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Una manzana es una semilla

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En 1976, la tecnología de computación abarcaba diversos temas: por una parte, estaba enfocada en los asuntos militares, a la par se había expandido su uso en el área corporativa y en el sector educativo. Por entonces, se habían desarrollado en todas las universidades áreas de investigación y desarrollo, y de enseñanza de computación, por todo lo cual fueron creciendo los principios de muchas tecnologías de programación y de cómo construir y optimizar los sistemas operativos.

Fueron épocas de adaptación continua en la medida en que el hardware iba siendo cada vez más potente. Gordon Moore, cofundador de Intel, postuló que, a la sazón, cada 18 meses se duplicaba la potencia de las computadoras. Los equipos empujaban la necesidad de crecimiento de las aplicaciones, a fin de que se optimizara su uso. Es así como se trabajó en tecnologías que permitieron aumentar la potencia.

¿Qué significa “potencia”? Hay tres elementos que se deben tener en cuenta para medirla. El primero es la velocidad con la cual el procesador ejecuta las instrucciones: si se le pide a una clase de alumnos sumar dos números de seis cifras, se observará una diferencia importante entre las velocidades con que completan el cálculo; esto se asemeja a la velocidad del procesador. El segundo corresponde a la cantidad de números diferentes que el procesador puede manejar. Mientras los primeros microprocesadores de Intel manejaban solamente 16, la generación de Apple II fue de 256, y luego creció exponencialmente. La actual lo hace con un número gigante, con 19 cifras. Al manejar mayor cantidad, la potencia de cálculo también crece. Para comprender el tercer elemento, retomando el ejemplo de la clase, si el maestro coordina una tarea de manera que cada alumno pueda realizar una parte, la “potencia” del conjunto de la clase será mucho mayor que la de un alumno solo. A este tercer elemento se lo conoce como “procesamiento paralelo”.

El cerebro humano no tiene un único núcleo de procesamiento como sí lo tenían las primeras computadoras, sino que cada neurona es un área que lo hace por sí misma. Por lo tanto, el órgano se convierte en un procesador paralelo enormísimo. La industria intentó –y aún hoy sigue tratando– asemejarse a ese modelo. El desafío fue el de coordinar esos trabajos como, de alguna manera, el cerebro también lo hace.

Comenzando los años 70, Fairchild, Intel y Motorola lanzan sus microprocesadores, la reducción al nivel de un chip de todo lo que hacía falta para construir una computadora. De este modo, lo que antes requería, como en el caso de las IBM 360, una oficina llena de equipos y millones de dólares, ahora entraba en un chip y costaba entre decenas y cientos de dólares.

Con este escenario, Steve Jobs y Steve Wozniak empezaron su sueño de Apple. Ellos se encuentran con computadoras aplicables a los negocios, a las grandes instituciones educativas, a los gobiernos..., todos sectores que fomentaba IBM, la empresa dominante de la industria por entonces. A la par, detectaron los bajos precios que tenían los chips y comprendieron que esa era la puerta para imaginar una computadora personal.

En aquellos tiempos, Wozniak y Jobs eran “hobbistas” que se reunían con otros jóvenes (entre ellos, Bill Gates) en un club para amantes de las computadoras. Allí discutían las posibilidades de construir equipos como kits. Wozniak, un genio de la electrónica, concretó el primer desarrollo al que llamaron Apple I, cuyo funcionamiento se logró con muchísimas menos plaquetas, con un chip de Motorola que le costó 20 dólares (no tenían suficiente efectivo para un Intel 8080) y solamente necesitó el garage que el padre de Jobs usaba como taller para actividades manuales.

¿Cuáles fueron las motivaciones? Wozniak lo hizo porque deseaba hacerlo, hasta hoy repite que él no tenía ninguna ambición comercial, solamente lo seducía el desafío. Al contrario, Jobs sí veía el negocio (un local de electrónica compró las primeras 50 unidades de Apple I aun sin tener el producto en stock). Su idea original era vender las plaquetas, ni siquiera habían pensado en hacer y diseñar una carcasa. Sin embargo, con ese primer éxito, Jobs se convence de que necesitan crear un objeto más masivo. Su pensamiento era lógico: habría mayor cantidad de interesados en una computadora que en plaquetas sueltas. Ese germen florece en una compañía real, y en abril del 76, le dan forma legal a Apple.

Tan loco como para cambiar el mundo

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