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Continúa el diálogo de César y Hortensio

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—Debes saber que, como Pompeyo está haciendo con nosotros, también Gayo Flaminio se desplegó en el Puniceus Rubicon en formación de defensa cuando se puso a esperar la llegada de Aníbal —dijo César a Hortensio mientras continuaban atravesando la Romaña.

—¿Y cómo acabaron las cosas entre Flaminio y Aníbal? —preguntó Hortensio.

—Acabaron mal. El tribuno Flaminio era bueno como constructor y político, pero algo menos como militar. Primero construyó la vía Flaminia y luego, usando los mismos ingenieros militares, creó una espléndida línea defensiva contra Aníbal. Pero cometió un feo error estratégico y tuvo un mal fin.

—¿Qué error cometió?

—Cuando algunas unidades de Aníbal llegaron de avanzada delante del Rubicón, vieron las líneas bien organizadas y las defensas que les cortaban el camino hacia Roma. Así que decidieron evitar un encuentro desventajoso y cruzar los Apeninos, desviándose de Cesena a Sassinia y Balneum, continuando luego por Arretium en el valle del Tíber,15 mientras el grueso del ejército de Aníbal pasaba por los montes cerca de Módena y se reunía con las unidades avanzadas.

—¿Y luego?

—Flaminio se sintió engañado y cometió el error de salir con sus tropas del Rubicón y se puso a perseguir a Aníbal por los Apeninos. Fue un grave error táctico, porque Aníbal, al haber cruzado sus tropas los Alpes, era en esos senderos montañosos tácticamente superior, mientras que las legiones de Flaminio habían sido entrenadas y estaban acostumbradas a guardar un puesto y a marchar y maniobrar en formación compacta por caminos llanos y anchos —explicó César.

—¿Y cómo acabaron las cosas? —preguntó Hortensio.

—Acabaron muy mal. Flaminio se puso a perseguir a Aníbal, que lo atrajo a un paso largo y estrecho, donde de un lado estaban los montes y del otro el lago Trasimeno, lo que les impedía maniobrar.

»Mientras Aníbal fingía huir, había hecho subir su caballería sobre las montañas para esperar a las tropas romanas y así, cuando llegó Flaminio, se vio sorprendido por dicha caballería de Aníbal, que empezó a lanzar rodando grandes rocas sobre la formación romana, la rompió y luego cayeron sobre ellos a caballo aprovechando la fuerza y la velocidad del descenso de las montañas para cargar sobre ellos y arrollarlos.

»Al mismo tiempo, una parte del ejército de Aníbal, que fingía huir, se dio la vuelta y fue al encuentro del ejército romano para acabar con él en combate hombre a hombre. Murieron millares de romanos, incluido Flaminio —explicó César.

—¿Cómo es posible que Flaminio cometiera un error táctico de ese calibre? —preguntó Hortensio.

—No lo sé. Probablemente fue el senado de Roma que, preso del temor, ordenó a Flaminio salir del Rubicón para unirse a las legiones de otro cónsul que esperaba a Aníbal antes de Roma, para luego atacarlos juntos en campo abierto.

»Sin embargo, Flaminio, durante la marcha, alcanzó mucho antes al ejército de Aníbal y se puso a acosarlo de cerca, lo que es muy peligroso de hacer mientras se está en movimiento en espacios y caminos estrechos, por los contraataques y las maniobras que puede realizar el adversario que tienes delante.

—¿Qué contraataques?

—Vamos, comandante Hortensio. Contraataques del tipo pararse por sorpresa, darse la vuelta y prepararse rápidamente para la batalla y esperar al ejército enemigo que, al continuar avanzando velozmente, cae solo en tus manos, con su vanguardia empujada por las unidades que vienen después, que avanzan y se estrellan veloces sin ni siquiera saber qué pasa en la cabeza —César sonrió por haber visto y realizado juegos tácticos de ese estilo durante las campañas militares en las Galias.

—Ingenioso. ¿Qué habrías hecho en su lugar, César?

—El senado debería haber ordenado a Flaminio solo seguir a Aníbal un poco más lejos, sin entrar en contacto, y que al mismo tiempo el otro cónsul que estaba esperando a Aníbal antes de Roma creara una pequeña línea defensiva, para atraparlo así en campo abierto con un ejército al frente y otro a las espaldas —explicó César.

—Buena táctica —dijo Hortensio.

—Hoy es simple escuela militar romana. Cuando un ejército que se mueve contra otro al atacarlo se ve encerrado de alguna manera, está ya tácticamente derrotado. Y eso es lo que hizo Flaminio contra Aníbal.

»Y cuando un ejército que está quieto al defender algo se ve de alguna manera desplazado, ya está tácticamente derrotado. Y ese fue el otro error que cometieron Flaminio y el Senado contra Aníbal, cuando les ordenaron salir del Rubicón y se pudieron a perseguirlo entre los montes —dijo César sonriendo para sí—. Pero yo, si es necesario, no cometeré errores similares contra Pompeyo —concluyó.

—¿Entonces qué haremos contra las dos legiones de Pompeyo que nos esperan desplegadas sobre esas líneas? —preguntó Hortensio.

—Por ahora nada. Iré a entregar oficialmente las tierras que he prometido a las legiones y a los legionarios galos en Romandía y mandaré a Curión y Marco Antonio a Roma para pedir al senado que me nombren cónsul jefe del año —respondió César.

—¿Y qué haremos si no te nombran cónsul jefe del año?

—Marcharemos sobre Roma y se lo explicaremos —dijo César.

—¿Deberíamos también nosotros, como hizo Aníbal, cruzar los Alpes16 en lugar de pasar el Rubicón? —preguntó curioso Hortensio.

—No, ya no se puede desviar uno fácilmente hacia los Alpes.

—¿Por qué?

—Después de la batalla y la muerte de Flaminio contra Aníbal, Roma ha aprendido la lección y ha construido un camino y una línea defensiva nueva sobre los Apeninos llamada Flaminia minor17 en honor de su hijo, que permite, en caso de necesidad desplazar velozmente las tropas desde el Rubicón y disponerlas para guardar la línea defensiva sobre todos los Apeninos. Pero esto no es lo que me preocupa —respondió César, sonriente y seguro de su destino.

—¿Quieres decir que atacaremos y derribaremos directamente el Rubicón? —dijo Hortensio, un poco preocupado por esta eventualidad.

—Si se quiere, se puede hacer, pero el Rubicón también se puede socavar —respondió sonriendo César.

—¿Cómo? —preguntó Hortensio.

—No te preocupes de eso por ahora, Hortensio. Sabes bien que muchos legionarios no quieren ni pretenden atacar el Rubicón porque podrían atraerse la venganza y la ira de los dioses que lo defienden, pero conozco bien esa frontera y también conozco a algunos comandantes y legionarios que la guardan.

—¿Y qué?

—Cuando sea el momento, y solo si no me nombran cónsul jefe del año, como espero, veremos qué hacemos —concluyó César su discurso.

Los Secretos Del Rubicón

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