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Segunda visión de la Guerra Civil
ОглавлениеLa siguiente visión relacionada con la Guerra Civil ocurrió en Roosevelt, Nueva York, el fin de semana del 3 y 4 de agosto. Después de que Jaime White diera un breve discurso, Elena también habló brevemente, y entonces fue arrebatada en una visión que duró entre diez y quince minutos. Elena escribió sobre esta visión:
“En la Confederación de Roosevelt, Nueva York, el 3 de agosto de 1861, fui arrebatada en visión y se me mostró el pecado de la esclavitud, que ha sido por tanto tiempo una maldición para esta nación [...]. El azote de Dios está ahora sobre el norte, porque se han sometido por tanto tiempo a los avances del poder de la esclavitud. El pecado de los hombres que están a favor de la esclavitud en el norte es tremendo. Han fortalecido al sur en su pecado, al sancionar la extensión de la esclavitud; han actuado de manera prominente para llevar a la nación hasta la actual condición angustiante.
“Se me mostró que muchos no se dan cuenta de la extensión de la maldad que les ha sobrevenido. Se han halagado a sí mismos de que las dificultades nacionales pronto se resolverían y que la confusión y la guerra acabarían; pero todos se convencerán de que el asunto es más grave de lo que habían pensado. Muchos han mirado hacia el norte, esperando que diera el golpe y terminara la controversia [...].
“Toda la crueldad y el abuso infligido hacia los esclavos es justamente atribuido a quienes son defensores del sistema de esclavitud, ya sean hombres del norte o del sur.
“Se me presentó el norte y el sur. El norte ha sido engañado con respecto al sur. Ellos [el sur] están mejor preparados para la guerra de lo que se ha representado. Muchos de sus hombres están muy adiestrados en el uso de armas, algunos de ellos con experiencias en batallas, y otros por deporte habitual [...].
“Tuve un vistazo de la desastrosa batalla de Manassas, en Virginia. Fue una escena de lo más emocionante y angustiante. El ejército del sur tenía todo a su favor y estaba preparado para un combate atroz. El ejército del norte se movía triunfante, sin dudar de su victoria. Muchos eran temerarios y avanzaban jactanciosamente, como si ya fuera suya la victoria. Al acercarse al campo de batalla muchos estaban desfallecientes por el cansancio y deseaban un refrigerio. No se esperaban un encuentro tan feroz. Se lanzaron a la batalla y pelearon con coraje, con desesperación. Por todos lados había muertos y moribundos. Tanto el norte como el sur sufrieron severamente. Los sureños sintieron la batalla y en poco tiempo los habrían hecho retroceder más. Los del norte avanzaban aunque era grande su destrucción. Justo en ese momento descendió un ángel y sacudió su mano hacia atrás. En el instante hubo confusión en las filas. A los del norte les pareció que sus tropas se estaban retirando cuando en la realidad no era así, y comenzó una retirada precipitada. Esto me pareció maravilloso.
“Entonces se explicó que Dios tenía a esta nación en su mano, y no soportaría que se ganaran victorias más rápido que lo ordenado por él, y que no permitiría más pérdidas entre los del norte de lo que en su sabiduría consideraba adecuado, para castigarlos por su pecado. Y si el ejército del norte hubiera presionado para continuar más la batalla en su condición de desvanecimiento y exhausta, la lucha y destrucción mayor que les esperaba habría provocado un gran triunfo a los del sur. Dios no lo permitiría y envió un ángel para impedirlo. La repentina retirada de las tropas del norte es un misterio para todos. No sabían que la mano de Dios estaba en el asunto.
“La destrucción del ejército del sur fue tan grande que no tenían nada de qué jactarse. El ver a los muertos, los moribundos y los heridos les dio poco ánimo para triunfar. Esta destrucción, que sucedió cuando tenían todas las ventajas y el norte muchas desventajas, les provocó gran perplejidad. Sabían que si el norte tenía las mismas posibilidades que ellos, estaba asegurada la victoria para el norte. Su única esperanza era ocupar posiciones de difícil acercamiento y luego disponer de estrategias formidables para precipitar la destrucción desde todas partes.
“El sur se ha fortalecido grandemente desde el inicio de su rebelión. Si el norte hubiera tomado medidas activas esta rebelión hubiera sido rápidamente aplastada. Pero aquello que en un principio era pequeño ha crecido en número y en fuerza hasta llegar a ser poderoso. Otras naciones observan atentamente a esta, cuyo propósito no me fue informado, y están haciendo grandes preparativos para algún evento. Existe mucha perplejidad y ansiedad entre los hombres de nuestra nación. Hombres a favor de la esclavitud y traidores están en medio de ellos; y mientras que estos están profesamente a favor de la Unión, tienen una influencia en la toma de decisiones, que en algunos casos favorecen al sur”.5
Cuando pienso en las serias advertencias y vívidas descripciones de las horribles pérdidas de las batallas de la Guerra Civil venidera, inmediatamente me siento atraído a su validación por medio de testigos oculares. Las Memorias del General Grant, de los EE.UU., incluyen este relato acerca del gran número de víctimas:
“Este [edificio] había sido transformado en hospital y a lo largo de toda la noche traían hombres heridos, curaban sus heridas, se amputaba una pierna o un brazo, según lo requiriera el caso, y se hacía todo lo posible para salvar la vida o aliviar el sufrimiento. Ver eso era menos tolerable que enfrentar el fuego enemigo y regresé a mi árbol en medio de la lluvia.
“El segundo día vi un campo abierto en nuestra propiedad sobre el que los Confederados habían cargado repetidas veces el día anterior, tan cubierto de muertos que habría sido posible atravesar caminando el claro, pisando cuerpos muertos en todas las direcciones, sin que un pie pisara el suelo”.6