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Prólogo AMARTYA SEN

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¿Se puede cultivar la justicia social? ¿Se puede impulsar el progreso social mediante la investigación dedicada y su aplicación? Este manifiesto —con su poderosa visión y sus recomendaciones prácticas— se basa en investigaciones individuales y colaborativas de más de 300 científicos sociales. Un equipo guiado por Marc Fleurbaey reunió aquí los hallazgos con claridad y fuerza.

Si el mensaje epistémico subyacente del Manifiesto del Partido Comunista publicado hace 170 años fue el diagnóstico de que “la historia de toda sociedad existente es la historia de la lucha de clases”, el mensaje principal del presente manifiesto por el progreso social es que la justicia sí puede cultivarse y que el progreso social puede impulsarse de manera sustancial combinando una visión constructiva con cambios bien planeados en instituciones y convenciones. En los debates contemporáneos sobre economía política se ha dedicado demasiado tiempo a argumentar a favor o en contra de la economía de mercado. Necesitamos avanzar y reconocer que las instituciones de mercado son necesarias, pero que están muy lejos de ser suficientes como base de una sociedad justa, una sociedad que garantice justicia y dignidad humana, así como sustentabilidad y solidez. El capitalismo contemporáneo va más allá de usar la economía de mercado —muchas veces de manera poco crítica— reforzando ciertas prioridades y exclusiones, las cuales están sometidas a cuestionamientos y a un escrutinio cuidadoso. Son este cuestionamiento y este escrutinio los que identifican en este manifiesto los cambios institucionales y de comportamiento que exige el progreso social justo.

Sería un error pensar que la necesidad de un manifiesto de esta naturaleza surgió sólo de las recientes manifestaciones de inequidad y fragilidad que hoy vive el mundo. Como apuntó Adam Smith hace más de dos siglos, la economía de mercado necesitaba —incluso entonces— tanto apoyo como escepticismo. Él era partidario de permitir que los mercados funcionaran en circunstancias normales, pero también de tener instituciones que restringieran las actividades de mercado contraproducentes llevadas a cabo por “pródigos y proyectistas”, y de permitir que el Estado hiciera las cosas esenciales que sólo el Estado puede hacer bien. Si tal equilibrio era necesario en el siglo XVIII, en los albores del capitalismo moderno, es totalmente esencial en el próspero y sin embargo injusto mundo en el que vivimos hoy.

Espero de verdad que este manifiesto, basado en hallazgos de investigación exhaustiva, genere iniciativas que puedan cambiarle el rostro al orbe entero. Se necesitan cambios radicales en el mundo golpeado e injusto en el que vivimos, y hay buenas razones para pensar que la visión positiva y las propuestas constructivas presentadas en este manifiesto contribuirán de forma sustancial a esa tan necesaria transformación. Es difícil exagerar la importancia global de un manifiesto de gran alcance como éste.

Manifiesto por el progreso social

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