Читать книгу Todo por un balón de futbol - Jaime Hernán Cortés Torres - Страница 5
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Prólogo
“Veo unas vacas en una cancha de fútbol. Dos pasan rozando un palo. La tercera es gol”. Bertoni.
Esta presentación está tejida por una columna que ya publiqué en mi libro El fútbol, esa metáfora. La traigo a colación porque da cuenta de lo que pasa cuando jugamos fútbol y nuestras decisiones éticas, estéticas y cosméticas se toman porque están atravesadas por un balón de fútbol. Por favor, pasen, lean y habiten estos cuentos de nuestros participantes. Historias que suceden por un balón de fútbol. Felicitaciones a todos los ganadores.
El fútbol es fútbol desde que hay otro, es decir, otro a quien meterle gol, a quien darle una patadita cariñosa, a quien hacerle una gafiadita tierna y después hacerle un buen pase, es decir, el fútbol se hizo para jugar en compañía, con otro, contra otro o a pesar de otro. Sin embargo, recuerdo haber jugado tardes enteras sin otro. Una pelota o una vejiga o un par de medias enrolladas que fungían de balón, o hasta con un balón imaginario. Jugar a la 31, de cabeza, hacer goles en un arco con un portero invisible. A todos nos ha pasado que estamos solos y pintamos el balón, o las medias, y les ponemos ojos y boca y les hablamos. (¿Se acuerdan de Wilson, el de El náufrago?). Algunas veces tuvimos que jugar solos y una pared era el otro, un muro era suficiente para gritar que se ganó, se perdió o se empató (no recuerdo haber perdido cuando jugaba solo porque cualquier justificación era buena para ganar). Con la izquierda, con la derecha, el muro siempre devuelve el balón y, a veces, hasta de manera más estética que cuando se juega con otro. El fútbol se puede jugar solo, pero la soledad es doble porque no hay palabras, no hay alegatos, no hay discusiones, no hay fonéticas, no hay otro. El muro no responde, el amigo invisible siempre pierde con nuestro deseo de ganar, incluso, le hacemos trampa porque nadie nos ve. Contamos y cantamos goles que no hicimos. La soledad es un estado del alma y cuando no hay con quién jugar, la pecosa es un buen remedio, tiene nombre, se deja pegar, se deja decir lo que queramos y le hacemos olvidar los autogoles. García Márquez narró la soledad de América Latina, ese continente al que le han metido “goles de todas las facturas”, como dicen en la radio, por su condición de solitario, recién inventado, fragilizado y poco estudiado. Borges y Benedetti crearon metáforas para dibujar esa soledad que celebra los “tristenarios” de un continente habitado por seres desgarradoramente solos, que tienen que jugar solos y que, a veces, el que juega no quiere jugar, se para ahí, como tapia, como estatua, como la Galatea de Pigmalión antes de que Afrodita le insuflara vida, es decir, lenguaje. Un hombre solo siempre está en mala compañía, concluye Paul Valéry y Dulce María Loynaz sostiene que no es difícil llorar en soledad, pero es casi imposible reír solo. América Latina está contada, poetizada, diagnosticada, fabulada, novelada, historizada, radiografiada y, sobre todo, hiperbolizada, pero no está fútbolizada, no se ha narrado fútbolísticamente. La soledad es un balón que ya no está porque, aunque haya cancha, jugadores, árbitros, hinchas, agua, rezos y cánticos, el fútbol no está completo si no hay balón. Cuando se pierde un balón, se pierde un amigo.
Todo por un balón de fútbol es una provocación para que nuestros ganadores de esta versión del concurso de cuento ¿Cuál es tu cuento con el fútbol? Sigan escribiendo, jugando, soñando. Felicitaciones y que todo, todo se haga y se viva, por un balón de fútbol, como la mejor excusa para recordar infancias idas. Además, es una invitación para que nuestros lectores se animen a seguir participando de este evento que ya es reconocido en el mundo entero. Todo, todo, por un balón de fútbol.
Juan Carlos Rodas Montoya, Editor