Читать книгу Jaulagrande - Guadalupe Faraj - Страница 10

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Jaulagrande. Nadie quiere ir. A qué, piensa Boris y mira el cielo de aspecto enfermizo como si el sol estuviera dando los últimos rayos que le quedan. El camino está vacío. La línea por la que van corta la mitad o lo que a él le parece la mitad de ese paisaje sin color. Desde el asiento de atrás puede ver las nubes moverse lento, grandes hongos de humo copando el cielo. Tienen que doblar a la derecha y seguir por ripio hasta dar con la puerta principal de la base. Hay partes de pasto seco hasta donde llega la vista: poco crece en un lugar así. Lo único que se diferencia del tono monocorde del paisaje son los troncos negros, sin follaje. La hilera combada que se extiende sobre el final y que irradia brillo. Una luminiscencia suave que le da forma al bosque.

Jaulagrande

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