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Capítulo 7 Playa, calentura y un poco de alcohol
ОглавлениеAlejando abrió tímidamente sus ojos y sintió no poder despegarse del colcho. Notó que un hilo de saliva mojaba la comisura derecha de sus labios. Claramente, había caído en un sueño profundo y reparador.
Sin levantar su cabeza de la almohada, observó el cuerpo de Facundo, que abarcaba casi toda la extensión de la cama.
Le tiró un almohadón que lo hizo sobresaltar. Facundo se incorporó y quedó sentado sobre su cama, con los pies apoyados en el suelo y con las marcas de los pliegues de la almohada estampados en su cara.
–¿Qué hora es? –preguntó.
–Ni idea –respondió Alejandro, que luego de incorporarse, cerró nuevamente los ojos y se dejó caer de espaldas sobre el colchón.
A pesar de estar aún medio dormido, Facundo no pudo evitar la tentación de clavar su mirada en el paquete de Alejandro, que se marcaba notoriamente y que llenaba por completo la sunga que tenía puesta.
Agarró su celular de la mesita de luz y sorprendido, observó que ya eran las cuatro. Tenía dos mensajes de Tomás y se dio cuenta de que, verdaderamente, se había desmayado del cansancio, ya que ni siquiera había escuchado el aviso. En el primero, enviado a las dos y media, le decía que los estaban esperando abajo; en el segundo, enviado a las tres menos cuarto le decía que se iban a la playa.
Alejandro estiró el brazo para agarrar su celular y vio que tenía dos mensajes enviados por Marcelo, que decían exactamente lo mismo.
–Estos tres ya están en la playa –dijo Facundo.
–Eso parece –contestó Alejandro, en medio de un bostezo.
Facundo se levantó y se dirigió al baño para orinar y para lavarse la cara. Regresó a su cama, se puso una bermuda blanca y una playera color borravino.
Alejando se incorporó y también se dirigió al baño para orinar y para lavarse la cara. Regresó hacia su cama y se puso la misma bermuda de la mañana y una playera blanca.
–¿Vamos? –dijo Alejandro.
–Vamos.... –respondió Facundo.
Ambos agarraron viseras y mochilas, se calzaron sus ojotas y salieron rumbo a la playa.
El día continuaba espectacular, no se divisaba ni una nube y la temperatura rondaba los 30 ºC. Cruzaron el boulevard y bajaron a la playa en busca de sus amigos.
Lasgarotas que habían conocido a la mañana, estaba tiradas sobre la arena y cerca de ellas estaban las mochilas de sus tres amigos.
Seguramente les habían pedido que se las cuidaran para poder irse tranquilos al mar.
–Boa tarde –saludó Facundo
–Boa tarde –respondieron en conjunto el grupo de mujeres.
Alejandro cruzó la mirada con la morocha de ojos celestes, que le regaló una amplia sonrisa. Aunque sintió un poco de vergüenza, no dudo en devolverle la sonrisa, luciendo su impecable y prolija dentadura blanca.
Ambos dejaron las mochilas y las ojotas al lado de las pertenencias de sus amigos.
Alejandro se quitó la sudadera, captando inmediatamente la atención del grupo de mujeres. Venciendo sus prejuicios y tomando valor, sabiéndose poseedor de un físico privilegiado y trabajado, se quitó la bermuda para quedar en sunga, dejando al descubierto toda su humanidad.
A pesar de considerarse una persona con mentalidad abierta, era la primera vez en la que se encontraba en una playa vistiendo solo una sunga.
Facundo, a quien generalmente no se le escapaba nada, observó como el grupo de garotas,en medio de sonrisas picaronas, escaneaban descaradamente el físico de Alejandro, y se percató de como la morocha de ojos claros, parecía haber quedado hipnotizada por su amigo.
Como lo había hecho Alejandro, se quitó la ropa para quedar en sunga y ambos se fueron hacia el mar en busca de sus amigos.
El grupo de mujeres, entre sonrisas y cuchicheos, observaron su retirada con sumo placer.
Llegaron a la orilla y vieron que sus amigos estaban unos cuantos metros adentro del mar detrás de la rompiente. El agua se sentía templada, por lo que ingresaron sin titubear, se sumergieron en la primera ola que los alcanzó y nadaron hacia allí.
–Qué pasó que no venían –preguntó Tomás.
–Nos quedamos dormidos –respondió Alejandro.
Alfredo, a modo de chiste, estuvo tentado por preguntar si realmente se habían quedado dormidos o si se habían quedado haciendo otra cosa, pero se mordió la lengua como para no crear un momento tenso; no por Alejandro, que seguramente lo tomaría en broma, sino porque pensó que a Facundo podría molestarse o incluso podría enojarse ante el comentario.
Permanecieron como una hora dentro del agua, nadando de un lado hacia el otro, barrenando las olas o tirándose de cabeza en ellas. El día no podía ser mejor y no daban ganas de salir del agua.
Eran casi las seis y el sol comenzaba a perderse tras los edificios del otro lado del boulevard. Salieron del agua y permanecieron en la orilla, tal como lo habían hecho a la mañana. Los cinco en sungas y luciendo lomos.
El grupo de brasileñas comenzó a caminar hacia el mar, e ingresaron para refrescarse luego de una tarde de haber estado rostizándose bajo los rayos del sol.
Las cuatro vestían diminutas mallas de dos piezas. La parte del corpiño, apenas les tapaban los pezones y los bikinis se perdían en medio de sus pomposos glúteos.
Las chicas sonrieron al cruzar al grupo de muchachos y continuaron su camino para ingresar al mar.
–Me muero –dijo Alfredo, que no quitaba la vista de los cuatro culos que avanzaban prácticamente desnudos.
–Están tremendas estas garotas –dijo Tomás.
–¡Las tetas de la de rulos están increíbles! –agregó Marcelo.
–Se llama Edna –dijo Alfredo.
–Y la morocha de ojos celestes que es una Diosa se llama Brunna –agregó Tomás.
–Ah... veo que no perdieron el tiempo –comentó Alejandro.
–Se hace lo que se puede –agregó Marcelo.
–Y las otras dos se llaman Márcia y Vera –dijo Alfredo.
–¿Vieron? Uds. dos con vergüenza de usar sunga y estas garotas andan prácticamente en bolas y no tienen ningún tipo de pudor en mostrar sus cuerpos tal cual son –dijo Facundo, dirigiéndose a Marcelo y a Alejandro.
–Boludo... menos mal que esta contiene bien, porque tengo la chota estrangulada y con ganas de salir –dijo Marcelo.
Todos rieron.
–Yo me voy de nuevo al agua a ver si puedo hacer un poco de sociales –dijo Alejandro, ingresando al mar y sin esperar respuesta por parte de sus amigos.
Alejando se acercó al grupo de mujeres y comenzó a entablar una conversación en “portuñol.” Inmediatamente, tal como había sucedido más temprano cuando se saludaron en la playa, sintió que con Brunna existía una onda especial.
–Está hermosa el agua –dijo Brunna.
–El agua está hermosa y vos también –contestó Alejandro, sin poder dar crédito a lo que acababa de decir.
Brunna sonrió con un gesto de timidez y se sumergió bajo la primera ola que apareció.
Alejandro tenía claro que solo buscaba diversión y pasarlo bien. El viaje era entre amigos y si se daba la oportunidad de que alguno de ellos tuviese sexo con alguien, obviamente que lo harían, pero solo eso. El compromiso del grupo era pasarlo juntos y que nadie se involucrase con alguna persona al punto de alejarse y terminar pasando las vacaciones por su cuenta.
Alejandro comenzó a nadar, internándose un poco más profundo y luego continuó haciéndolo paralelo a la costa.
Al regresar, vio que el grupo de amigas estaban en la orilla conversando con sus amigos, con la excepción de Brunna, que permanecía dentro del agua disfrutando de las olas.
–¿Salimos? –dijo Brunna, como si ya fuesen amigos.
–Sí, salgamos –contestó Alejandro.
Facundo, que estaba parado junto al resto del grupo, clavó la mirada en la pareja, que aún con el agua por la cintura, caminaba para salir del mar. Los pelos negros de ella colgando sobre su espalda, con la cara despejada y luciendo sus firmes pechos, junto a Alejandro, que lucía sus firmes pectorales cubiertos por vellos rubios colorados, que al estar mojados caían pesadamente.
Continuaron caminando y emergieron por completo del agua, dejando al descubierto el esplendor de sus cuerpos. Facundo pensó que perfectamente podría haber sido la imagen para la tapa de un número de la revista Sport Life.
Ambos se unieron al grupo para conversar en un lenguaje por momentos confuso, en medio de risas y en un clima de absoluta distensión.
–Garotas... ¿y las mochilas? –preguntó Alfredo alarmado.
–Pusimos todo junto y le pedimos a una señora que nos cuide las cosas –dijo Vera.
El sol había desaparecido por completo, aunque aún había claridad y la gente se resistía a irse de la playa.
–¿Vamos a tomar unas caipiriñas? –propuso Facundo.
–Muy buena idea –dijo Marcelo.
El grupo comenzó a caminar para recoger sus pertenencias. Alejandro se puso la bermuda y se quedó en cuero. Caminaron hacia un puesto sobre la playa y ocuparon un par de mesas que unieron para poder estar los nueve juntos.
Alejando y Facundo, junto a Brunna y a Márcia se sentaron a la mesa, mientras que los otros cinco se quedaron en la barra esperando por las bebidas.
–De qué parte de Argentina son–preguntó Márcia.
–Todos somos de Buenos Aires capital –respondió Alejandro.
–¿Uds.? ¿las cuatro son de São Paulo? –preguntó Facundo.
–¿Cómo sabés que somos de São Paulo? –preguntó Márcia sorprendida.
–Alguna de Uds. nos lo dijo hoy a la mañana –respondió Facundo.
–Ah, Ok... si, las cuatro somos amigas de la infancia; nacimos y vivimos en São Paulo.
El resto del grupo se acercó a la mesa cargando los nueve vasos de caipirinha.
Entre medio de risas y de divertidos comentarios desinhibidos por los efectos de las dos rondas de alcohol, fueron espectadores de cómo la noche envolvía lentamente a las playas de Rio.
–Bueno chicas, ¿vamos? –dijo Edna.
–¿Ya se van a ir? –dijo Alfredo, desilusionado.
–Si chicos, vamos al departamento a ducharnos y después saldremos a comer algo por ahí –agregó Márcia.
–Podríamos encontrarnos para cenar o quizá, para tomar algo después de la cena –propuso Alejandro, mirando directo a los ojos a Brunna.
–Agendá mi celular –dijo Brunna, dictándole el número.
Las garotas se incorporaron, saludaron y comenzaron a caminar por la arena, luciendo sus hermosos traseros.
–Tremendas estas brasileras –dijo Alfredo, a quien se lo veía revolucionado y excitado.
Alejandro, para asegurarse de haber anotado bien el número, intentó enviarle un WhatsApp a Brunna, pero no le aparecía el ícono verde en el teléfono, por lo que le envió un mensaje que volvió rechazado. Puteó, pensando que lo había agendado mal.
–¿Qué te pasa? –preguntó Facundo.
–Brunna me dio su número, pero me da error, debo haber anotado mal algún número –contestó Alejandro.
–Proba agregando al principio 055 y 011 adelante, que son los prefijos de Brasil y de San Pablo –dijo Facundo.
–Claro... que boludo que soy –dijo Alejandro, mientras ingresaba los datos en su celular.
–Como pega la caipirinha –dijo Marcelo, que no acostumbraba ingerir bebidas alcohólicas y estaba sintiendo el efecto de los dos tragos que acababa de tomar.
Ciertamente, para quienes no tuviesen control, la caipirinha resultaba una bebida peligrosa, ya que su alto contenido alcohólico, era camuflado por la lima, el azúcar y el hielo triturado, haciendo que se sintiese un trago fresco y no fuerte.
–Ahora si –dijo Alejandro, viendo como aparecía el icono de WhatsApp bajo el contacto de Brunna.
Le envió un mensaje que inmediatamente fue respondido con el icono del pulgar para arriba, en señal de aprobación, seguido de un emoticón tirando un beso con un corazón.
Alejandro sintió que se le aceleraba el pulso... Más allá de que no le interesaba entablar ningún tipo de relación seria, todos habían viajado con la idea de divertirse y de ponerla las veces que pudieran durante lo que durasen sus vacaciones. Después de todo, probablemente el emoticón solo se tratara de una manera de demostrar empatía y nada más que eso.
A pesar de que era una espléndido y caluroso anochecer que invitaba a permanecer en la playa, decidieron regresar al hotel para tomar una ducha y para antes de ir a cenar, poder tirarse un rato en sus camas, disfrutando del confort que proporcionaba el aire acondicionado en esa primera y tórrida noche carioca.