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Muerte de una estrella

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Ramiro terminaba su cigarro mirando el cielo que a esta hora de la noche se parecía más bien a una ciudad celeste iluminada por los astros. ¿Cómo nacerá una estrella?, se preguntaba. A su izquierda observó la caída inusual de una estrella fugaz que entró en el mundo de los meteoros. Un escalofrío inexplicable recorrió su espalda y todavía permanecía cuando tomó asiento en su butaca de la arena. El presagio no podía ser cierto. ¿Acaso existen avisos de los sucesos?

El Guardián y Viento Solar se encontraban desafiantes en el ring. El rudo estaba determinado a acabar con su rival, tal y como lo había anunciado por el micrófono ante la afición la semana anterior. Viento Solar aspiraba al cinturón de campeonato de peso medio y nadie iba a contrarrestar su ambición; mucho menos su oponente. El Guardián era el técnico consentido del público en general e ídolo de las adolescentes en especial. Sin demorar, el rudo lo derribó por sorpresa con una patada en el pecho. Un grupo de aficionadas ostentando la playera del Guardián se levantaron con la indignación reflejada en sus rostros. Pese a un dolor intenso, El Guardián ganó la segunda caída. Un lance fallido lo mandó a la tarima en la que se pegó en la nuca justo al iniciar la tercera caída. El público exclamó un “ohhh” de sorpresa inquieta. Pero El Guardián no se iba a rendir nunca. Se levantó, apoyando sus manos en el ring y encontró valor para retar a Viento Solar antes de caer inconsciente sobre el tensor. La exclamación del público se tornó en gritos de espanto en torno a su gladiador favorito que yacía en el piso de cemento.

El doctor estaba en estado de choque y le dijo a Ramiro que su mejor amigo de veinticuatro años se había ido. Contrariamente a lo que afirmaba Ramiro, los ojos abiertos del Guardián no indicaban una señal de vida. Ramiro se enfureció y volcó su desesperación en contra del médico de la arena. Como si el mismo acto lo fuera a librar del sentimiento de impotencia tan grande que lo invadía, Ramiro agarró al médico y por poco lo sepulta en la pared de la enfermería.

En el espacio infinito de las posibilidades, una de las milésimas oportunidades para un luchador de volverse ídolo del pancracio acababa de desaparecer en el último suspiro estelar de Alberto alias El Guardián. Aunque muy breve, su ciclo de vida se había completado. El Guardián, promesa luchística, estrella a futuro de la lucha libre, leyenda interrumpida había fallecido de golpe. Ramiro se quedó toda la noche llorando bajo las estrellas. Recordó sin embargo, a manera de consuelo, que todos somos herencia de alguna estrella albergada en el universo y formuló el deseo de honrar la memoria de Alberto volviéndose luchador.

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