Читать книгу Todo por un balón de futbol - Jaime Hernán Cortés Torres - Страница 12

1948 Segundo lugar

Оглавление

Emmanuel Stiven Gil Gómez

Desde muy pequeño mi padre y mi abuelo materno me habían mostrado las maravillas del fútbol, cada jueves íbamos al campo más cercano a patear el balón y cada domingo a la superfilme a ver a Jaime Cardona y Alfredo Castillo meter golazos desde la otra esquina de la cancha, tan majestuosos en la blanca tela de ese gran proyector, 1948, tan triste estaba el pueblo, tan ahogado, tan frustrado, tanta sangre cayendo por el desagüe en la carretera del país, ardía en llamas la capital. Veía siempre que la gente estaba tan furiosa, con insondables gritos daban inicio a la revolución, ondeando la bandera y, en ella, el rostro de un hombre cuyo nombre era Gaitán, no entendía el porqué de su fama, salía en todos los periódicos y revistas, con un gesto parecido al de mi padre cuando le molestaba la luz del incandescente sol. Pronto se acercaba mi cumpleaños número 10, y mis padres estaban aterrorizados por lo que ocurría, el silencio era perpetuo, tal vez no querían manchar mi inocencia, pero escuchaba con mis grandes orejas, lo que decían, “pronto va a estallar”, no comprendía el significado de sus palabras, pero, estalló, o a eso creo que se referían, el famoso que salía en los periódicos, había muerto, mientras en el boletín trimestral anunciaban el trágico suceso, la contraportada se decoraba con una buena noticia, se celebraría un primer campeonato oficial de fútbol en agosto. Escuché a mi padre decir que don Julio, el que vendía dulces y cigarros en una caja de madera, gritaba ansioso, que traerían a los mejores jugadores de América y que tan buenos eran que el mismísimo Alfredo Castillo visitaría el país, desde Argentina. Ese día, mi corazón iba tan rápido como mis ídolos tras el balón, deseaba con todas mis ansias verlos en el terreno, la gente estaba siempre llorando pero sin lágrimas en el rostro, en vez de eso, sus mejillas parecían arder de ira, su líder se había ido, como la brisa final en un diluvio. Se acercaban los días áureos, todos se preparaban para ver a los grandes ir tras el balón, el día quince del mes de agosto la dicha había llenado cada rincón de la ciudad. Se gritaba gol desde la tribuna y no solo desde ahí, se trepaban a los árboles y cercos para ver a los deportistas, mi momento de felicidad había llegado ver al gran ídolo Castillo, anotar 31 goles, tanta había sido mi dicha, lo recuerdo con tanta melancolía que casi tengo ganas de llorar. Santa Fe había sido campeón y, por primera vez, no se disputaba la política. 1948 brillaba ahora con luz propia, como los ojos de alegría de mi pueblo como el oro tan puro que adornaba las columnas del trofeo. Y el rojo que antes fue salpicado, ahora se había convertido en el rojo pasión que coloreaba la camiseta que llevaban puesta sus campeones.

Todo por un balón de futbol

Подняться наверх