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Práctica
de meditación

Nos concentramos en la respiración, en el aire fresco que inhalamos y el aire cálido que exhalamos…

Hacemos tres respiraciones lentas y profundas y, a medida que exhalamos, vamos dejando caer el cuerpo en la silla, en los apoyos y nos relajamos…

Nos disponemos para la experiencia que hoy nos espera…

Vamos a imaginarnos nuevamente en el escenario anterior, el cerro, la cueva y el pozo…

Pero ahora nos sorprendió la noche en medio de la exploración y sospechamos que no tendremos la posibilidad de regresar…

Nos sentimos desprotegidos, asustados y tan frágiles, que suponemos que podemos ser dañados… Merecido castigo por nuestra osadía…

Oímos las voces de nuestros padres, pareja e hijos que nos alertan sobre un gran peligro y nos tientan a regresar y dejar la tarea sin hacer…

Pero junto a esas voces, otras más sutiles nos alientan a continuar... Nos dicen que podremos hacerlo, que confiemos en nuestra potencia, que es mucho mayor de lo que imaginamos…

Algo así como un suave fragor se moviliza en el pecho… Una fuerza desconocida nos empodera y seguimos adelante…

Sin embargo, nos preguntamos: ¿Qué me espera? ¿Cómo seguirá esto?

Los latidos se aceleran y los músculos se preparan para la defensa…

Y decidimos averiguar qué nos traerá esta corazonada…

Este tránsito nocturno a la deriva, sin mapa de ruta…

Por lo pronto, las emociones que vamos percibiendo nos acercan aires de aventura…

Y en medio de la máxima vulnerabilidad se hace presente un coraje desconocido, que acompaña al miedo que sentimos…

La noche sin estrellas no nos permite distinguir las formas que se mueven a nuestro alrededor, y eso nos hace concebir la idea de que monstruos horribles nos acechan…

Algo nos dice, desde nuestras profundidades, que nos quedemos quietos, que esperemos a que la luz del amanecer nos haga ver las sombras que dan origen a nuestras percepciones…

Sabemos que estamos imaginando, pero también que hay un mensaje que podremos conocer y eso nos estimula a seguir…

Pasan las horas y continuamos ahí, rodeados de aparentes fantasmas que se agitan cerca de donde estamos…

En el silencio nocturno habitan fantasías oscuras, reproches, autoacusaciones de acciones pasadas que vuelven a acosarnos… Las observamos y nos surgen un sinnúmero de juicios que nos condenan… Pero, como un susurro, escuchamos una voz que nos recuerda que esos hechos fueron cometidos en una época en que no contábamos con los conocimientos actuales, por lo tanto, no es posible juzgarlos desde aquí…

Es cierto que hoy haríamos otra cosa, pero no podemos recuperar ese momento para modificarlo…

Y la Voz nos dice: Era eso lo que podías hacer en aquella circunstancia, no podías haber dado otra respuesta…

Con los rayos del sol, volvemos a reconocer el terreno y nos preparamos para regresar a tierra firme…

Emprendemos la vuelta con un raro entusiasmo.

Lo recordamos para luego registrarlo en el cuaderno.

Volvemos a hacer tres respiraciones lentas y profundas y con cada inhalación vamos recuperando el cuerpo de los apoyos y, lentamente, abrimos los ojos.


(Anotamos lo que consideramos importante).

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