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Reinventar la historia

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Es evidente que toda esta sofisticación digital puede funcionar hasta extremos semejantes porque se vale de la sobrexplotación de una facultad universal de la condición humana, aunque en cada uno se lleve a cabo de una forma singular. Me refiero al hecho de que el sujeto humano es el único ser viviente que habita un medio que no es en absoluto natural. Su espacio, su mundo circundante, su realidad propia, particular e irrepetible, es la ficción. Todos nosotros sentimos, pensamos y actuamos en el marco de una ficción que tomamos por real, un escenario donde desempeñamos un papel en una obra que desconocemos, porque es inconsciente. Que la ignoremos no impide que nuestro papel esté totalmente condicionado por ella, y si acaso la experiencia vital nos confronta con una circunstancia contingente, no prevista en el argumento, responderemos de modo inevitable conforme a los estrechos márgenes a los que nuestro papel nos ha destinado. Los extraordinarios recursos de simulación de estos programas introducen algo nuevo: la posibilidad de que un sujeto, de manera activa, participe en la construcción de su narrativa. Ello no significa que su libertad sea absoluta, porque su imaginación creadora estará sometida a los condicionamientos de su deseo inconsciente. Dicho de otro modo: inevitablemente escribirá un argumento «contaminado» por su propia ficción originaria, aquella en la que se encuentra inserto en función de su historia personal, las experiencias vividas y los residuos de significaciones que todo eso ha dejado en su inconsciente.

Las redes sociales se han convertido en el vehículo principal de socialización y búsqueda en el plano amoroso y sexual. Tras un período inicial en el que las páginas de citas estaban frecuentadas por personas que más bien padecían dificultades en su vida social, hoy en día las aplicaciones de contactos se han multiplicado, se dirigen a todo el espectro de edades y abarcan una amplia variedad de usuarios, al punto de ser el método por excelencia para buscar pareja. No existen estudios fiables sobre los resultados. A ciencia cierta, desconocemos qué porcentaje de contactos y citas devienen relaciones reales y continuadas. Eso no significa nada, desde luego, porque tampoco tenemos datos sobre las relaciones generadas a partir de los métodos tradicionales. Lo que sí vale la pena señalar es que la tecnología aplicada a la vida amorosa y sexual introduce —entre otras cosas— una variante cuyos efectos son visibles. Me refiero al hecho de que la posibilidad de someter la búsqueda del partenaire a un procedimiento de filtrado más o menos semejante al de cualquier producto de venta on-line (color, tamaño, año de fabricación, peso, precio, etc.) permite alimentar la fantasía de «fabricar» a alguien a la medida de nuestros sueños, de encontrar el complemento ideal, un ser que no habrá de decepcionarnos. Aunque no hay nada confiable en el plano estadístico, el psicoanálisis ha descubierto algo cuyas consecuencias son decisivas, por cuanto revelan y explican una parte fundamental de las peculiaridades humanas en materia de amor y sexo. Con independencia del curso que siga un encuentro amoroso y sexual, la cita es siempre fallida. Lo es incluso en los casos más felices, aquellos en los que parece haberse conquistado una duradera armonía. La cita es siempre fallida porque entre el sujeto y el objeto de su elección existe una fractura inevitable, una inadecuación insalvable.

Ningún objeto es capaz de restaurar por completo el mito del paraíso perdido, de la satisfacción originaria de la que hemos sido desalojados para siempre, por la sencilla razón de que en verdad nunca ha existido. Aunque dicha satisfacción sea un sueño tan antiguo como la humanidad misma, eso no impide que en cada sujeto se repita el secreto anhelo de volver a encontrarla. En ese sentido, internet es el espacio donde se promete la realización de los deseos, la versión ultramoderna de las creencias mágicas, el pozo donde arrojar la moneda de la suerte, la lámpara de la que brotará el genio que se ponga a los pies de nuestras fantasías. Más aún, es también el lugar donde muchos encuentran una «familia alternativa».

Inconsciente 3.0

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