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Primera Parte

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El cirujano colgó el teléfono negro con brusquedad y dio instrucciones precisas y con voz firme a los enfermeros. Se comenzaron a hacer los preparativos para la cirugía de emergencia. El paciente yacía muy pálido y se quejaba de fuertes dolores. La peritonitis se había desencadenado súbitamente y el joven sintió miedo de morir en el quirófano. Delirante por la fiebre, recordó a su tío Sebastián fallecido en una operación de urgencia en el pequeño hospital del pueblo…confundido creyó recordar a Lorena, su compañerita de banco en segundo grado, pensó en Bongo su perro, miró las paredes y le pareció que un celestito hubiese sido mejor que aquel color insípido con que las habían pintado…el cirujano ordenó doscientos cincuenta miligramos de pentotal sódico. Un pinchazo en su brazo derecho y la cabeza del paciente se ladeó rápidamente hacia la izquierda.

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El confortable piso del suburbio de Langley tiene hermosos ventanales hacia el Este con una vista panorámica del parque West Hampton. La dueña de casa, Victoria McCormack ha elegido personalmente el hermoso piso, en un barrio lujoso de las afueras de Londres. Después de todo, su marido Charles McCormack le consiente sus gustos, y lo único que desea es, verla feliz junto a los dos hijos del matrimonio: Charles Jr. embarcado con la Marina Real y Jonathan, un joven de veinte años sin ambiciones aparentes, muy aficionado a las mujeres, a la música rock metálica, al consumo desenfrenado de alcohol y a las drogas.

La señora McCormack es bonita y se mantiene atractiva vistiendo ropa colorida y alegre. Ella es unos veinte años más joven que su marido, ha descubierto recientemente su interés por la antropología y es así, que toma un curso nocturno para principiantes en la universidad.

La señora McCormack planea participar de un intercambio para estudiantes de antropología en la Universidad Complutense de Madrid y ha comenzado a aprender español. La antropología, junto a su interés por la fotografía y por la pintura la estimulan, y la ayudan a sobrellevar los grandes disgustos que Jonathan causa a toda la familia con sus borracheras, su adicción a las drogas, sus problemas con la policía y un sinnúmero de otros desatinos.

La señora McCormack ya está lista para recibir a los invitados que esa noche celebrarán los sesenta y cinco años de su marido, Charles McCormack. Ella luce un finísimo vestido color bordó y un costoso collar de perlas auténticas que hacen juego con los aros y el anillo que fueron un regalo de su marido. Su rostro vivaz y juvenil muestra una rebosante alegría y una inocultable satisfacción al poder ofrecer esta fiesta en honor a su esposo. Son las 20 horas del día jueves 2 de mayo de 1982, y la fiesta ya va pronto a comenzar…

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El cirujano suturó la herida con la diligente asistencia de los enfermeros. La delicada operación se había realizado sin inconvenientes y se había logrado extirpar el apéndice inflamado justo a tiempo. El teniente doctor Sergio Buenaventura, habiendo concluido con la sutura respiró aliviado, se quitó parsimoniosamente la mascarilla y comenzó a limpiarse la cara con una toallita blanca. En ese preciso momento, se oyó una poderosa explosión en algún lugar no muy lejano al quirófano. El reloj de pared indicaba las 16:01 horas. Los frascos y otros objetos en los estantes cayeron al piso, mientras un olor acre inundó rápidamente el ambiente.

El cirujano ordenó a los enfermeros colocar al recién operado en una camilla, y entonces salieron a uno de los pasillos atiborrados de gente en estado de shock y desplazándose hacia alguna salida.

Ya en el pasillo escucharon una segunda explosión, seca y apagada pero potentísima que, esta vez, venía del sentido opuesto a la primera explosión. Allí fue cuando las luces se apagaron totalmente y un humo espeso les dificultó continuar hacia la salida. El paciente comenzó a despertarse de su anestesia y a gemir confundido.

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Los invitados elegantemente vestidos, iban llegando al piso. Victoria era el centro de atención, lucía esplendorosa y todos los invitados la elogiaban haciéndole cumplidos muy halagüeños, que ella aceptaba con una sonrisa encantadora. El menú había sido cuidadosamente seleccionado por Victoria: canapés, sushi, salmón y caviar seguidos de una exquisita cena con los mejores vinos. Una orquesta de jazz interpretaba la música de Nat King Cole y de Glen Miller entre otros. “Charles, my friend!” -exclamó Harry Bentley- compañero de Charles en el puesto de artillería del HMS Devonshire durante la segunda guerra. “¡Me pregunto si mi tratamiento capilar con huevos podridos aquella vez, es lo que te ha permitido mantenerte tan joven!”- Los chistes y las bromas iban y venían y la fiesta comenzaba a ponerse de lo más animada. Jonathan, el hijo menor del matrimonio, había consentido ponerse corbata. Nunca hubiera aceptado deshacerse de sus pantalones vaqueros ni tampoco quitarse las botas con punteras de acero y las cadenas en su cintura que llevaba a modo de cinturón. Se lo veía curioso al muchacho, con su pelo teñido de verde y anaranjado, con varias puntas filosas untadas con algún fijador especial. Jonathan obviamente no se sentía a gusto allí, pero le había prometido a su madre quedarse al menos hasta que comenzaran a cenar. Jonathan tenía planes para salir con sus amigos por la noche. Esa misma tarde, antes del comienzo de la fiesta, Charles McCormack padre, había recibido un cable de su hijo mayor Charles Jr. felicitándolo por su cumpleaños y recordándole que sus historias de la guerra -que había escuchado fascinado de niño- le estaban ayudando mucho a sobrellevar condiciones extremas durante la misión en la cual estaba participando.

Victoria

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