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La historia
de Elena

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Elena se siente morir. Su familia la ama, ella ama a su familia y sin embargo, de repente, sin previo aviso, quiere librarse de todos, estar sola, atender su desesperación con toda la energía que tiene disponible. La confusión envuelve su discernimiento. No logra saber cómo actuar o qué decir. No conoce el significado de su angustia, de su perplejidad ante lo que atraviesa. Todo está revuelto, pesado y falto de interés. Sus afectos, sus gustos, las elecciones que iluminaban su vida, desaparecieron de repente.

¿Se ha vuelto un monstruo? ¿Cómo es que sus hijos ya no le importan? ¿Y su marido? La idea de hacer cosas juntos, que siempre la ponía contenta, se le aparece ahora como una carga, y eso, a todas luces, no está bien. Las horas compartidas en familia son insoportables, se siente tironeada y sin fuerzas para responder, lo que la pone de peor humor.

¿Qué es lo que pasa? Ni su profesión de arquitecta la convoca: se encontró rechazando un trabajo de remodelación (que en otro momento la hubiera entusiasmado), por sentir que no podría responder. Los amigos y las reuniones sociales son un verdadero martirio. Las conversaciones le suenan intrascendentes, las cosas que comparten amigos o familiares las siente superficiales. Escucha las críticas y los juicios sobre los demás, o los comentarios sobre el país o el dólar, como si se tratara de una matraca agitándose violentamente. No puede evitar ir a los cumpleaños, casamientos, bautismos y comuniones. De poder hacerlo, no iría. Todas esas fiestas se convirtieron en un ritual sin sentido que corean personas huecas, casi podría decir desconocidas. No puede recordar cómo eran los tiempos en los que disfrutaba de esas situaciones.

De todos modos, sigue adelante, tratando de poner la mejor cara, mientras se halla envuelta en una confusión tan inmensa que algunos días llega a pensar que está enloqueciendo. ¿Por qué le ocurre todo esto?

Comienza a escribir lo que va sintiendo y esconde su diario para que nadie pueda encontrarlo. Es como su confesionario, el lugar que va documentando este tiempo incomprensible. Si bien es cierto que al escribir no recibe respuesta, al menos su diario no la juzga y se va consolidando un ámbito de silencio reparador que legitima su desconcierto. Está convencida de que no puede contárselo a nadie: nadie la entendería. Su terapeuta le señala que está deprimida y que por eso no se entusiasma con nada, pero ella sabe que hay algo más, aunque no puede definirlo.

Reinventarse

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