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Capítulo 5 Pescando garotas
ОглавлениеAlejandro y Facundo dejaron su cuarto y descendieron hacia el lobby del hotel para encontrarse con su grupo de amigos.
Facundo, a pesar de que no tenía inhibición alguna, para salir de la habitación se había puesto una bermuda de baño sobre el slip, ya que no se sentía cómodo al estar paseando por el hotel casi en pelotas.
Tomás, Marcelo y Alfredo, conversaban animadamente en medio de risas y de gestos efusivos. Todos vestían bermudas de baño y ojotas y cada quien cargaba con una mochila al hombro.
Con excepción de Alfredo, que practicaba ciclismo y se depilaba todo el cuerpo, cosa que era motivo de frecuentes burlas, Marcelo y Tomás, al igual que Facundo y Alejandro, tenían piernas y brazos cubiertos por vellos, aunque Tomás era el único que no tenía pelo en pecho.
A diferencia de lo que frecuentemente sucede en un grupo de amigos en los que siempre existe el fachero que arrastra al resto para conseguir mujeres, el gordo simpático, o el que tiene labia para conquistarlas, este grupo era extrañamente homogéneo.
Salvo Alejandro y Tomás, que se conocían desde la época del colegio, el resto fue sumándose en diferentes etapas de la vida y habían congeniado como para compartir salidas, reuniones y en alguna que otra ocasión, también mujeres.
Todos practicaban deportes e iban al mismo gimnasio. Sus físicos estaban tonificados, se mantenían muy bien y eran tipos atractivos.
Salieron del hotel, cruzaron la Av. Vieira Souto y en pocos minutos estaba pisando la arena de las playas de Rio.
Dejaron sus mochilas sobre la arena. Facundo se quitó la bermuda para quedar en sunga; Alfredo y Tomás hicieron lo mismo, ya que llevaban sunga debajo de las bermudas. La de Alfredo, al igual que la de Facundo, era tipo slip, mientras que la de Tomás era de piernas cortas.
–Ustedes dos ¿se van a quedar así? –preguntó Tomás, dirigiéndose a Alejandro y a Marcelo que vestían bermudas.
–Si nene, abajo no tengo nada y no me interesa salir a mostrar bulto... si no lo hago en Argentina, no veo porque debería hacerlo acá –respondió Marcelo, diciendo casi lo mismo que lo que Alejandro le había dicho a Facundo en la habitación del hotel.
–¡Déjense de joder! estamos en Brasil, dejen el pudor y la pacatería para cuando regresemos a Buenos Aires y salgan a lucir lomo –agregó Alfredo.
Alejandro, sin dar trascendencia al tema de la vestimenta, comenzó a correr hacia el mar y se zambulló bajo la primera ola. El resto del grupo se le unió, aunque temerosos por dejar sus pertenencias solas.
Alejandro y Marcelo se internaron en el mar y comenzaron a nadar, mientras que los otros tres permanecieron zambulléndose en cada ola que se formaba no muy lejos de la costa.
La temperatura del agua era sumamente agradable y el día era propicio como para disfrutar al máximo del mar, aunque, tratándose del primer día, debían cuidarse de respetar el horario de máxima exposición solar, porque de no hacerlo, terminarían como camarones.
Marcelo y Alejandro se acercaron a la costa y se unieron al resto del grupo. Permanecieron un buen rato dentro del agua jugando entre las olas, mostrándose exultantes de alegría.
Fueron saliendo del agua y permanecieron en la orilla conversando, mientras que las olas que acariciaban una tras otra sus pies.
La playa comenzaba a llenarse de gente de todo tipo y color. Físicos para todos los gustos, fuesen femeninos o masculinos.
–¡Admirable! –dijo Alfredo, mirando fijamente hacia un punto.
–¿Qué es lo admirable? –preguntó Marcelo.
–¡Miren lo que es el culo de esa mujer y se calza una cola less como si fuese modelo! Eso sí que es tener la autoestima bien puesta –dijo Alfredo.
El grupo miró hacia donde miraba Alfredo y quedaron sorprendidos por la imagen.
–Es lo que yo pienso siempre... Admiro a este pueblo por la soltura y hasta por la elegancia con la que manejan sus cuerpos... Yo, si tuviese ese culo, creo que me pondría una túnica para venir a la playa –dijo Alejandro.
El grupo completo estalló en una carcajada por el comentario.
–Che, Ale... mirá cómo te está marcando el flaco de sunga amarilla que está a tu derecha –dijo Facundo, que tenía muy claro cómo se manejaban ese tipo de códigos, esas miradas y las intenciones que estas transmitían.
Alejandro giró y vio a un hombre mestizo, de cuerpo cuidado, que mirándolo fijamente, bajó su mirada, clavándola descaradamente en el bulto que a Alejandro se le marcaba notoriamente bajo la bermuda mojada y luego lo miró directo a los ojos sonriéndole.
Alejandro, imposibilitado para devolver el saludo, volvió a girar la cabeza hacia su grupo de amigos muerto de vergüenza.
–Huy boludo... que descarado ese tipo... me miró el paquete y después me sonrió –dijo Alejandro, un tanto sonrojado.
–Bueno, en principio, se te recontra marca y llama la atención... Además, acostúmbrense, porque acá se les van a insinuar mujeres y hombres por igual –dijo Facundo.
–Si vos lo decís, por algo será –comento Tomás, sarcásticamente.
–Y... la verdad es que hace años que veraneo en Brasil y si tengo que serles honesto, he vivido casi de todo –contestó Facundo, enfrentando sin pudor al comentario sarcástico emitido por Tomás y agregó– además, ese mestizo está muy apetecible.
–Todo tuyo... –dijo Alejandro.
–Voy a buscar protector solar, porque si no, voy a tener que dormir colgado de una percha –dijo Marcelo.
–Yo diría que regresemos al hotel. Son las once y el sol nos va a matar a todos –agregó Alfredo.
Los cinco estuvieron de acuerdo, por lo que caminaron hasta donde habían dejado sus mochilas.
A un par de metros, se habían instalado un grupo de cuatro brasileñas que sonrieron al verlos llegar.
–Bom día –dijo Facundo, con su habitual desfachatez y dispuesto a entablar una conversación, sabiéndose dueño de un fluido portugués.
–Bom día –respondieron al unísono las cuatro mujeres, con sonrisas dibujadas en sus rostros.
Las brasileñas no necesitaban aclaración alguna para como para darse cuenta de que el grupo de amigos eran argentinos.
Si bien el idioma no era el mismo, hablándolo lentamente, brasileños y argentinos se podían entender sin mayores complicaciones.
Los muchachos les contaron que se estaba hospedando en un hotel sobre la Av. Vieira Souto y que permanecerían allí durante una semana. Las brasileñas eran de Sao Paulo y habían viajado a Rio solo por el fin de semana y se hospedaban en el departamento de los padres de una de ellas.
Se despidieron y quedaron en que, probablemente, se encontrarían nuevamente por la tarde o quizá, al día siguiente.
–Lindas garotas –dijo Alejandro, mientras comenzaban a caminar hacia el hotel.
–Sí, lindas mujeres –dijo Tomás.
–Che, antes de ir al hotel, por que ustedes dos no se compran un par de sungas y se dejan de joder con esos pantalones hasta las rodillas... vieron la cantidad de veteranos con las panzas colgando que las usan sin pudor... Ustedes que tienen lomazos, en lugar de lucirlos, parecen dos viejas –dijo Facundo, insistiéndole a Alejandro y a Marcelo.
–Que rompe pelotas que sos –dijo Marcelo.
–Vamos... síganme que a dos cuadras hay un local que se especializa en trajes de baño y tiene un montón de variedades y a buenos precios –insistió Facundo.
Resignados, le siguieron el paso, al menos para que no rompiera más los huevos con el tema sungas... En todo caso, después verían si se las ponían o no, o si se animaban a quitarse la bermuda estando en la playa.
Llegaron al local y guiados por Facundo, comenzaron a buscar.
Estaba claro que ninguno de los dos compraría nada estridente ni llamativo. Irían por los colores clásico y tranquilos.
–Miren que buenas están estas, exclamó Facundo, agarrando una de color fucsia con rayas negras y otra blanca.
–Pero vos estas totalmente trastornado... ni en pedo me pongo eso –exclamó Marcelo.
Facundo largó una carcajada, ya que había hecho el comentario exprofeso, sabiendo cual sería la reacción de sus amigos.
Continuaron buscando y sin dar más vueltas, Marcelo agarró una sunga negra de piernas cortas y Alejando eligió una tipo slip color azul oscuro con un par de rayas rojas en uno de los costados y otra como la de Marcelo.
–Che, ¿me quedará bien ésta? digo, porque no sé si acá entrará mi paquete... –dijo Alejandro riendo.
–Fijate que diga número 3, esa te va a quedar bien; yo uso número 5, porque si no, no sé dónde ocultarlo –contestó Facundo en tren de broma.
–Dale boludo, en serio... –insistió Alejandro.
–Agarren talle 3 que es el que uso yo y somos más o menos iguales –contestó Facundo.
Encontraron el talle en los modelos que habían elegido y fueron hacia la caja a pagar.
Facundo, para aumentar su colección, se llevó la blanca que le había mostrado a Marcelo y a Alejandro en tren de broma.
Salieron del local y sobre la marcha decidieron meterse en un restaurante para almorzar. Todos pidieron hamburguesas al plato que acompañaron con ensaladas de diferentes variedades y con cerveza bien fría.
–Huf... entre el madrugón para ir al aeropuerto, el mar y esta cerveza, creo que me tiro en la cama y me desmayo –dijo Tomás.
–Sí, a mí se me están cerrando los ojos –agregó Alfredo.
Pidieron la cuenta, pagaron y comenzaron a caminar hacia el hotel.
–Huy... miren quienes vienen ahí –dijo Marcelo.
Las cuatro brasileras que habían encontrado en la playa, venían caminando en dirección contraria, sonrientes y “al ritmo de Brasil.” Todas con el torso descubierto, vistiendo solo los corpiños de sus bikinis, y con shorts de jean diminutos, que apenas cubrían sus glúteos.
Dos de ella eran de piel blanca y morochas, una con ojos marrones y la otra con tremendos ojos azules que contrastaban con el color de su pelo. Las otras dos eran de piel más oscura, de pelo enrulado color castaño, labios carnosos y muy buenos pechos.
Las cuatro hablaban sin pausa y sonreían, como festejando la vida a cada paso que daban.
–Tremendas están estas garotas –dijo Alejandro.
–Un fuego la morocha de ojos claro –dijo Facundo.
–Vos sí que tenés un amplio mercado –dijo Alfredo, dirigiéndose a Facundo– te gustó el moreno de la playa, te gusta esta mina; siempre tenés algo de donde escoger.
–Y... si... es una de las ventajas de ser sexualmente amplio –respondió Facundo.
Alejandro se quedó colgado con esa frase... Facundo, en lugar de haber dicho “soy bisexual” se había definido como “sexualmente amplio...” justamente como el mismo se había autodefinido frente a Aquiles, cuando tuvo que blanquearle parte de su vida íntima.
Al cruzarse, se saludaron entre medio de risas y Marcelo, descaradamente, las invitó a que los acompañaran hasta el hotel, recibiendo la negativa de las garotas, que regresaban a su departamento para almorzar.
–Che, boludo... ¿cómo les vas a decir de una que vengan al hotel con nosotros? –dijo Alfredo.
–¿Qué tiene de malo? no les dije que vengan a tener sexo con nosotros; simplemente lo dije para entablar relaciones internacionales –dijo Marcelo, riendo.
Continuaron caminando y como acto instintivo, giraron sus cabezas para observar la retirada del grupo de mujeres, que lucían sus abultados glúteos que escapaban de las piernas de los diminutos shorts.
La morocha de ojos claros también giró su cabeza y al encontrarse con las miradas de los cinco hombres, esbozó una sonrisa; descaradamente, acercando la palma extendida de la mano a su boca, sopló sobre ella, como tirándoles un beso...
–Huy.... Dios... si nos portamos bien, creo esta noche hay fiesta –dijo Alfredo.
Ingresaron al hotel y fueron directamente a sus habitaciones, sin quedar en horario alguno como para regresar a la playa.
Alejando fue directamente al baño para tomar una ducha. Regresó con un toallón atado en su cintura y vio que Facundo estaba frente al espejo probándose su nueva sunga blanca, que ciertamente, marcaban notablemente su bulto.
–Che... cuando se te moje ¿no se te va a transparentar todo? –preguntó Alejandro, que sin quitarse el toallón se había tirado sobre la cama.
–No... tiene doble tela interior justamente para evitar eso –respondió Facundo.
Alejandro agarró la bolsa en la que tenía su nueva adquisición y se incorporó para llevarla al placar.
–Probátela a ver si está bien el talle –dijo Facundo.
–No... después veo –respondió Alejandro.
–No seas tonto –insistió Facundo.
–Alejandro, con la intención de que Facundo se dejara de romper los huevos con el tema, agarró las sungas de dentro de la bolsa y dejó caer el toallón al piso, quedando de espaldas a Facundo, que fijo su vista en los firmes y redondos glúteos cubiertos de pelos que lucía Alejandro.
Levantando una pierna y luego la otra, se probó las mallas que le calzaba impecablemente bien. Contenían a la perfección el volumen de sus glúteos, haciéndolos lucir aún más firmes.
–Me quedan bien... la pegaste con el talle –dijo Alejandro, satisfecho por la imagen que le devolvía el espejo.
Ciertamente, sus piernas trabajadas y el resto del físico tonificado, lucían perfectos con ese tipo de vestimenta que estilizaba aún más el cuerpo.
Giró para quedar de frente a la cama en la que Facundo estaba tirado admirando el paisaje que tenía frente a sus ojos.
–Como hecha a medida –dijo Facundo, conteniéndose para no decir todo lo que estaba pensando en ese momento.
Más allá de que jamás habían profundizado mucho sobre cuestiones sexuales y que el grupo sabía sobre su bisexualidad, Facundo nunca había tenido una charla profunda como para conocer la intimidad de Alejandro. No obstante, percibía que había algo más allá de la fachada de hombre masculino y hetero que mostraba su amigo.
Por otro lado, si es que tuviese alguna regla, era la de no intimar con amigos, justamente para poder mantener intacta esa amistad, aunque otra de las reglas que tenía era el “Nunca digas nunca...”
Alejandro caminó hacia su cama con la sunga puesta, se tiró boca abajo y en pocos minutos, quedó absolutamente dormido.
Facundo permaneció por unos minutos despierto, mirando los glúteos de su amigo que emergían del colchón como dos globos bien inflados y en medio de una maraña de pensamientos pecaminosos, finalmente quedó dormido.