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1 BIENVENIDOS A MI HISTORIA

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Mi despertador marca las 7:02. Extravagancia personal. No me agradan las horas en punto. Me visto sin hacer ruido, me ato mis Nike recién estrenadas gracias a una amiga de la familia que tiene descuentos. Piso el asfalto al ritmo de End of Time de Beyoncé, mis pies se mueven sin cesar. Corro para olvidar, para aclarar todas las ideas que me retumban en la cabeza. Salgo a esa hora porque ella aún duerme y sé que es el único momento en que me dejaría salir sola. Sé que cuando llegue tendré que volver a encerrarme.

La calle no está hecha para personas como yo. Sus palabras resuenan en mi mente. Cambia la canción y acelero el ritmo, noto cómo bombea mi corazón, siento cada paso que doy. La adrenalina de volar libre. Libertad. Es una palabra de la que no gozo al pronunciarla en voz alta, pero que sí me permito experimentar en estos pequeños instantes. Y una sensación que desaparecerá en el momento que ella decida. Es como si pudiera rozar con la yema de los dedos esa sensación, como el niño que intenta llegar a la nube con sus propias manos. Pero mi nube se vuelve oscura y turbia porque ella nunca quiere perder el control. Control. Qué gran palabra. Es en esos momentos en el asfalto cuando me empodero y me convenzo de que puedo trazar la dirección de mi vida. Justo en ese instante acelero aún más, advirtiendo mi libertad, avistando mi albedrío, justo en ese preciso instante la realidad me cae encima como un peso muerto sobre los hombros. Se me escapa una lágrima, pero no, me la limpio con la manga de mi camiseta. Continúo porque no debo retrasarme, he de regresar antes de que ella abra los ojos porque, si no, puede pasar lo peor.

Llego sudada y satisfecha por el trabajo realizado. He conseguido subir hasta la montaña y bajar en una hora. Esa montaña me da paz. Ella también lo sabe, por eso me hace creer que mira hacia otro lado cada mañana mientras salgo a hurtadillas, ya que en el fondo ella también lo necesitaría, pero es demasiado tozuda para hacerlo. Prefiere quedarse en casa, durmiendo, levantarse tarde y atiborrarse de comida fría que haya sobrado la noche anterior.

Me meto en la ducha, dejo que caiga el agua templada sobre mi cabeza mientras cierro los ojos pensando que ojalá esta sensación de bienestar pueda durar toda la vida. Sonrío imaginándome que acaso pudiera llevar las riendas de mi vida, pero enseguida oigo la puerta; ya está aquí.

Mi sonrisa se desvanece a la vez que ella hace su aparición.

Mi nombre es María. Bienvenidos a mi historia.

Vivir con ella

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