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Filosofía, Lógica y Epistemología, soportes teóricos de la investigación científica

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Hoy día es imposible pensar en la construcción de un proyecto de investigación sin la ayuda y el apoyo de componentes epistemólogicos o conceptuales básicos, o la realización de un diseño investigativo sin la participación de principios y operaciones lógicas que a la postre le dan coherencia y continuidad a nuestro trabajo. Nos hemos acostumbrado tanto al léxico filosófico, lógico y epistemológico en la investigación científica, que prácticamente lo hemos adoptado como propio. Quiérase o no, la investigación científica y en general el acto de conocer, descubrir o indagar, hacen parte de una experiencia total donde están involucrados no sólo el sujeto u objeto de investigación, el contexto donde actúa, sino un conjunto de presupuestos epistemológicos que se ocupan de la definición del saber y de los conceptos relacionados, de sus fuentes y los criterios, de los tipos de conocimiento posible y el grado con el que cada uno resulta cierto, así como la relación exacta entre el sujeto que conoce y el objeto conocido.

Por experiencia sabemos que disciplinas como la Lógica, a través del examen riguroso de la actividad científica e investigativa, nos señalan el modo como se debe efectuar el proceso de elaboración de la ciencia y las leyes que lo gobiernan. De esta manera la Lógica se convierte en la disciplina que permite satisfacer la necesidad de indagar las leyes que rigen el proceso de adquisición del conocimiento y formularlas explícitamente. La investigación científica no sería posible sin la ayuda y el apoyo de algunos supuestos e hipótesis filosóficas, que a la postre sirven de soporte en la determinación de los paradigmas investigaivos. O sea, la investigación científica no hubiera podido desarrollarse y consolidarse sin este bagaje teórico y todas aquellas concepciones que tienen relación con el objeto de estudio de una ciencia, los problemas por estudiar, de la naturaleza de sus métodos y la forma de explicar, interpretar o comprender los resultados de la investigación realizada.

Mario Bunge (2000) en su libro Epistemología: ciencia de la ciencia, nos habla de diversas ramas de la ciencia que están involucradas con la investigación científica y que él denomina con el nombre de Nueva Epistemología. Serían las siguientes:

♦ Lógica de la ciencia (problemas lógicos y estructuras lógicas de las teorías cientlficas).

♦ Semántica de la ciencia (análisis e interpretación de la conceptualización científica).

♦ Teoría del conocimiento científico (diferencia con otros conocimientos).

♦ Metodología de la ciencia (estudio del método general de la investigación).

♦ Ontología de la ciencia (análisis de los supuestos básicos o metafísicos de la investigación científica).

♦ Axiología de la ciencia (estudio del sistema de valores que guía la investigación).

♦ Ética de la ciencia (estudio de las normas morales que se cumplen en la investigación).

♦ Estética de la ciencia (valores y reglas estéticas de la investigación científica, particularmente de los estilos literarios).

Actualmente no se puede hacer investigación científica sin el concurso de la epistemología, aquella filosofía o teoría de la ciencia que estudia críticamente los principios, hipótesis y resultados de las diversas ciencias con el propósito de determinar su origen y estructura lógica, su valor y alcance objetivo. Desgraciadadamente se comete el error de no traducir todos estos presupuestos epistemológicos al lenguaje propio del quehacer investigativo, es decir, la metodología y la técnica investigativa. La mayoría de las veces con estos conceptos se les traslada crudamente a la actividad investigativa, y como no se les han definido sus extensiones empíricas les cuesta integrarse al quehacer operativo de la investigación. De ahí la dificultad para traducir en actos o en productos lo que se plantea originalmente a nivel teórico. Es la típica incapacidad para encontrar los niveles de correspondencia entre lo que se dice y se hace, entre la teoría y la práctica.

Si nos remitiéramos estrictamente al conjunto de ramas mencionadas por Bunge, llegaríamos a la conclusión de que el estudio de la ciencia es un abigarrado conjunto de aspectos lógicos, metodológicos, estadísticos, semánticos, ontológicos, axiológicos, éticos, estéticos y naturalmente, instrumentales, que aunque no se identifiquen o se mencionen, existen o participan en cada una de las actividades de la investigación. El pensamiento como la estructura de un diseño de investigación se convertiría en algo caótico y azaroso si no obedeciera a algunos principios lógicos. No sería posible ir de lo empírico de las cosas al conocimiento científico, de la mera opinión o del supuesto al conocimiento estructurado, ricamente articulado, comprendido, coherente y reflexivo, si no se aplicaran algunos criterios o principios lógicos. Pero no creamos que para hacer investigación científica, tenemos que convertirnos en unos especialistas en Lógica, en Filosofía o en Epistemología, ya que como lo señala Hegel (1973) en su Lógica: “Para hacer razonamientos exactos hace tan poca falta haber estudiado lógica como haber estudiado la anatomía y la fisiología para digerir y respirar convenientemente”.

Uno de los cometidos del epistemólogo –afirma Bunge– (1973), es analizar la estructura lógica de las teorías científicas, entonces la lógica es una de sus herramientas de trabajo. Naturalmente el epistemólogo se servirá de la lógica de su siglo, sin ser necesariamente un especialista en ella, del mismo modo que el biólogo emplea la física de su siglo sin ser el mismo físico.

El hecho de destacar las relaciones entre la investigación científica y disciplinas como la filosofía, epistemología o la lógica, tiene un propósito muy definido: destacar y hacer énfasis en los vacíos que se observan no sólo entre los estudiantes y aprendices de la investigación, sino también en los propios investigadores profesionales, en el momento que les corresponda analizar e interpretar los datos e información de una investigación, de deducir e inferir premisas, establecer conexiones entre los fenómenos y hechos estudiados, argumentar sobre pruebas descubiertas, plantear y comprobar hipótesis, demostrar razonamientos estableciendo sus conexiones necesarias con otros conocimientos, etc. Excelentes trabajos de campo se frustran debido al poco o escaso nivel conceptual y abstracto que poseen las personas responsables de su análisis e interpretación. Muchas veces los investigadores carecen de formación y madurez para pensar científicamente, de ahí las dificultades para llevar a la práctica ciertas operaciones mentales de representación (enumerar-describir, comparar-distinguir, clasificar-definir, etc.), de identificación de problemas (contradicciones y oposiciones, ubicar hechos y fenómenos en el tiempo y el espacio, etc., de relación (relacionar un hecho con sus causas y consecuencias, buscar leyes y teorías para explicar y comprender hechos, etc.), de acción (explicitar los valores y principios que inspiran y guían la acción, establecer objetivos, metas, medios y métodos de acción, etc.).

Ejecutar todas estas operaciones propias del pensamiento científico requiere una formación teórica y conceptual básica, que sólo disciplinas como la lógica, la epistemología y la filosofía nos aportan. Desgraciadamente en la actualidad muchos investigadores y estudiosos de las ciencias sociales nunca logran superar el nivel de las fórmulas operativas que utilizan para investigar o para actuar en cualquier situación o cualquier momento, olvidando los niveles de teorización que deben guardar para no caer en las viejas fórmulas empíricas, donde todo se remite al dato y a la información objetiva y concreta. Algunos creen que ello hace la diferencia entre un técnico de la investigación y un investigador científico.

Los elementos de investigación

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