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ОглавлениеVictoria Kent: reformadora de cárceles e icono republicano
Su rostro serio, casi circunspecto a pesar de su juventud, no impidió que se convirtiera en uno de los personajes más populares de la Segunda República. Una seriedad afable, tranquila, sólida. Su nombre, Victoria Kent, acabó formando parte de la letra de un chotis. Su imagen sobria, sin rastro de coquetería, encerraba cierto empaque. Una veta cosmopolita la acompañó gran parte de su vida, desde su origen malagueño hasta su largo exilio en Nueva York. Su padre, José O’Kean, de origen irlandés, regentaba una sastrería en Málaga y comerciaba con tejidos; su madre, María Siano, era de ascendencia italiana. La familia pertenecía a la burguesía mercantil y residía en el barrio de Lagunillas. La sastrería, situada en la calle Larios permitía a la familia vivir de forma holgada. Los primeros hijos del matrimonio —algunos de ellos sastres como su progenitor— habían sido inscritos al nacer con el apellido O’Kean, pero Victoria (Victoria, Adelaida, Fermina de la Santísima Trinidad era su nombre completo) y su hermana María fueron registradas con el apellido ligeramente modificado, Ken. Es probable que el cambio se debiera a razones prácticas: fonéticamente sonaba casi igual. Con los años, Victoria añadiría una t a su apellido y firmaría Kent. En su árbol genealógico había un bisabuelo marino relacionado con el condado de Kent. Un legado simbólico que ella recuperaría al llamarse, definitivamente, Victoria Kent. Una pirueta lingüística que transformaba sus probadas raíces irlandesas en unas inciertas vinculaciones británicas. En sus papeles privados (depositados en la Beineke Library de la Universidad de Yale) no faltaba un árbol genealógico rastreando el apellido Kent, señal de que apenas quedaba huella en su memoria del olvidado O’Kean paterno.
Victoria Kent marcó a prueba de fuego su identidad y no solo su apellido. Una labor concienzuda que la llevó a ser la mujer más relevante en el arranque de la Segunda República. Nació en Málaga en 1892 y murió en Nueva York en 1987. Aunque también hay cierta polémica con su edad: a la joven Victoria le gustaba recrear su vida y en algunos documentos firmados ya en Madrid escribe que nació en 1897 (e incluso en 1889), tal vez por motivos académicos o por una sorprendente coquetería. Sus padres tenían ideas liberales, frecuentaban la Sociedad Malagueña de Ciencias Físicas y Naturales, y aceptaron que Victoria, testaruda ya desde niña, estudiara en casa. No le gustaba ir a la escuela ni a los colegios religiosos a los que acudían otras chicas. Aprendió a leer y a escribir con su madre, a la que estaba muy unida, y más tarde tuvo profesores particulares. Le gustaba ir a su aire, pero no le faltaba ambición por el estudio. En 1906 ingresó en la Escuela de Magisterio de Málaga y allí encontró a dos profesoras de ideas feministas que dejaron poso en ella, Suceso Luengo y Teresa Aspiazu. Tras obtener el título de maestra realizó estudios de bachillerato en Madrid y quiso entrar en la Escuela Superior de Magisterio. No lo logró y regresó a Málaga. Pero volvió a Madrid —en una época en que su familia se mudó a Écija y luego a Sevilla— para alojarse en la Residencia de Señoritas y matricularse por libre en Derecho. El padre de Victoria Kent conocía al profesor malagueño Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia de Estudiantes, y eso facilitó que fuera admitida en la de señoritas. Parte del alojamiento lo sufragó encargándose de la biblioteca de la residencia, lo que la convirtió en una colaboradora directa de María de Maeztu. Durante un tiempo, además, trabajó de maestra en el Instituto-Escuela. No le pagaban mucho, pero ese trabajo, sumado a su estancia en la residencia, la conectaba por partida doble con la Institución Libre de Enseñanza y su órbita académica e intelectual.