Читать книгу Desde la universidad a la sociedad - Patricio Donoso Ibáñez, Ignacio Sánchez Díaz - Страница 15
Оглавление¿Libertad para enseñar o para aprender?
La educación es la aventura más fascinante e importante de la vida. Para el que la imparte y para el que la recibe. Educar (del latín educere) significa conducir al individuo fuera de sí mismo para llevarlo a otra realidad, hacia un crecimiento que se orienta a la plenitud de la persona. Por eso es que la educación se considera un derecho, y también por eso son las personas, y su desarrollo, las que deben estar en su centro y hacia las cuales hay que orientar sus objetivos. La educación necesita, pues, de la generación de un ambiente de crecimiento personal, cultural y espiritual donde se crea un encuentro singular entre dos libertades: la del profesor y la del estudiante.
La mirada desde la libertad de desarrollarse como individuos diversos y únicos es la base de la libertad de enseñanza que requiere de un reconocimiento social, con un rol subsidiario del Estado, de modo de proteger esa garantía fundamental de sus ciudadanos. La libertad de educación no solo forma parte de la Carta Internacional de Derechos Humanos y la incorpora nuestra Constitución Política, sino que es parte indisoluble de la libertad de conciencia y se vincula también a la libertad de culto y al derecho de la familia de educar a sus hijos.
La educación necesita de la generación de un ambiente de crecimiento personal, cultural y espiritual donde se crea un encuentro singular entre dos libertades: la del profesor y la del estudiante.
Bajo esta concepción, la educación es mucho más que entregar conocimientos o información. Supone un respeto esencial a las diversidades propias del desarrollo de todo ser humano y un compromiso con su fortalecimiento como persona. Considerando que el interés por saber más y por acercarse a la verdad es parte inherente del hombre, la educación promueve y facilita el desarrollo pleno de la persona, al permitirle un acercamiento a la verdad y a un conocimiento nuevo y sustentable. Mirado de esta perspectiva, contribuye también a que la persona valore el diálogo, el intercambio de ideas, la tolerancia y adquiera así elementos fundamentales de vida democrática. Son estos los objetivos últimos que deben regir nuestro debate de lo que queremos entregar y compartir con nuestros estudiantes, en educación básica, media y muy especialmente en la educación superior.
En este contexto, cabe hacer la diferencia entre libertad para enseñar, necesitada de protección por parte del Estado y la sociedad, y la libertad para aprender, que debe ser exigida por los ciudadanos de una nación. Para poder asegurar estas libertades de enseñanza y de aprendizaje, se requieren algunos supuestos básicos: compromiso del Estado de promoverla en todos sus niveles, pluralismo y variedad de proyectos educativos, autonomía de los planes educativos y, sobre todo, valoración y reconocimiento social.
Este escenario valora especialmente el significado de un sistema universitario amplio y diverso, con instituciones de vocaciones públicas y privadas que enriquecen la diversidad de formación de nuestros jóvenes. Ellas deben velar para que su variedad sea garantía de que las libertades de enseñanza y de aprendizaje puedan ser una realidad en nuestro país, y que se cuiden como un bien muy preciado. Desde nuestro proyecto educativo propio, consideramos, además, que la educación que incorpora el aporte de la trascendencia y la espiritualidad se hace más completa, inclusiva y comprensiva.
La riqueza de esta libertad compartida radica en que permite una sociedad más pluralista, enriquece los bienes culturales, vela por una mayor calidad del sistema y profundiza las bases democráticas de una sociedad. En un entorno de esta naturaleza, profesores y estudiantes deben comprometerse a respetar e incluso a estimular las ideas ajenas, ya que la diversidad nos enriquece y permite que podamos ver otros aspectos de la verdad. Así también esa libertad exige responsabilidad, compromiso y un manejo maduro del balance entre deberes y derechos de todos los integrantes de una comunidad universitaria.
El horizonte y rumbo del país requieren que la calidad del proyecto educativo de cada institución esté a la altura de este compromiso y responsabilidad. Es a Chile y sus habitantes a los que debemos servir, para facilitar su desarrollo integral, asegurando la libertad de enseñar y de aprender de todos sus ciudadanos. Este es el mayor desafío de todos los educadores. Y es el compromiso de seguir en esta aventura el que asumimos con alegría y esperanza.
Publicado en el diario El Mercurio el 5 de enero de 2012.