Читать книгу Cuentos de Arena - Hélène Blocquaux - Страница 10
ОглавлениеCuerda rota
Cuando los fenómenos rebasan las explicaciones científicas, se califican de alucinaciones, chismes o cuentos dirigidos a algunas personas realmente muy crédulas.
El cuerpo humano es un jardín cuyas partes se tienen que regar con un bombeo incesante de mangueras internas que lo unen. Cuando una de ellas se rompe y deja de cumplir su función de alimentar con oxígeno una parte afectada, la consciencia abandona su envoltura terrestre y se dirige hacia un estado transitorio de observación.
¿Quién mejor que un luchador para relatar los golpes recibidos, los desmayos consecuentes y las ausencias involuntarias del ring? En ocasiones, parece que el cuerpo del luchador es el de un héroe de carne y huesos: se auto compone para seguir el combate pese al dolor. Antes de cada lucha Black Bull, rudo por convicción, se creía tan invencible como las cuerdas del ring amarradas a los postes metálicos del cuadrilátero. El mano a mano contra Fulgor Dorado era el encuentro previo a la disputa del título de campeón y para ello, Black Bull había duplicado su entrenamiento y triplicado sus ganas de vencer. El rudo se quería llevar la cabellera del técnico, tal el indio Sioux merecedor de su premio cabalgando y gritando de felicidad.
Black Bull trató de amortiguar la fuerza del lance de Fulgor Dorado, usando su cuerpo como amortiguador, pero al ceder la cuerda intermedia del ring, se deslizó hasta impactarse aturdido en el piso de madera.
Ahí se rompió la frágil línea del espacio temporal. La vista nublada del luchador se abrió y su cuerpo emprendió un viaje con rumbo desconocido. El luchador se elevó y atravesó un túnel oscuro. ¿Cuánto tiempo se quedó flotando en otra dimensión, atrapado en un presente eterno? Recuperó el conocimiento sin los recuerdos. Los ojos abiertos mirando el techo, Black Bull estaba sentado en la banca del vestidor. ¡Báñate, vamos a perder el camión de regreso!, le dijo su pareja luchística. “A ver si con el agua fría, se me quita la vergüenza de haber sido descalificado”, le contestó Black Bull. “Estuviste a punto de serlo, pero te levantaste justo a tiempo después del golpe. ¡Qué señora llave le aplicaste a Fulgor Dorado en la tercera caída!”, exclamó Black Bull.
Afirma la ciencia que sólo se debe asumir aquello que se pueda demostrar. Por si acaso, después de cada caída, Black Bull se pincha ligeramente la piel de la mano para saber de qué lado de la frontera del temporal se encuentra.