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ОглавлениеBelli, una poesía desgarrada
Carlos Germán Belli acaba de publicar una edición aumentada de su libro ¡Oh Hada Cibernética! Aunque se trata de una reedición, siempre extraña que un conjunto de poemas como este aparezca: más aún, que una visión tan negativa de la vida como la que sus versos encierran insista en contradecirse mostrando esa esperanza, esa fe que todo libro que se entrega al público implica. Como no es nada frecuente encontrar una poesía que, como la de ¡Oh Hada Cibernética!, nazca de una sensación de fracaso más total, de un sentimiento tan verdadero y tan hondo de la injusticia, de la humillación de vivir, privado de todo, incluso del azar, en un mundo regido por fuerzas implacables, uno se pregunta de dónde quien vive una disolución y una negrura semejantes extrae la ilusión necesaria para editar los poemas que sorprendentemente escribe. Y esto, el hecho de tener un libro así en las manos, es lo que nos conduce a una de las más profundas sensaciones poéticas que esta obra transmite: la que proviene de algo similar a ese procedimiento estilístico que se conoce con el nombre de «ruptura del sistema», aunque aquí la ruptura no se presenta en uno o varios versos sino comprende al libro mismo, ya que se da entre su contenido y su existencia.
La intuición que esa ruptura despierta lleva al corazón de la poesía, a su centro. Inmerso en un mundo que le niega todo o en el que todo se le niega, el autor de ¡Oh Hada Cibernética! hace una afirmación solitaria: la poesía. Si la experiencia de la vida que el libro traduce es atroz, su traducción ha sido hecha con un tenaz y desamparado amor por las reglas del arte. En esa afirmación y este amor el poeta encuentra la fuerza indispensable para durar mientras reniega de su ser. La poesía aparece, así como una especie de salvación, la única para quien ve cerrados todos los caminos y no aspira a otra cosa que a dejar este linaje humano que con dolor aborrece, para quien descree en todo hasta el punto de inventarse una divinidad que, además de un acierto poético excelente, es un terrible sarcasmo: el Hada Cibernética.
No es fácil conciliar la cibernética con las hadas, pero Belli es así: en él todo intento de asimilación, de fusión, da lugar a una desgarradura, y en esto reside la extraordinaria y ácida singularidad de su obra. Si la existencia misma de su libro produce un desconcierto inicial que acaba revelándonos que la poesía puede ser la sola luz no negada en un universo de tinieblas, un desconcierto mayor existe entre lo dicho en los poemas que ese libro contiene y el lenguaje empleado para decirlo. Belli compone sus poemas con palabras, giros y recursos arcaicos que sirvieron a una poesía enteramente ajena a la que él hace; peor aún, incompatible con la suya. Y otra vez aquí se da el desgarramiento al quererse modelar una poesía tan amarga y sincera que está en el límite mismo de la literatura, con instrumentos que por tradición y por desuso son exclusivamente literarios.
Pero si ¡Oh Hada Cibernética! no es un simple lamento personal, un intolerable quejido, es precisamente porque la poesía brota, espesa y tibia, de sus desgarraduras. Es como si las difíciles fusiones que pretende se hubieran logrado y roto en un instante, dejando heridas vivas. La poesía de Belli es el testimonio sangrante de ese efímero éxito. Así, vestida de una gracia inusitada y patética, la miseria humana que esa poesía descubre alcanza la expresión que exige para que la desdicha ajena muestre una faz deleitable; es decir, para que se convierta en arte.
El Comercio Gráfico, Lima, 19 de noviembre, 1962.