Читать книгу Conflicto armado en Siria - Janiel Melamed Visbal - Страница 13
INTRODUCCIÓN
ОглавлениеLa guerra no es más que un duelo en una escala más amplia. [...] Podríamos representarla como dos luchadores, cada uno de los cuales trata de imponer al otro su voluntad por medio de la fuerza física; su propósito siguiente es abatir al adversario e incapacitarlo para que no pueda proseguir con su resistencia.
Karl Von Clausewitz
El 17 de diciembre de 2010 seguramente inició como cualquier otro día ordinario para Mohamed Bouazizi, un joven árabe que se encontraba desempleado en Túnez, su país natal. Por la necesidad imperante de subsistir se había dedicado a vender frutas y verduras de forma informal y ambulante en la pequeña y céntrica ciudad de Sidi Bouzid. Presuntamente, inspectores locales confiscaron las pertenencias del joven Bouazizi aduciendo que adolecía de permiso legal para continuar la venta de sus productos, y de repente algo que podría haber sido un simple procedimiento rutinario pasó a la historia como un hecho catalizador que, con diversos niveles de intensidad, propició una sorpresiva reconfiguración del norte de África, Medio Oriente1 y el golfo Pérsico.
Ese día, Mohamed Bouazizi, ante la incapacidad de pagar las coimas exigidas, sufriría una compleja sucesión de acciones frustrantes en su contra. Fue públicamente humillado y golpeado por la autoridad; posteriormente se dirigió a la oficina del gobernador para interponer un reclamo que no fue escuchado por nadie, siendo ignorado ante la absoluta indiferencia de quienes se supone deben velar por el bienestar de los ciudadanos. Estas circunstancias aumentaron su nivel de rabia y lo motivaron a llevar a cabo una protesta tanto desesperada como inusual. Mohamed Bouazizi se prendió fuego a las afueras de aquella misma oficina gubernamental que representaba todo su odio, toda su frustración y toda la injusticia que había tenido que soportar.
Este acontecimiento despertaría un inesperado sentimiento de protesta social que movilizaría a miles de tunecinos, que tal vez se compadecieron con Bouazizi y proyectaron en su experiencia sus propios sentimientos de ira y frustración. Estos manifestantes, exigían mayores libertades civiles y políticas, así como efectivas garantías por parte del Gobierno hacia sus ciudadanos. Rápidamente, las protestas se trasladaron hasta la capital de Túnez y terminaron por derrocar el gobierno autoritario de Zine al-Abidine Ben Ali, después de estar de manera ininterrumpida en el poder desde 1987.
La caída del exmilitar, hombre fuerte y autoritario líder de Túnez, se consolidó como un elemento de transformación significativo y desencadenó una masiva ola de protestas sociales a lo largo de otros espacios de opresión e inequidad en la región, exigiendo también mayores niveles de libertad y participación política de la ciudadanía en países circundantes. Este contexto tuvo enormes repercusiones. Por una parte, condicionó la competencia por la hegemonía entre diversos actores antagónicos a nivel regional. Así mismo, elevó el nivel de tensiones entre potencias con agendas de poder a nivel global. Finalmente, también potencializó a movimientos islamistas que promueven la violencia y el extremismo religioso con el propósito de borrar fronteras y restaurar órdenes medievales.
Por ende, algunas de las consecuencias de inestabilidad política más determinantes de este escenario de manifestaciones populares y juego geopolítico se pueden identificar en la eventual caída de dictadores como Muamar Gadafi en Libia, Hosni Mubarak en Egipto (norte de África) y Ali Abdulá Saleh en Yemen (península arábiga). Adicionalmente, es necesario destacar cómo la propagación de este escenario de exaltación política también determinó otros focos de inestabilidad, frente a los cuales diversas fuerzas intentaron promover sus propios procesos de transición.
Es necesario mencionar que desde distintos medios académicos, noticiosos y de análisis internacional bautizaron estas protestas con el apelativo de la Primavera Árabe2. Con el tiempo esta referencia, si bien se ha hecho corriente, a partir de la metáfora de despertar social producto de aspiraciones de transición hacia mayores libertades sociales y garantías políticas y democráticas, no ha estado exenta a críticas. Fundamentalmente, algunos sectores consideran que esta expresión no es acertada, pues simplifica las actuaciones y aspiraciones de estas movilizaciones populares en términos homogéneos y de corta duración, y por ello sugieren denominaciones alternativas como revueltas de ciudadanos árabes o protestas populares (Khouri, 2011).
Como la idea de este trabajo de investigación no es desarrollar un análisis teórico-conceptual de la expresión en sí misma, a lo largo de este texto se utilizará la expresión Primavera Árabe, debido a la connotada familiaridad del término en diversas audiencias y a sabiendas de que existen otras denominaciones para describir el conjunto de protestas y revoluciones evidenciadas en el marco temporal que abarca desde diciembre de 2010 hasta junio de 2011 en países del norte de África, Medio Oriente y el golfo Pérsico (Revilla y Hovanyi, 2013).
Es precisamente en este contexto temporal cuando en marzo de 2011, un grupo de jóvenes en la ciudad siria de Daraa fueron arrestados por pintar grafitis con consignas en contra del gobierno del presidente Bashar al-Assad. Este episodio en particular sumaría una tensión determinante a la ya evidenciada a partir de manifestaciones populares contra del Gobierno sirio y llevaría a un punto de no retorno la poca tolerancia del régimen de al-Assad a la crítica y la movilización ciudadana. Frente al temor de correr la misma suerte de otros dictadores en la región, el Gobierno sirio implementó una desproporcionada y brutal respuesta de represión armada en contra de las revueltas populares que exigían mayores libertades políticas y civiles y reclamaban la excarcelación de los jóvenes.
Los manifestantes, victimas de semejante represión, muy pronto empezaron a responder contra la violencia estatal. Con el paso del tiempo y la confluencia de múltiples actores se dio inicio a un cruento conflicto armado interno que, dado el posicionamiento estratégico de Siria, rápidamente generó un desbordado nivel de violencia y barbarie con profundas implicaciones geopolíticas en la región. En el desarrollo de todos estos acontecimientos se puede observar que los resultados evidenciados en las aspiraciones y reclamaciones de los distintos pueblos inmersos en la Primavera Árabe han sido ambivalentes y desiguales.
Por un lado, tenemos en la región a un importante número de líderes que al igual que Ben Ali debieron abandonar el poder tras un periodo de protestas relativamente corto, como ocurrió con Mubarak en Egipto. En otros casos, la salida del poder de otros líderes de la zona estuvo antecedida de importantes y prolongados escalamientos bélicos, como ocurrió en Libia con Muamar Gadafi. Sin embargo, en este contexto Siria se presenta como un caso sui generis, donde ni las hostilidades propias de una guerra campante de varios años ni el involucramiento de diversos actores internacionales han resultado elementos determinantes para derrotar al régimen y concretar la salida del poder de Bashar al-Assad.
Esta dinámica resulta paradójica y absolutamente inesperada, pues mientras la llamada Primavera Árabe supuso la salida del poder de emblemáticos líderes de la región, muchos analistas coincidieron en que en Siria se presentaría un contexto similar que finalmente sacaría del poder a la dinastía al-Assad tras más de cuatro décadas de gobierno autoritario. Sin embargo, con el transcurrir de casi una década de conflicto armado interno, ha ocurrido todo lo contrario. El régimen, aunque por momentos debilitado, aún se mantiene, y en el cruento proceso bélico desarrollado se ha evidenciado un dramático ciclo de violencia con grandes repercusiones a nivel humanitario, ocasionando cientos de miles de muertos y millones de víctimas.
En razón de lo anterior, según lo explican Fazio y Fazio (2016), la dinámica del conflicto sirio puede dividirse en dos momentos. Inicialmente, un conflicto con características propias de una revuelta popular que entre marzo y octubre de 2011 se militarizó intensamente. Posteriormente, desde mediados de 2012 se transformó en un verdadero conflicto geopolítico con serias repercusiones a nivel regional y elevados niveles de violencia.
En esta guerra se han entrecruzando intereses antagónicos de actores estatales y al mismo tiempo, entrelazado la agenda local de actores armados no estatales a partir de un variado mosaico de objetivos. Unos y otros han luchado a muerte para conseguirlos.
La mayor parte de la audiencia mundial ha quedado estupefacta de horror al observar el nivel de brutalidad, barbarie y violencia allí desplegada. En virtud de los anterior, el conflicto armado en Siria ha sido catalogado por Zeid Ra’ad al-Hussein (2017), Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, como el peor desastre humanitario ocasionado por el hombre desde la Segunda Guerra Mundial, convirtiendo al país entero en una inmensa cámara de tortura, un lugar de salvajismos, descontrol y absoluta injusticia, con casi 7 millones de personas desplazadas, más de 250 000 muertos y cerca de 5 millones de ciudadanos que para huir de la violencia han solicitado asilo político en distintos países del sistema internacional.
Por ello, es en este contexto donde la problemática en Siria se torna un tema absolutamente central en este trabajo de investigación y, por lo tanto, este libro ha sido desarrollado con el propósito de explicar ¿cuáles han sido las dinámicas bélicas que han caracterizado el conflicto armado en Siria?, ¿cuáles son los imperativos geopolíticos de los principales actores en la contienda? y ¿qué futuro le espera a la región a partir de las consecuencias de la guerra?
Para delimitar el número de actores estatales objeto de análisis se ha establecido un criterio fundamental: que hayan tenido una activa participación en el conflicto armado sirio. Es decir, que sus acciones excedan los pronunciamientos de tipo político, más a modo de tributo verbal hacia el diálogo, la justificación o el reproche de las dinámicas de la guerra y que hayan tenido una decidida participación desde el punto de vista militar de forma directa o indirecta. En razón de lo anterior, los Estados cuyos intereses geopolíticos son objetos de análisis son: Rusia, Estados Unidos, Irán, Arabia Saudita, Turquía, Catar e Israel.
Adicionalmente, en razón de la especial y activa participación armada de otros actores no estatales en el conflicto, se realizará una caracterización complementaria de algunos de ellos a partir de cuatro ejes temáticos: grupos rebeldes, organizaciones nacionalistas, actores delegados y movimientos islamistas de corte radical3. En este sentido, se desarrollará una caracterización de la participación del Ejército Libre Sirio, las Unidades de Protección Popular como milicias kurdas, Hezbolá y el Estado Islámico4.
Es interesante mencionar que en la mayoría de los actores estatales anunciados, sus dirigencias políticas se han mantenido sin modificaciones por largo tiempo y, en consecuencia, han experimentado pocas transformaciones realmente significativas. Por ejemplo, Vladimir Putin en Rusia, Benjamín Netanyahu en Israel, Recep Erdogan en Turquía.
Lo mismo ha ocurrido en las casas monárquicas de Arabia Saudita y Catar, respecto a las cuales hay que destacar que, aunque hay nuevos y jóvenes mandatarios con un importante papel frente de la toma de decisiones de sus países, representan casas monárquicas que mantienen los mismos intereses geopolíticos de sus líderes antecesores. De estos Estados, el único viraje político significativo a nivel doméstico ha ocurrido en Estados Unidos, al pasar de la presidencia demócrata de Barack Obama al mandato republicano de Donald Trump.
Respecto a los objetivos geopolíticos de cada uno de ellos, serán presentados de acuerdo con tres elementos estratégicos. Primero, la determinación de los objetivos vitales para la seguridad de cada Estado. Segundo, identificar la principal fuente de amenaza a estos objetivos. Tercero, asegurar los recursos, políticos, económicos y militares que pueden ser empleados para la consecución de los objetivos de seguridad nacional (Schmidt, 2012). Sin embargo, vale la pena establecer que ninguna de las dinámicas geopolíticas que serán presentadas en este texto puede ser entendida a tal punto de lograr predecir los acontecimientos futuros.
Así mismo, se podrá evidenciar cómo la guerra en Siria dejó de ser una muestra de descontento y sublevaciones populares frente a un régimen enquistado en décadas de gobierno autocrático y rápidamente se convirtió en un tinglado de antagonismo hegemónico de actores con agendas globales y regionales. Paradójicamente, algunos de estos actores estatales mantienen aún una férrea postura de hostilidad y/o defensa, según se analice, frente al régimen de al-Assad y en otros ha imperado una lógica pendulante caracterizada por la transición y el acomodo en sus posiciones antagónicas a otras más propensas al pragmatismo político. Esto quiere decir que en los casos en los que efectivamente se han ocasionado reajustes a la política exterior frente a este tema, estos no obedecen a virajes políticos de índole doméstica sino a cálculos y reacomodos alrededor de la obtención de sus principales objetivos frente a un desenvolvimiento inesperado de la guerra.
El capítulo primero presenta una introducción básica a la geopolítica, de tal forma que puede verse la evolución de su concepto a partir de un amplio barrido doctrinal de autores destacados, determinar sus distintos alcances disciplinares y puntualizar una delimitación conceptual específica y adecuada para la mejor comprensión del contenido trabajado a lo largo de este texto.
El capítulo segundo desarrolla una caracterización geopolítica de Siria, resaltando las relevantes particularidades que este país presenta tanto en tamaño como localización. Adicionalmente, proporciona al lector información valiosa de otras múltiples variables que deben ser analizadas de manera integral en aras de lograr comprender la complejidad del conflicto armado y los diversos intereses creados alrededor de él.
El capítulo tercero describe el temprano proceso de formación estatal vivido en Siria a mediados del siglo XX y resalta cómo en buena medida los orígenes y raíces causales de muchas de las circunstancias actuales de la guerra en ese país pueden obedecer a episodios de formación estatal, intervencionismo, rivalidades interestatales a nivel regional, la agenda de múltiples actores armados no estatales y regímenes dictatoriales.
El capítulo cuarto examina el papel desempeñado por los Estados Unidos en la contienda. En este punto se atenderán las principales aristas de la política exterior norteamericana frente a este tema en los respectivos mandatos de los presidentes Obama y Trump, destacando sus principales rupturas y continuidades.
El capítulo quinto centra su análisis en el papel de Rusia y los intereses geopolíticos que explican un inusitado pero firme retorno a la esfera política de los asuntos de mayor trascendencia en la zona. En tal virtud, se explican las razones a partir de las cuales se ha consolidado una alianza significativa con el régimen en Damasco y las circunstancias que lo motivaron para desarrollar un importante movilización y activa participación de sus propias fuerzas militares en el campo de operaciones en Siria, la más lejana desde el punto de vista territorial desde el colapso de la URSS.
El capítulo sexto se desenvuelve a partir de un análisis sobre el involucramiento de Irán como potencia regional en este conflicto, explica las cercanas relaciones diplomáticas que el Gobierno iraní mantiene con el régimen sirio y cuáles son los intereses geopolíticos iraníes para justificar su decidido apoyo al régimen de Bashar al-Assad en medio de una ambiciosa apuesta de consolidación regional.
El capítulo séptimo presenta a su vez los intereses de Arabia Saudita, otra potencia regional que ha promovido un cambio en el gobierno sirio y que por ello ha tenido un relevante vínculo con el conflicto armado, prestando apoyo logístico, financiero y militar a muchos de los grupos que se encuentran combatiendo al régimen. En este sentido, se hace un especial énfasis en las medidas tomadas desde Riad para promover una posición hegemónica a nivel regional, la cual estiman que se encuentra amenazada desde múltiples frentes.
El capítulo octavo desarrolla un análisis del activo papel de Turquía en este conflicto y sus intereses geopolíticos en la guerra en Siria. A partir de un amplio análisis se presenta una evolución de las relaciones políticas entre ambos países y, adicionalmente, se desglosan las principales circunstancias que el régimen turco identifica en este contexto como serias amenazas a su estabilidad interna y justificantes de la imposibilidad de mantener una postura distante o estática frente a los acontecimientos en el vecino país.
El capítulo noveno indaga respecto al papel desarrollado por Catar, uno de los territorios petroleros más pequeños pero influyentes de la región y su inusitada búsqueda de influencia regional mediante su vinculamiento, a través de actores delegados, a algunos de los escenarios más candentes y conflictivo tanto en el norte de África, el Medio Oriente y el golfo Pérsico.
El capítulo décimo presenta un análisis del papel de Israel en la contienda y los principales intereses geopolíticos que procura en medio de un elevado escenario de hostilidad y violencia. Si bien la guerra se desarrolla al norte de su frontera, en múltiples ocasiones ha incursionado en su propio ámbito territorial y amenaza permanentemente con preocupantes consecuencias directas para su seguridad nacional a partir de un eventual escalamiento bélico.
El capítulo décimo primero inicia el análisis de actores no estatales que han tenido un importante accionar violento en la confrontación armada. En este sentido, se examina la participación de la organización conocida como Estado Islámico, sus orígenes, sus fundamentos ideológicos y la agenda proyectada a partir de su participación en la guerra.
El capítulo décimo segundo examina a Hezbolá y describe las raíces causales de esta organización, sus principales antecedentes y lineamientos ideológicos. Así mismo, resalta la enorme significancia que esta organización tiene para Irán como instrumento de su proyecto de expansión hegemónica y se explica su participación en la guerra a partir del desespero, desgaste y socavamiento del régimen sirio en la etapa inicial de la confrontación.
El capítulo décimo tercero se ocupa de las milicias kurdas conocidas como las Unidades de Protección Popular y hace una caracterización de esta organización a partir de la apuesta nacionalista kurda, su papel como una fuerza de despliegue rápido y efectiva contra el Estado Islámico y su antagonismo con Turquía.
Finalmente, el capítulo décimo cuarto examina al Ejército Libre Sirio y destaca cómo, pese a los reveses sufridos a lo largo de la guerra, ocupa un sitial de relevancia como la primera estructura organizada de resistencia rebelde con vocación nacional. En este orden de ideas, destaca sus orígenes y el proceso de aceptación, reconocimiento y canalización de apoyos materiales de diversos actores interesados en derrocar el régimen.