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La historia
de Juan Ignacio
ОглавлениеA Juan Ignacio lo conocí en un taller de máscaras. La propuesta de trabajo era reconocerlas en el funcionamiento cotidiano y aprender la importancia que existe entre usarlas intencionalmente o creer que la máscara es lo que somos. Allí, se contaron diversas historias, pero lo planteado por Juan Ignacio nos conmovió profundamente. Ingeniero, de una familia acomodada y de muy buen nivel sociocultural, a los treinta años se casó y tuvo tres hijos, era eficiente en su profesión y un padre responsable. En un momento tuvo que viajar a la costa para dirigir una obra y sorpresivamente sintió una arrebatadora pasión por un obrero con el que se enredó durante los quince días que duró su estadía. Llorando nos relató cómo, durante toda su vida, fue asaltado por pensamientos homosexuales, pero como era muy católico creyó que eran tentaciones del diablo para hacerlo perder todo lo que había logrado. A partir de esa situación no pudo dejar de atender lo que su Ser le estaba pidiendo, que se hiciera cargo de su identidad sexual y que afrontara las consecuencias. Lo habló con su mujer y ella indignada le pidió que se fuera de casa. Lo hizo y le llevó mucho tiempo poder volver a ver a sus hijos. Eran muy pequeños y todavía no podía sincerarse con ellos, pero los amaba. Juan Ignacio compartió el terrible padecimiento que lo acompañó durante tantos años por estar identificado con la máscara que se había impuesto.
Cuando estamos tan disociados, cuando no tenemos ni idea de qué cosas hemos sepultado en lo profundo de nosotros mismos, o no queremos darnos por enterados, el impacto es mucho más fuerte. Cualquier disparador hará saltar ese aspecto nuestro que no tuvo derecho a salir a la luz. Un terrible desconcierto se apodera de nosotros y el abismo se hace presente…
Aquellos que son movilizados por semejante vendaval, poniendo a prueba su estabilidad, pagan un alto precio. Sus almas son arrastradas contra los acantilados más duros, aporreando sus emociones sin piedad, sacudidos por las peores tormentas. Son peregrinos de la sombra y viajeros de la desolación. No es fácil acompañarlos… Tampoco la soledad los libera, aunque es un lugar de recogimiento y reflexión. Y entonces, al sentirse descubiertos frente al mundo, caen en la desesperación. Como en el caso de Juan Ignacio, sobreviene la pregunta: ¿Es esto necesario? Creí que iba a poder seguir ocultando a ese volcán que me acosaba, lo pude detener durante tantos años... Esta terrible experiencia puso fin a un sufrimiento hondo y callado que lo iba erosionando por dentro. Nadie ansía ese horrible dolor, cualquiera renunciaría a él, de ser posible, pero la Vida es justa, y en algún momento nos obliga a ser auténticos.