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ОглавлениеLilit
Pocas veces una hoja en otoño deja su hogar, cae y no toca el suelo porque una pequeña brisa la hace volar y volar y volar sin saber cuál será su destino.
Hoy es invierno. Nos preguntamos dónde encontró su nuevo hogar aquella hoja. ¿Alguien conocerá de dónde viene? ¿Conocerán su historia? Preguntas que no tendrán respuesta.
Cuando conocemos a Lilit (pronunciación Lit, diosa de la compasión) se agolpan pensamientos con preguntas similares. Me temo que solo habrá respuesta para unas pocas. Es nueva en el barrio; llegó hace dos meses y ya deja su perfume en las veredas por las que camina. Su cabellera ondeada color castaño, café y chocolate acompaña su bella cara y su estilizada figura. Es reflexiva, extrovertida, humilde y elige por propia voluntad mirar la primera vez siempre con inocencia para no perder y brindar una oportunidad a las cosas y las personas.
La ves caminar con soltura, con ropa informal. Calculando rápidamente, no aparenta más de treinta.
Con esmero, entusiasmo, voluntad y perseverancia intentaba colocar, a la derecha de la puerta principal, un cartel de metal anunciando su nombre, profesión y horas de atención. Llevaba dos horas intentando realizar la labor, sin éxito a la vista en el corto plazo, pensando y refunfuñando ¡que el verano llegaría! y no tendría colgada la información sobre ella, su trabajo y sus horarios. Algo impensado, un milagro con mayúscula: cogió su pañuelo azul y se secó el sudor de su frente; entonces los planetas se alinearon; el agua, el viento, la tierra y el fuego encontraron el equilibrio; el metal quedó sujeto a la pared. Una victoria sin precedentes para ella, sola ante el desafío. El cartel parecía que hacía siglos que estuviera estampado en el portal de entrada: «Lility ben Assem. Profesora de piano. 10 a 13-17 a 20».
Esa tarde llegó el piano, un Thomann reluciente color negro, utilizado siempre con delicadeza, ternura y musicalidad universal.
Lilit se embarcaba en su nueva empresa con entusiasmo. Décimo sueño que ponía en marcha y que no podía fracasar. Todos sus ahorros sumados a un préstamo bancario eran su capital de inicio. Las señales indicaban que esta vez comenzaba con buen pie. Dos niñas de primaria y un chico y una chica de instituto fueron sus primeros alumnos.
Era la séptima vez que pasaba por delante del portal de la profesora. Esta sería su oportunidad para llamar a su puerta y hablar. Pero ¿hablar de qué si lo único que le importaba eran sus ojos, su cabello, sus pechos, sus caderas? En definitiva, estaba locamente enamorado y ya no aguantaba más este suplicio de no estar cerca de ella.
—Buenas tardes. ¿Qué necesita, buen hombre?
—Unas clases de piano. ¡Mejor digamos retomar y aceitar las bisagras!
—Pase usted. Las clases se imparten cinco días a la semana.
¡A Leo le parecían pocas! Las primeras fueron una vergüenza para él. No sabía que el piano tenía teclas y que cada una ofrecía un sonido distinto, pero puso todo su empeño para aprender. Eso sí, tenía muy buen oído.
Lilit desde el principio se dio cuenta de por qué Leo pagaba por las clases y también de que a ella le gustaba. Por la solicitud sabía que él tenía 35 años. Se veía que se mantenía bien, pues aparentaba treinta. Cabello castaño abundante, ojos verde claro y manos grandes.
Primero desconfiaba, pero al poco tiempo se empezó a sentir muy bien a su lado. Cuando comenzó la enseñanza de las notas en una partitura, Lilit se enamoró de Leo. Faltaba un paso para que cada uno supiera los sentimientos del otro. Eso pasaría el viernes al terminar su clase Leo.
El corazón de Lilit palpitaba más que cualquier día ese viernes y no sabía por qué. A las doce del mediodía recibió un mensaje de Leo en el teléfono: «A las 19 necesito hablar contigo de algo muy personal». Se preparó entonces con su mejor ropa. Sabía que sería el primer día de su nuevo amor. Su mente, a toda velocidad, repasaba mentalmente sus últimos amores y ninguno fue como el de Leo ahora. Repetía sin cesar: «¡Sí, sí, sí!».
Esa tarde pasó volando. Recordaba (no sin pena, pero sí con un gran respiro de libertad) cómo un acto casual, su último divorcio, la trajo a esta casa para trabajar como profesora de piano y le regaló este amor con Leo.
Llegaron las 17:00, las 18:00, las 18:55. Roció toda la casa con su perfume. Estaba excitada, necesitaba calmarse para vivir este momento en toda su magnitud.
Sonó el timbre de la entrada, abrió la puerta. Leo, con saco y corbata y con una rosa roja en la mano, entró a la casa y le dio a Lilit un beso en la mejilla. Se sentaron en el living. Entonces Leo, con su mejor voz, le dijo:
—Lilit, podré escalar y llegar a las altas cumbres, navegar en los cinco océanos, conocer países exóticos, pero nada llenará mi corazón y mi alma si no estuvieras conmigo en la aventura de amarte, protegerte y quererte. Lilit, te quiero con toda mi alma, como niño, como un hombre. Me comprometo a hacerte feliz. —Ella solo atinó a responder con un abrazo y un infinito beso en los labios.
Ya es primavera, nacen nuevas hojas, flores multicolor y este amor entre Leo y Lilit.