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CARACTERIZACIÓN GEOPOLÍTICA DE SIRIA
ОглавлениеNo se puede hacer la guerra en el Medio Oriente sin Egipto y no se puede hacer la paz sin Siria.
Henry Kissinger
Siria siempre se ha encontrado en una zona de múltiples complejidades, especialmente al estar rodeada de vecinos hostiles de mayor poder. La región en la que se encuentra Siria es conocida en árabe como Bilaad al-Sham, que literalmente significa “la tierra hacia la izquierda” (McHugo, 2015). El país cuenta con una posición tanto estratégica como vulnerable, pues está situado en el cruce de caminos que entrelazan a Europa, África y Asia, lo cual ha hecho que sea una región tradicionalmente vulnerable, prácticamente desde todos los puntos cardinales, expuesta a múltiples invasiones por parte de poderes regionales e imperios continentales con el interés de influir las dinámicas de la zona (Phillips, 2010).
Por ello, de acuerdo con Gil, James y Lorca (2012), históricamente –aunque también se ha podido evidenciar a lo largo del último siglo– la región donde hoy se localiza Siria ha cumplido un papel geoestratégico no simplemente como zona de frontera entre Estados, sino como límite natural entre poderosos imperios, convocando con ello los antagónicos intereses de importantes actores políticos. Es interesante destacar que los autores resaltan la manera en que la región fue determinante en la configuración del Viejo Mundo antes de la irrupción conquistadora de Alejandro Magno en la historia de Oriente, y con él, el primero de un gran número de intentos significativos de control integral de la zona por parte de poderes occidentales a lo largo de más de dos mil años.
Ahora bien, el devenir político contemporáneo en esta región ha propiciado que durante mucho tiempo Siria sea más un país temido y cuestionado que un Estado comprendido en medio del complejo entorno geopolítico presente en la zona. Desde antes del inicio de la guerra civil, se solía simplemente asociar a Siria a un país con un casi perpetuo estado de beligerancia tradicional con Israel, a un régimen dictatorial de carácter hereditario y a unos cercanos y nocivos vínculos a la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (en adelante, URSS) −posteriormente Rusia− e Irán.
Cualquiera que sea la perspectiva desde la cual se analice a Siria, es innegable que ya teniendo una aproximación conceptual clara respecto a la geopolítica, se la debe referenciar como un sitio de enorme importancia. Para ilustrarlo adecuadamente es necesario realizar una breve pero útil caracterización geopolítica de Siria, de tal manera que el lector pueda comprender más a fondo algunos de los aspectos sobre los cuales recae esta importancia.
Para empezar, vale la pena mencionar que la importancia geopolítica y estratégica de Siria se fundamenta en múltiples y variados elementos que deben ser idealmente considerados en conjunto. Por ejemplo, desde el punto de vista religioso, resulta particularmente interesante que la ciudad capital de Siria –Damasco− es mencionada 35 veces en el Antiguo Testamento y unas 20 más en el Nuevo Testamento. Damasco tiene adicionalmente un especial interés religioso e histórico para el mundo islámico, pues fue la base del califato Omeya entre los años 661 al 750 (McHugo, 2015; Armstrong, 2014).
Desde el ámbito poblacional, es importante señalar que antes del inicio del conflicto armado interno Siria contaba con 22 millones de habitantes aproximadamente. No obstante, a causa de la violencia generalizada y sistemática que atraviesa, la población se ha reducido ostensiblemente. Hasta marzo de 2019 se estimaba un numero aproximado de 570.000 muertes relacionadas al conflicto, así mismo se registraban cerca de 6 millones de refugiados sirios en países vecinos y muchos de los habitantes remanentes han buscado refugio en la zona costera del país (The Economist, 2015; Devadas, Elbadawi y Loayza, 2019). Ahora bien, con respecto a la población en Siria, es importante mencionar que es completamente diversa desde aspectos étnicos y religiosos. Esta circunstancia se ve reflejada al considerar que cerca del 75 % de sus habitantes son musulmanes sunitas, mientras que aproximadamente un 13 % restante de individuos pueden ser agrupados en otras minorías musulmanas, entre las cuales se pueden destacar los alauitas7 (quienes habitualmente han ostentado posiciones de relevancia en el ámbito militar desde la creación del Estado moderno sirio y que desde la década de los 1970 lograron el control político del país), los drusos y chiitas, mientras que el resto de la población es representada por una variedad de minorías cristianas (Starr, 2015; Van Dam, 2013).
Esta variedad poblacional, sumada a la compleja manera como tradicionalmente ha sido distribuido el poder a nivel nacional, han ocasionado una profunda fractura en el tejido social que puede incluso justificar lo manifestado por Van Dusen (1972), al señalar que desde que Siria adquirió su independencia se convirtió en un Estado sin nación donde históricamente ha sido muy difícil el desarrollo de elementos de cohesión entre sus habitantes.
Desde el punto de vista espacial, Siria es un Estado con un tamaño y una localización que le hacen vulnerable al carecer de una profundidad estratégica que le permita absorber ataques o amenazas. Adicionalmente, adolece de barreras naturales como grandes montañas o ríos infranqueables que la dejan en franca exposición frente a diversos actores regionales (Hinnebusch, 2014).
En este sentido, es también necesario hacer alusión a la localización geográfica del país y a la manera en que se encuentra ubicada al este del mar Mediterráneo. Si bien el país tiene menos de 200 kilómetros de costas, está situado en una zona estratégica por su cercana localización a otros 4 grandes cuerpos de agua como son el mar Rojo, el golfo Pérsico, el mar Caspio y el mar Negro, lo cual ha sido determinante para su habitual consolidación como puente en el tráfico y comercio de bienes y servicios en la región. Esta circunstancia permite en parte entender por qué Siria tiene un alto grado de influencia como agente estabilizador, no solo para aquellos países con los cuales tiene frontera, sino también para la región en general.
El territorio que constituye actualmente el Estado moderno sirio es tan solo una pequeña parte de una zona conocida históricamente como la Gran Siria. En este sentido, según Goujon (2014), tradicionalmente esta designación era frecuentemente usada por emperadores, mercaderes, navegantes y gente del común en general para designar un área de territorio que comprendía desde el Monte Tauro al norte (actual Turquía), el mar Mediterráneo hacia el occidente, la península del Sinaí hacia el sur (actual Egipto) y el vasto desierto hacia el oriente. Es decir, la Gran Siria comprendía en su momento una amplia extensión territorial de zonas que hoy pertenecen a Estados como Egipto, Turquía, Siria, Iraq, Israel, Jordania, Líbano y los territorios palestinos.
Por ende, la Siria contemporánea es mucho más pequeña, y hace apenas referencia al conglomerado social, política y jurídicamente constituido sobre un área territorial de mediana extensión y que tal como se evidenciar en el siguiente mapa, cuenta con una división administrativa de 14 provincias (Quneitra, Dar’a, Suwayda, Damasco, Rif Damasco, Homs, Hama, Tartús, Latakia, Idlib, Alepo, Raqqa, Hasaka, Dayr az-Zawr).
A lo largo y ancho de su extensión Siria posee 2363 kilómetros de fronteras territoriales con otros 5 grandes actores regionales. Al norte limita con Turquía (con 899 kilómetros de frontera), al este y al sudeste con Iraq (con 599 kilómetros de frontera), al sur colinda con Jordania (con 379 kilómetros de frontera), mientras al suroccidente se encuentra con Líbano (con 403 kilómetros de frontera) e Israel (con 83 kilómetros de frontera), con el que mantiene una disputa territorial por los Altos del Golán.
A través de su vida republicana Siria ha sido un actor de importancia en la zona, y ha sido a la vez un actor recurrente en diversos conflictos presentes en la región. Por ello, pueden identificarse claramente múltiples episodios de conflictividad bélica, tensiones y hostilidad con varios de sus vecinos, entre los cuales destacan Israel, Turquía, Iraq, Jordania, Líbano y distintos movimientos de resistencia palestina (Hof y Simon, 2013).
Fuente: elaboración propia.
Mapa 1. Divisiones administrativas de Siria
Pese a que su territorio comprende diversas cadenas montañosas y vastas extensiones de desiertos, paradójicamente, Siria también posee un importante potencial para la agricultura, pues cerca del 25 % de su tierra es arable, porcentaje considerablemente elevado al compararse con la vocación agrícola de otros Estados vecinos (Banco Mundial, 2019). Esta circunstancia deriva del importante número de fuentes hídricas con las que cuenta el país, entre las cuales destacan el río Eufrates (compartido con Turquía e Iraq), el río Tigris (compartido con Iraq y Turquía), el río Orontes (compartido con Turquía y Líbano), el río Khabur (compartido con Turquía), el río Sajur (compartido con Turquía) y el río Balikh, entre otros.
En virtud de la notable interconexión que buena parte de sus más importantes ríos tienen con varios Estados de la región, puede afirmarse que Siria se encuentra en una compleja posición de interdependencia con sus vecinos. Esta relación no siempre se ha caracterizado por la cordialidad o la amable cooperación interestatal, por el contrario, presenta antecedentes con amargos episodios de controversias y tensiones diplomáticas. Para mayor ilustración al respecto se puede analizar, por ejemplo, que Siria se encuentra en la mitad del recorrido entre los extremos del río Éufrates, una de las principales fuentes hídricas de la región. Ahora bien, el punto de nacimiento de este río se encuentra en Turquía, lo cual genera vulnerabilidad en Siria frente a proyectos de infraestructura desarrollados en ese país y que tengan el potencial de afectar el normal cauce del río y, con ello, el suministro de agua. Por otra parte, la desembocadura del río Éufrates al golfo Pérsico se encuentra en Iraq, por lo que este último también observa con desconfianza cualquier acción para reducir el cauce de esta fuente hídrica desde Siria, al punto de que ambos países estuvieron al borde de la guerra en 1974 como resultado de la construcción en Siria de una represa en Taqba (Cohen, 2009).
Ahora bien, en materia energética la importancia de Siria también es excepcional. Se ha mencionado que Siria se encuentra en una región históricamente relevante por situarse en medio de una ruta vital de comercio y por ser centro de grandes imperios. Sin embargo, su relevancia contemporánea también deriva en buena medida de su localización estratégica en el corazón de una zona rica en recursos energéticos y de amplio interés para actores regionales y potencias globales (Dening, 1950). Es interesante considerar que antes de 2011 –cuando comenzaron las protestas en contra del gobierno de Bashar al-Assad– Siria producía 383 000 barriles de petróleo al día, de los cuales exportaba aproximadamente la mitad, representando el 25 % de las rentas del Gobierno y aproximadamente el 45 % del total de las exportaciones del país (Energy Information Administration, 2015).
Estas cifras permiten concluir que su relevancia energética no radica en sus recursos naturales, los cuales son más bien discretos en la región. Comparativamente, esta afirmación se fundamenta al analizar que la cifra diaria de barriles de petróleo producida por Siria antes de la guerra no representa mucho en relación con otras potencias energéticas de la región como Arabia Saudita –que según datos de la revista Forbes produce cerca de 12 millones de barriles de petróleo al día.
En consecuencia, la importancia de Siria en materia energética trasciende la simple cuantificación de los yacimientos de petróleo encontrados en su territorio. Su verdadero papel protagónico está asociado con su posicionamiento estratégico como país de tránsito de este mercado energético, ya que por su territorio atraviesan de manera eficiente y barata varios oleoductos y gasoductos de carácter internacional que llevan una importante cantidad de gas y petróleo de la región a los mercados internacionales, especialmente en su tránsito hacia Europa8. Es decir, las riquezas energéticas que sí poseen otros Estados de la región deben idealmente desplazarse a través del territorio sirio para ser comercializadas en los mercados internacionales de mayor apreciación económica, pues es Siria, en definitiva, el que posee el territorio que satisface por igual las necesidades imperantes a nivel regional y global, de los mercados e industrias tanto de productores como de consumidores de energía.
Ahora bien, como consecuencia del conflicto armado interno, es apenas lógico observar cómo muchas compañías petroleras han suspendido sus operaciones en el país, disminuyendo aún más la producción de hidrocarburos nacional. Adicionalmente, un considerable número de las instalaciones nacionales para esta industria han sufrido una compleja serie de averías o han sido capturadas por fuerzas rebeldes de oposición al régimen, ocasionando una importante fuente de riqueza y liquidez para estas organizaciones armadas a través del fomento de comercio ilegal de hidrocarburos y sus derivados. En virtud de lo explicado, estas circunstancias no deben ser entendidas como el consecuente detrimento natural de la importancia de Siria en materia energética; por el contrario, debe entenderse como el resultado natural que ha ocasionado la violenta competencia multiactoral por el control y hegemonía sobre su territorio.
En este sentido, Siria no es la excepción a la conocida relación entre la dependencia global existente sobre el petróleo y el gas natural –fuentes aproximadas de cerca del 61 % de abastecimiento de energía primaria para el planeta– y la variedad de violencia y conflictos con la cual se asocia el control de esta industria (Klare, 2009). Este solo hecho permitiría por sí solo explicar por qué la gran mayoría de los países extranjeros involucrados en mayor medida en el conflicto armado en Siria son países con marcados intereses en el sector energético. Algunos de estos países buscan mantener el statu quo derivado de su notable cercanía y entendimiento político con el régimen sirio y otros procuran todo lo contrario. Es decir, buscan promover un cambio de régimen y un nuevo liderazgo en aras de presionar para que con posterioridad a su derrocamiento se consolide un Gobierno dispuesto a favorecer sus aspiraciones revisionistas, otorgándoles, consecuentemente, favorables concesiones para sus inversiones a futuro, de cara a consolidar un papel hegemónico en el sector energético del país.
Pese a todos estos hechos, los principales modelos de mediciones de riesgo político a nivel internacional fallaron en predecir la ocurrencia de la llamada Primavera Árabe, y con ella, los nefastos hechos relacionados con el conflicto armado en Siria. Tal como se evidencia en las siguientes tablas, este suceso tomó por sorpresa a todos centros de análisis de riesgo internacional. Estos, en su mayoría, no tenían en sus listas a Siria, Egipto, Libia o Túnez como Estados sujetos a riesgos considerables para el periodo 2009-2010, pese a que algunos de estos países se encontraban incluidos en mediciones internacionales con bajos rendimientos en materia de democracia, libertad de prensa y alta corrupción.
Tabla 1. Indicadores internacionales de riesgo a nivel político (2009-2010)
Fuente: Sottilotta (2017, p. 67).
Tabla 2. Ranking de la Liga Árabe-2010 (Democracia, Corrupción, Libertad Religiosa)
Fuente: elaboración propia con base en Marquina (2011).
De hecho, aun cuando se empezaron a desarrollar los acontecimientos y, con ellos, la caída de varios hombres fuertes en sus respectivos países, la dirigencia política siria continuó desmeritando el impacto que esta nueva realidad geopolítica podría tener su país. Al respecto, es bastante ilustrativa la declaración dada por el presidente Bashar al-Assad en una entrevista concedida al diario norteamericano Wall Street Journal (2014):
No estoy hablando aquí en nombre de los tunecinos o los egipcios. Estoy hablando en nombre de los sirios. [...] Tenemos circunstancias más difíciles que la mayoría de los países árabes, pero a pesar de eso, Siria es estable. ¿Por qué? Porque tienes que estar muy vinculado a las creencias de las personas. Este es el problema central. Cuando hay una divergencia entre la política y las creencias e intereses de la gente, tendrá este vacío que crea perturbación. Entonces las personas no solo viven de intereses; también viven de creencias, especialmente en áreas muy ideológicas. A menos que se comprenda el aspecto ideológico de la región, no puede comprender lo que está sucediendo.
Frente a estas declaraciones habrá quien tilde de ingenuo al joven presidente sirio, sin embargo, según Gelvin (2012), era razonable esperar que Siria se mantendría inmune frente a la Primavera Árabe, básicamente por 5 razones fundamentales. Primero, Bashar al-Assad gozaba de una imagen de reformista que se inclinaba por medidas de liberalismo económico9. Segundo, tenía el prestigio de ser uno de los líderes más importantes del eje antiamericanista en la región, en lo que para muchos era el principal frente de resistencia contra los Estados Unidos e Israel10. Tercero, el Gobierno sirio había demostrado en el pasado que no se andaba con rodeos para aplastar revueltas nacionales o movimientos yihadistas internos que supusieran una amenaza a su bienestar11. Cuarto, Siria es un Estado heterogéneo que históricamente había disfrutado del respaldo de amplios sectores sociales bajo el entendido que proporcionaba seguridad y evitaba la violencia sectaria. Por último, cuando la Primavera Árabe ya había demostrado ser un elemento catalizador en la salida de importantes líderes de la región, las primeras demostraciones de protesta en contra del régimen fueron rápidamente sofocadas por sus fuerzas de seguridad, y estas movilizaciones difícilmente tenían un importante nivel de convocatoria frente al conglomerado social en general. Sin embargo, el tiempo haría lo suyo, y con rapidez demostraría cuán equivocados estaban estos pronósticos de paz y estabilidad.