Читать книгу Reinventarse - Inés Olivero - Страница 15

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A veces, el vacío se presenta de golpe, como un sablazo. Una quiebra económica que, de un saque, nos deja en la ruina. O una enfermedad que aparece justo cuando empezábamos a disfrutar de una vida sin aprietos, cuando vislumbrábamos que podíamos acceder a la abundancia. Sucede, en muchas ocasiones, con una relación que nos hace tocar el límite de lo siniestro. La persona en quien confiábamos, a quien le habíamos entregado nuestra verdad más profunda, con quien caminábamos seguros y felices, de pronto, nos traiciona del modo más aberrante. Y el mundo que habíamos construido se derrumba sin previo aviso, dejándonos en un páramo en el que ni siquiera podemos reconocernos. Allí tocamos un lugar de indefensión que no sabíamos que podríamos sentir alguna vez, un borde, un verdadero abismo. Estas situaciones que trastocan la realidad en la que instalamos nuestras vidas, de un modo tan brutal e inesperado, suelen abrir más rápido la conexión con lo desconocido.

En otros casos, la experiencia del vacío comienza de modo sutil, discontinuo. Todo viene transcurriendo más o menos bien hasta que… una vivencia extraña opaca el momento. La charla que manteníamos con una amiga se va diluyendo en la taza de café y de pronto sentimos la imperiosa necesidad de irnos de ahí. Los brillos que se insinuaban entre el follaje en los paseos matutinos ya no aparecen. El disfrute de un proyecto de familia, acompañar a los chicos en sus desafíos, abrir otros frentes en la profesión, sabernos útiles en los avatares del día a día… van borroneándose en el devenir.

Cualquiera sea el desencadenante, nos produce un dolor infinito que no cesa, que acompaña cada movimiento, que sacude cada una de nuestras fibras más profundas. Estamos tomados por una inercia larvada, sin forma, de la que no podemos desprendernos. Nos hace sentir la frialdad de la muerte en los hechos cotidianos. Y duele el abandono que hacemos de nosotros y de los demás… Sí que duele. Pero no hay caso. No podemos encendernos, no sale, por más que nos esforcemos.

Insomnio, taquicardia, ansiedad, ataques de pánico. La consulta médica nos llena de ansiolíticos que terminan siendo adictivos y tampoco queremos depender de ellos. Probamos con yuyos y medicina alternativa; hacemos reiki o comenzamos a meditar. Pero ninguna de las propuestas produce resultados. El tránsito diario en nuestra compañía es insoportable.

Este prolongado calvario que limita nuestro modo de estar en el mundo es realmente muy difícil de recorrer, muy desconcertante. Pero no ofrece alternativas. Solo es posible seguir.

Reinventarse

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