Читать книгу Los Secretos Del Rubicón - Ivo Ragazzini - Страница 4

Donde estaba el Rubicón, estaba también el camino hacia Roma

Оглавление

Romaña, hacia finales del año 50 a.C.

Julio César y su escolta militar se dirigen desde Rávena hacia Cesena

Ubi est Rubico finis, etiam est Roman Via (Donde estaba el Rubicón, estaba también el camino hacia Roma) —dijo César al joven comandante de escolta Quinto Hortensio, que se sentaba a su lado sobre un carro militar, mientras atravesaban desde Rávena la calle custodiada por la Décima Legión1 que conducía a Cesena, uno de los lugares que César, con una deuda de más de cien millones de sestercios, estaba construyendo en la Romaña en las cercanías de la frontera del Rubicón—. ¿Lo sabías, Hortensio? —añadió César.

—Antes de ahora no, pero una vez un centurión me contó algo —respondió el comandante Hortensio en un latín mezclado con galo.

—¿Te dijo al menos quién los creó y por qué se lo llamó Puniceus Rubicon?2 —preguntó César.

—No.

—Entonces no te explicó gran cosa ese centurión —Cesar sonrió.

—¿Quieres ser mi maestro, general César?

—Está bien, comandante Hortensio.

»Hace muchos años, cuando la Romanvia3 todavía no existía, un tribuno llamado Flaminio construyó un camino que conducía de Roma a Rímini en esta tierra a la que se llamó Flaminia en su honor.

»Sin embargo, pocos años después, un general púnico llamado Aníbal atravesó los Alpes y sorprendió a Roma desde el norte de Italia.

»Así que el tribuno Flaminio es nombrado cónsul y el senado le ordenó que defendiera a marchas forzadas el camino hacia Roma que acababa de finalizar y construir una línea defensiva para impedir el acceso y cerrar el paso de Aníbal hacia Roma.

»Y así el cónsul Flaminio construyó esa serie de líneas defensivas sobre algunos ríos y arroyos entre la actual Caes Arena y Ariminium y llamó Puniceus Rubico4 a aquellas defensas colocadas a toda prisa porque debía impedir el acceso del púnico Aníbal a la vía Flaminia, el único camino fácil que desde el norte conducía directamente a Roma —explicó César.

—Muchas gracias, César. ¿Por qué hoy lo llamamos Rubico finis? —preguntó Hortensio.

—Porque todavía hoy hay una línea rojo púrpura inexpugnable a los enemigos y protegida por los dioses de Roma.

»Esas defensas se cerraron como empalizadas de pinos marítimos talados en los enormes pinares que ves que nos rodean, luego pintados de rúbico,5 el color sagrado de Roma y hecho inviolable para los Dioses con un ritual sagrado de algunos sacerdotes flamines,6 que colocaron los espíritus de nuestros Patres a guardar esa frontera para castigar a cualquiera que hubiera osado atravesarla en armas.

—¿Así que es por eso por lo que está prohibido cruzar armado el Rubicón? —preguntó un poco espantado Hortensio.

—Cierto, pero añadieron también los legionarios para custodiarlo, porque a veces los dioses solos no bastan. Y visto que ahora ha desaparecido la amenaza púnica, la mayoría lo llamamos solo Rubicón y lo mantenemos en pie para evitar el acceso hacia Roma por parte de bárbaros y enemigos desde el norte.

»Legionarios romanos y galos incluidos, naturalmente —añadió César sonriendo.

—¿Así que Rubicón significa rojo púrpura, noble César?

—Sí, es el color sagrado de Roma, el color rúbico que ves todavía en todos nuestros mensajes y notas bordeadas de rojo que enviamos y recibimos de Roma7 —respondió César.

—Gracias, César, no lo sabía. ¿Me explicarías también por qué los legionarios romanos tienen miedo de atravesarlo, mientras que los de origen galo no?

—Porque quien es romano y lo atraviesa se convierte en un traidor y se dice que será fulminado por los dioses de Roma, mientras que quien no es romano se verá derrotado con la ayuda de los dioses por los soldados de Roma. O al menos eso dicen algunos sacerdotes flamines que cada cierto tiempo hacen un rito de maldición contra aquellos que traten de atravesarlo en armas —responde todavía sonriendo César.

—¿Y con todas estas maldiciones que lo rodean, no tendrías tú también miedo de atravesarlo, noble César?

—Un poco sí, pero no mucho —respondió César tras pensarlo un poco.

—¿Por tanto es solo por la protección sagrada de los sacerdotes flamines por lo que nuestros legionarios galos estarían dispuestos a atacarlo, mientras que los legionarios romanos no querrían hacerlo? —preguntó reflexionando para sí Hortensio.

—Sí, el problema no es solo militar, sino también religioso —respondió sonriendo César

—¿Entonces el Rubicón se defiende desde esa empalizada roja?

—Sí. Esos palos pintados de rojo púrpura se reponen y reconsagran cada cierto tiempo con la intervención de un flamen Dialis8 y deben eternamente proteger y dar a conocer a los hombres dónde se encuentra la frontera de Roma, más allá de la cual está prohibido marchar armados. Esa frontera, una vez derrotado Aníbal, fue llamado sencillamente Rubicón y ahora permanece como una frontera de entrada y salida del territorio romano —explicó César.

—He leído un informe que dice: hay dos legiones de Pompeyo que han salido del Rubicón y han formado casi justo debajo de Cesena —comentó Hortensio, cada vez con más curiosidad por aprender cosas nuevas.

—Sí, pero no es exacto que hayan salido del Rubicón: se han desplegado sobre las tres líneas defensivas que siempre ha tenido el Rubicón desde los tiempos de Flaminio, cuando intentó detener a Aníbal entre Rímini y Cesena.

—¿El Rubicón tiene tres líneas defensivas entre Rímini y Cesena? —preguntó un poco sorprendido Hortensio.

—Sí, comandante Hortensio. El Rubicón se construyó sobre tres líneas defensivas, distanciadas lo suficiente entre sí como para poder maniobrar cómodamente entre ellas y responder a los ataques enemigos, como nuestra táctica bélica romana debería haberte enseñado desde hace mucho tiempo —César sonrió ligeramente, viendo a Hortensio como un alumno joven.

—¿Y cuál de las tres líneas sería entonces el Rubicón?

—Son las tres líneas defensivas del Rubicón, pero solo la última línea roja, la que se encuentra poco antes de Ariminium, construida sobre el río Pluso9 es la protegida por una empalizada y no se puede cruzar en armas contra Roma —explicó César.

Hortensio se quedó pensativo un momento y luego añadió:

—¿Y si la pasáramos armados?

—Seríamos inmediatamente declarados traidores y enemigos de Roma.

—Entiendo. ¿Por qué se llama Romandía a esa zona? —preguntó Hortensio, como incasable curioso que era.

—Se la llama Romandía porque significa cruce y mandato romano y sirve en tiempo de paz para disolver las legiones antes de entrar en Roma o rearmarlas y reorganizarlas para dirigirse al norte.

»Por otro lado, si has leído el último informe militar, tienen miedo de que atravesemos esa línea y han mandado a toda velocidad dos legiones pompeyanas para situarlas sobre la primera línea al lado de Cesena y reforzar esa zona para impedirnos atravesarla —explicó César.

—Sí, también yo he leído ese informe. Dice que las legiones pompeyanas han salido del Rubicón y se han dispuesto sobre algunos ríos y arroyos bien defendidos y están prácticamente a las puertas de Cesena —respondió Hortensio.

—Exacto, pero quiero mostrarte mejor la situación —dijo César mientras sacaba un mapa del lugar dibujado sobre un pergamino que abrió delante de Hortensio—. Los legionarios de Pompeyo están colocados más o menos aquí, en las cercanías de Caes Arena, como hizo el cónsul Flaminio contra Aníbal. Y su primera línea se encuentra junto a este río que puede acrecentarse desviando las aguas gracias a las esclusas y canales descendientes que se encuentran a unas millas sobre los montes que hay sobre Caes Arena —dijo César mientras indicaba el lugar sobre el mapa.

—¿Y dónde está la segunda línea del Rubicón? —preguntó Hortensio.

—Está aquí, a unas millas más atrás sobre otro riachuelo, en un lugar llamado Ad Confluentes, que puede acrecentarse también desviando las aguas del monte —César mostró el punto sobre el mapa a Hortensio.

—¿Y la última línea dónde está?

—Es esta línea roja que ves dibujada aquí, unas millas todavía más al sur, junto a Ariminium10 y está defendida por una empalizada de madera roja de hasta cuatro metros de altura por los motivos que ya te he dicho. Y esta es la frontera inviolable, que con o sin el favor de los dioses, pretendo violar —concluyó amenazante César.

Los Secretos Del Rubicón

Подняться наверх