Читать книгу Desde la universidad a la sociedad - Patricio Donoso Ibáñez, Ignacio Sánchez Díaz - Страница 7

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Presentación

La Universidad vive de la verdad de sus logros. Sin embargo en la universidad contemporánea esta afirmación lleva a una situación paradójica. Las innumerables ramas de la ciencia entregan verdades reconocibles en número increíble. Pero en la misma medida parece desvanecerse la posibilidad de una verdad fundante. Esto constituye en educación una insuficiencia grave, porque los fines de la educación han tenido que ver con el fin mismo del hombre, y nos estamos hallando más bien sumergidos en un conocimiento instrumental, en el cual no se puede discernir nada que tenga un carácter verdaderamente fundamental. El conocimiento limitado a lo instrumental expresa un nihilismo ontológico, que afecta por supuesto también al propio hombre, que aparece sin valor intrínseco ni trascendencia.

En la Universidad, y a través propiamente de su enseñanza y formación, se puede dar una lucha razonada por la verdad fundamental en lo humano. Esta tensión es lo que anima buena parte del debate por la Universidad hoy día: no se trata tanto de cómo alcanzar determinados fines, sino de por qué buscarlos. Hacia el año 800 de nuestra era, el monje Alcuino de York, traído por Carlomagno desde Irlanda, enseñaba Gramática, ciertamente de nivel elemental. Y él mismo relata que preguntados sus alumnos por el último objeto de aquel esfuerzo sacrificado, hecho en tiempos tan difíciles, ellos dieron una respuesta que sigue siendo válida. Preguntaba Alcuino “¿quid quaeritis?” ¿Qué buscáis?, y ellos respondían: “¡felicitatem quaerimus!” ¡Buscamos la felicidad! Eran conscientes de que el camino del saber es un camino de plenitud humana. Aun hoy, en una sociedad trivializada, los entendemos: sabemos que en el debate sobre educación superior se juega un aspecto determinante de nuestro destino como sociedad.

Pero para abordar un problema tan complejo como es el de la educación superior hoy día, hay que recorrer múltiples caminos, algunos bien distantes de la vía establecida de los programas universitarios. Uno de ellos es el que se esboza en este libro, y es el de seguir la vida universitaria en las reflexiones de alguien que, inmerso en su agitado ambiente, tenga la capacidad de juicio sereno y discriminatorio que permite discernir en las fluctuaciones del acontecer cotidiano las grandes líneas de evolución y acción social que se están desarrollando. Una persona así es el Dr. Ignacio Sánchez Díaz, médico, pediatra de vasta experiencia, autor de valiosos libros de su especialidad, profesor por mucho tiempo, y que ha ejercido durante cinco años el cargo de rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, impulsor de iniciativas de gran impacto y que ha adquirido una fuerte influencia en el ambiente nacional. Sus contribuciones científicas y académicas hacen que sea interesante y estimulante conocer su pensamiento en todo un conjunto de cuestiones que han emergido en la vida universitaria y cultural del país.

En este libro se contienen escritos de órdenes diversos agrupados según su naturaleza. Hay documentos oficiales, tales como cuentas anuales; hay otros, ya de autoría única, ya realizados en equipo, que versan sobre temas de actualidad en la vida pública.

Especialmente atrayentes, por lo novedosos, resultan escritos ocasionales que abordan la vida universitaria en su agitado desarrollo y enfrentada a continuos y diversos desafíos. Allí aparece en acción la Universidad encargada por la Iglesia de una tarea fundacional, heredera creativa de una tradición milenaria, testigo de la riqueza que hay en la mutua penetración de dos órdenes, el del hombre que busca la verdad y el del hombre a quien se le ha abierto la Verdad.

Hay aquí escritos sobre el significado de la educación superior en un contexto general y sobre los elementos distintivos de una institución de identidad católica. Son temas sobre los que hay que volver continuamente y que se plantean a menudo en una perspectiva polémica, en una sociedad secularizada y propensa a la homogeneización y difuminación de los valores. Sin embargo, de la claridad en estos aspectos ha dependido en gran parte la capacidad que ha tenido la Universidad Católica de dejar un sello propio y duradero en la vida pública chilena.

Los artículos vuelven reiteradamente sobre el tema de la calidad de la enseñanza, asunto de máxima importancia: donde no hay aspiración constante y sacrificada a la más alta calidad posible, no hay universidad. En esa búsqueda de calidad, la propia vida universitaria se suma a muchas iniciativas sociales, como la nivelación de oportunidades desde la primera infancia, la disminución de las brechas entre los sistemas educacionales, los procesos educativos y su regulación.

El tema de la acreditación, donde se propone una serie de cambios, merece una especial y justificada atención: en un sistema educativo que ha crecido de manera explosiva y que cubre una amplia gama de niveles y caminos, la acreditación es un medio para asegurar la adecuación de los esfuerzos educativos a las aspiraciones de la sociedad. La experiencia chilena muestra cuán arduo y conflictivo puede ser el manejo de un sistema de acreditación que resguarde la fe pública en las universidades.

El tema de la calidad de la enseñanza se entrelaza con otros que tienen que ver con concepciones sociales y políticas públicas. Por supuesto que tiene también que ver con los instrumentos que se usan habitualmente para regular el ingreso, tales como la PSU o el “ranking”. Ellos no afectan solo a los elementos cognitivos de una población estudiantil, sino también a su estructura social. El análisis de estas relaciones ofrece un campo fascinante de estudio del fenómeno universitario y de su repercusión en toda la vida de la sociedad y está abordado en varios artículos no solo desde un punto de vista técnico, sino en la perspectiva de un avance en la inclusión social y en la superación de desigualdades injustas, esto es, en la vocación y la determinación de construir un mundo más digno del hombre. En el conjunto de esos trabajos, la calidad y su acreditación dejan de ser miradas solo como medios y pasan a integrar el núcleo de los fines propios de la Universidad, íntimamente relacionados con el conjunto de la vida social.

Institucionalidad universitaria

Las universidades están construidas con hombres. Esta vieja frase medieval señala que no es lo importante en ellas su dotación material, sea en edificios, aparatos, organizaciones. Lo decisivo es el aporte espiritual de los profesores, su capacidad para encender en sus alumnos la llama de la búsqueda, el interés por el conocimiento, el “gaudium de veritate”. Y creo que hoy, más de mil años después, eso sigue siendo verdad, y el que estudia, aun el más modesto, busca y experimenta al menos la alegría de saber, a no ser que el sistema docente que lo envuelve asfixie ese movimiento del espíritu.

En un genuino ambiente universitario, los alumnos llegan a superar a sus maestros, lo que determina un ambiente en el cual el más genuino deseo del que aprende es enseñar.

Ese ambiente de superación es lo que hace que las universidades contribuyan a mejorar la vida de las personas y ejerzan una acción de bien público notable. Desde la Edad Media ellas forman –o pueden llegar a formar– un ambiente de aprecio y respeto por los bienes del espíritu. Y esta acción explica por qué la sociedad civil se enriquece a sí misma cuando comprende, apoya y fomenta la acción de las universidades, y especialmente aquella parte de ella que suele ser más difícil de entender, la de la investigación, por cuyo intermedio la sociedad se mueve en el mar sin orillas de lo desconocido.

Esta dinámica de aprender y enseñar debe mover toda la vida universitaria y la marca con una voluntad de reforma seria y responsable, muy distinta de la agitación frívola y de la inercia perezosa (“universitas semper reformanda”).

Desde el ángulo de la visión pastoral se reflexiona acerca de un aspecto básico de la institucionalidad de nuestra universidad, que es su relación con la Iglesia. Ella destaca a la luz de la misión de la Universidad Católica, en el marco de la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, que aclara y pone al día la institucionalidad propia de la UC de un modo que resulta iluminador, especialmente en el contexto de reforma de la institucionalidad del sistema de educación superior del país. La Universidad es parte de la Iglesia, nacida de su propio corazón, y participa por tanto de su misión evangelizadora. Se refleja en su estructura interna, en su gobierno, en el rol que en él juegan profesores, estudiantes y administrativos. En este libro, el Rector se refiere a numerosos temas que tienen que ver con el multiforme compromiso de la Universidad en la obra evangelizadora de la Iglesia: así por ejemplo se refiere al Año de la Fe, a los Papas Benedicto y Francisco, y a su propia experiencia en el último Encuentro de la Juventud realizado en Río de Janeiro, donde es testigo de la maravilla y la alegría de la fe de los jóvenes.

La Universidad, como institución inmersa en el mundo contemporáneo, participa también de sus lutos y dolores. Ella afronta un mundo en el cual la mutilación del secularismo toca de lleno a la misma persona del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. A la serie cruel de guerras y revoluciones sangrientas, se viene a sumar el rechazo del ser humano en el inicio de su vida, y la afrentosa defensa del crimen del aborto. El libro reproduce varios textos en Defensa de la Vida donde queda clara la postura de la Universidad en esta nueva fase de una vieja lucha por la dignidad del hombre.

Una gran universidad moderna no puede funcionar sin una cantidad enorme de recursos. Algunos provienen de las rentas de su patrimonio, otros del pago de sus servicios docentes, otros de contribuciones del Estado, ya sea a la docencia, ya a proyectos de investigación; otros finalmente de instituciones o de personas naturales, como donaciones, legados etc. La diversidad en las fuentes de recursos es paralela a la de su distribución, y se exige una administración eficiente que permita sustentar el trabajo conjunto. El financiamiento de la Universidad y su regulación son expresión de la consideración que a la sociedad le merece la educación de sus miembros y su contribución a la gran empresa universal de la cultura. No son acciones ajenas a lo académico, sino aspectos especiales de una misma tarea. Varias modalidades y problemas relacionados con el financiamiento se han transformado en asuntos públicos de gran magnitud y se encuentran abordados en artículos diversos cuyo conjunto da luz sobre problemas urgentes de la educación superior.

Temas como los que se esbozan en la presentación son tratados en este libro, que viene a ser como una respuesta a los múltiples desafíos que afronta una universidad. Y una Universidad Católica. Como se ha mostrado muchas veces en su historia, la Universidad está llamada a un íntimo contacto con su mundo y su época. Aunque el desarrollo de este libro siga un orden no convencional, el que recorra sus páginas recibirá un eco de la pugna cultural de nuestro tiempo: cómo llevar los beneficios del saber y de la ciencia a un número cada vez mayor de seres humanos, y cómo procurar que ese progreso no se pierda en una pura manipulación del mundo, sino que abra nuevos caminos para lo auténticamente humano. La Universidad y la sociedad, el ser humano y su mundo, se expresan aquí con la vivacidad de un encuentro y un descubrimiento.

Juan de Dios Vial Correa

Rector emérito de la Pontificia Universidad Católica de Chile

Desde la universidad a la sociedad

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