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EFECTOS DE RETROALIMENTACIÓN Y MONSTRUOS A LA VUELTA DE LA ESQUINA

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Las secciones anteriores identificaron algunas de las tendencias y los patrones preocupantes que deberían activar las alarmas. En particular, deberíamos desconfiar del falso sentido del progreso constante que pueden ofrecer las tendencias pasadas. Por ejemplo, la figura 1.3 muestra un incremento sostenido de la esperanza de vida, pero esconde el hecho de que ha caído en la ex URSS después de la transición, en regiones de África durante el pico de la pandemia de VIH y ahora en algunos grupos sociales de Estados Unidos afectados por ciertas disrupciones del mercado laboral. Las principales amenazas para el progreso social hoy son los riesgos sobre la cohesión social, la sostenibilidad ambiental, la paz y la democracia. Como hemos visto, el progreso en esos frentes está en duda.

Pero los efectos de retroalimentación que atraviesan estas dimensiones son particularmente alarmantes, pues hacen que empeore la espiral. Con los efectos de retroalimentación, el progreso social se enfrenta a un abismo inminente que podría tragarse los avances de los últimos tres cuartos de siglo desde la segunda Guerra Mundial. Esta sección discute algunos de esos peligrosos ciclos de retroalimentación.

Primero, los pronósticos ambientales dependen de brechas de desarrollo y de las reacciones que éstas inducen. Aunque, en términos relativos y en promedio, los ingresos de los países más pobres han ido aumentando más rápido en comparación con los de los ricos, la brecha en términos absolutos sigue siendo muy grande (figura 1.13). En 2015, el ingreso per cápita de la India era de 1600 dólares, mientras que el de Estados Unidos era de 56000 dólares.9 La relación de 35 a 1 es lo suficientemente grave, pero la diferencia absoluta de más de $54000 dólares también es reveladora. Aunque la India creciera a una tasa de 10% anual —pronóstico heroico—, el aumento en su ingreso sería menor al de Estados Unidos si éste creciera sólo a 1%. La comparación en dólares con paridad de poder de compra (ppc) arroja 5700 dólares en la India y 53400 dólares en Estados Unidos: es sólo un poco menos grave. Con tal desigualdad entre naciones ricas y pobres, la demanda por un crecimiento del ingreso en las naciones pobres seguirá siendo alta y los acuerdos mundiales sobre el clima estarán sujetos a esa desigualdad. Pero si la India tuviera el ingreso per cápita de Estados Unidos sin ningún cambio en las tecnologías de producción, y si tal proyección se multiplicara en todos los países pobres, las emisiones de carbono aumentarían en forma drástica, dañarían seriamente el medio ambiente y amenazarían los puntos de inflexión del cambio climático.

FIGURA 1.13. Brechas absolutas y relativas entre países


FUENTE: Proyecto Maddison.

El efecto de retroalimentación en la otra dirección, desde el cambio climático hacia la desigualdad entre países, también es revelador. Los aumentos de temperatura mejorarán las temporadas de cultivo en latitudes alejadas del ecuador, donde se localiza la mayoría de los países ricos; al mismo tiempo, se verán afectadas las previsiones para los cultivos tradicionales en los climas actualmente más cálidos conforme se vayan calentando. El efecto de la variabilidad pluvial o de los aumentos del nivel del mar quizás estén distribuidos de forma más equitativa entre las líneas costeras y los países ricos y pobres, pero el hecho más importante es que la capacidad de lidiar con el aumento del nivel del mar y con los desastres naturales también está correlacionada con la riqueza económica nacional. Así, aunque ricos y pobres se vean igual de afectados por las consecuencias del cambio climático, los pobres se empobrecerán más y la espiral de la desigualdad se agravará. La falta de sostenibilidad se agudizará si los mecanismos establecidos desde hace tiempo para la cooperación local se incumplen debido a la presión ambiental sobre el agua y los bosques.

La degradación ambiental en los países pobres, consecuencia de la pobreza misma y de las presiones poblacionales, exacerbada por el cambio climático, puede traer efectos de retroalimentación severos e intensificar la presión migratoria. La escasez de agua ya está provocando migración entre zonas contiguas, lo que eleva los microconflictos. Esto se suma a las presiones migratorias y a los flujos de refugiados causados por otras confrontaciones, y tales presiones ya se presentan en los países ricos. Esto a su vez eleva la xenofobia y el resurgimiento de la extrema derecha, lo que amenaza las estructuras democráticas en los países ricos. De hecho, el fenómeno también está muy presente en países en desarrollo como Sudáfrica y Malasia. Por lo tanto, aquí tenemos un efecto de retroalimentación que va de la insostenibilidad a las amenazas a la democracia.

El aumento de la desigualdad en países ricos, con la desaparición de oportunidades para la estabilizadora clase media, como se discutirá en el siguiente capítulo, también contribuye a la espiral en la que el aumento del ingreso y la desigualdad de riqueza empujan a la política a favorecer los intereses de los ricos mediante exenciones tributarias para empresas y personas ricas. La creciente desigualdad económica y política, por lo tanto, puede alimentarse a sí misma en las estructuras institucionales actuales. Las tendencias de largo plazo de crecimiento sin empleo, que se discuten en el siguiente capítulo, se están esparciendo a nivel global y están creando predicamentos tanto para el trabajador siderúrgico desempleado en el Medio Oeste estadounidense como para los empleados de empresas estatales chinas, además de estar generando dilemas para las naciones africanas que no pueden montarse en el “modelo de Asia del Este” para crear más empleos. Esto, junto con las presiones migratorias, está llevando al resurgimiento del nacionalismo y del proteccionismo, y a una tendencia a culpar de los problemas de cada quien a “los otros”, estén dentro o fuera del país. La pérdida de confianza en las instituciones democráticas es una consecuencia probable.

El auge del nacionalismo dificulta aún más llegar a acuerdos sobre las emisiones de carbono y el cambio climático, lo que empeora las perspectivas de sostenibilidad. Además, si se tambalea el contrato social dentro de los países ricos y los mecanismos para la gobernanza global se debilitan, también menguará la capacidad de los Estados nación para mantener la competencia en regulación ambiental y para aplicarla. La carrera hacia abajo nos llevará cada vez más a lo profundo de la espiral de degradación ambiental conforme las industrias contaminantes vayan reubicándose en países con sistemas políticos incapaces de resistirse a los incentivos privados y corporativos, y que estén dispuestos a hacer la vista gorda en cuanto a la aplicación de normas. Estas tendencias también estarán presentes en la agricultura, tal y como ya se manifiestan en la “apropiación de tierras” agrícolas en curso en África y en la lucha por los recursos naturales. Estos lastres en la sostenibilidad aprietan aún más la tuerca, pues los mecanismos señalados dan otro giro y la espiral continúa.

Son esos efectos de retroalimentación los que deberían alertarnos de la posibilidad de los “monstruos a la vuelta de la esquina”, incluso cuando las tendencias observadas parezcan benignas si las consideramos de manera aislada. La creciente polarización dentro y entre países, las fallas fiscales y el colapso de los Estados, las crisis financieras globales, las catástrofes ambientales —incluidos los riesgos biológicos—, el auge de las dictaduras y de las repúblicas bananeras, y la llegada a puntos de inflexión climáticos se hacen cada vez más inminentes en el estado actual de cosas, aun si este escenario no luce tan mal en el futuro cercano cuando se mira de cerca.

En conclusión, en los últimos tres cuartos de siglo se ha vivido un progreso social decoroso, aunque con contratiempos y lapsos significativos sin mejoría o incluso con retroceso. Pero el progreso no debería engañarnos con una falsa sensación de seguridad. La trayectoria ascendente del progreso social de las últimas siete décadas está amenazada por una cantidad de tendencias y patrones trepidantes. Tales amenazas inminentes son como un abismo que se abre en el camino del progreso social. Las amenazas en las dimensiones de la igualdad, la sostenibilidad ambiental, la paz y la democracia son algo serio en sí mismas, pero con los efectos de retroalimentación mutuos constituyen un reto sistémico para el progreso social.

Manifiesto por el progreso social

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