quizás no está en ver hacia delante, sino más bien en voltear la mirada y entender que en ese momento lo que era presente se convierte en pasado. Así como si cerrara un libro que no se puede volver a leer. No sé por qué te explico estas cosas, si tú ya las sabes y es por eso por lo que nunca te atreves a dar por terminado un proyecto, pero, aun así, de manera figurada me dabas por terminadas las cosas (sabes de lo que hablo) y no sé si eso sea peor, un final supuesto que debo discernir en algún momento porque allí dejaste todas las pruebas.

¿Por qué simplemente no me dijiste a tiempo que todo había terminado?

Siendo sincera, le temo a las despedidas porque sé que tarde o temprano tengo que avanzar, pero dime ahora, en este caso, ¿hacia dónde debo mirar? ¿Adelante? Sería lo más lógico, pero ¿quién me asegura que no andarás merodeando por allí y me arruinarás los planes? ¿Me explicas cómo es que para ti es tan fácil? Porque por más que lo pienso, los finales hasta parecen un tema subjetivo: mientras uno de los dos viva, camine y su perfume ande de travieso por las calles, ¿qué fin puede tener esto? Volveremos, no como antes, no de esa manera, pero los sueños traicionan, las fotos se traspapelan, los caminos se cruzan, el mundo es redondo, voy al norte, te veré en el sur, voy al este y seguro te encontraré al oeste.

¿Cuál es el camino opuesto, cariño?

Cartas que no llegaron

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