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Gritos monumentales Tercer lugar

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Daniel Estupiñán Ramírez

Siempre me ha llamado la atención el fútbol y especialmente el Club Atlético River Plate, “La banda cruzada”. Mis preferidos: “El burrito”, “El príncipe”, “El muñeco” y “Quinterito”.

El 3 de junio del 2018 fue, quizás, el día más frustrante en mi vida porque me hospitalizaron y, días después, fui diagnosticado con leucemia. Vinieron varios meses de tratamientos, exámenes y diagnósticos. Mientras se preparaba el partido de ida de la final por la Copa Libertadores de América, vendida como una final histórica, el superclásico River Plate vs Boca Juniors, a mí me preparaban para hacerme el trasplante de médula ósea. El resultado fue bueno para ambos… un empate en el partido y una victoria para mi salud; ahora a esperar la vuelta…

Fueron días oscuros para River y para mí. El partido fue cancelado por violencia alrededor del estadio. Las noticias, rumores y angustias se entrecruzaban. Mi diagnóstico no era el mejor, según el médico; el destino de la copa era incierto. Finalmente, hubo fecha y sede: se jugaría el 9 de diciembre en el mítico Santiago Bernabéu, ¡El teatro de La Castellana! Sin embargo, seguía en mi tortuoso tratamiento.

Por fin terminó la espera. Los síntomas del trasplante se intensificaban. Mi mente en el estadio, mi cuerpo en el hospital. Me teletransporté a Madrid y viví aquellos 120 minutos en primera fila: alentando y haciéndole fuerza por “el más grande”. Mi cuerpo seguía en la habitación 32. El árbitro Andrés Cunha dio el pitazo inicial, mi amor por el fútbol y por “el millonario” derrotó el dolor que tenía. Le recé a todos los santos, aunque ese día Borré no pudo jugar.

Terminó el primer tiempo, perdíamos 1-0. Tenía esperanzas de que el equipo, ese día comandado por Matías Biscay, sacaría la casta y remontaría ese marcador; y así fue. Salieron del camerino con ganas de “comerse” al rival y consagrarse campeones. Minutos después con un gol de “El oso” llegó el empate. Y, fue mi primer gritó monumental, se escuchó por toda la unidad. Terminó el tiempo oficial, se fueron al alargue. Pero fue el segundo tiempo suplementario el que trajo las emociones, el partido estaba muy “cerrado”. La magia de “Quinterito”, con un “zapatazo” desde la media luna, la mandó a guardar al ángulo y llegó el segundo gol de River. ¡Golazo! Lo grité con todas mis fuerzas y retumbó nuevamente por toda la unidad; ese fue mi segundo grito monumental. Boca no perdía las esperanzas y fue al todo o nada, mientras que River cuidaba el resultado.

Último minuto, “córner” para “Boca”. Andrada quiere la gloria. Armani rechaza el balón, queda dividido, la toma Quintero, asiste a “El Pity” y “va el tercero y va el tercero y gol de River y gol de River… Gooooooooooool”. Ese fue mi tercer grito monumental, retumbó en la unidad, la enfermera llegó corriendo, me miró sorprendida y dijo:

“Ah, con razón. Está viendo el partido. No… Daniel, usted ya no tiene nada”.

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