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El poder de la postura

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Si quiero generar confianza, no debo estar con los brazos muy apretados contra el cuerpo ni las manos deben estar unidas. Hay que separar los codos del cuerpo, que los brazos se hagan más flexibles. La sensación que voy a generar es la de estar abriéndome a contactarme con otro ser humano.


Importa también la manera en que caminas, cómo te sientas y la proximidad con otras personas.

Si estoy parado en una fila, con los brazos cruzados en el pecho, muestra que estoy cuidando mi espacio personal.

Si estoy triste, el cuerpo se inclina un poquito hacia la derecha, denota poca energía, los ojos están sin brillo, con poca actividad, mirando hacia abajo.

Si estoy contento, hablo con energía, mi marcha es decidida, miro al frente. Se nota que estoy decidido, que mi energía se eleva. Mi emocionalidad es buena y se vuelve contagiosa.

Cuando un niño pide algo con mucha vehemencia, gira la cabeza hacia un lado, mira a los ojos, lo pide de tal manera que al adulto le cuesta mucho decirle que no.

Con brazos y piernas cruzados estoy cerrado al diálogo. Si quiero vender algo a una persona y se encuentra de brazos cruzados, no lo voy a lograr. Primero, tendré que hacer que se abra.

Si caminas con la mirada hacia abajo, estás pensando. Cuando lo haces, estás en tu diálogo interno.


Otras veces estás melancólico o ansioso y tu cuerpo también lo muestra.

La postura tiene poder. Si está erguida, abierta y equilibrada proyecta seguridad, persuasión y confianza.

Aprendamos, por lo tanto, a proyectar posturas que generen autoridad.


También es muy importante tener en cuenta la distancia corporal mínima, si no nos conocemos con el otro.


En su estudio sobre cómo conocer a las personas por su lenguaje corporal, Leonardo Ferrari identifica distintas distancias corporales por zonas. Según el radio de la burbuja alrededor de una persona, pueden señalarse cuatro distancias zonales bien claras:

Una zona íntima (de 15 a45 cm): es la más importante y es la que una persona cuida como su propiedad. Solo se permite la entrada a los que están muy cerca de la persona en forma emocional, como el amante, padres, hijos, amigos íntimos y parientes.

Una zona personal (entre 46 cm y 1,22 metros): es la distancia que separa a las personas en una reunión social, o de oficina, y en las fiestas.

Una zona social (entre 1,22 y 3,6 metros): esa es la distancia que nos separa de los extraños, del plomero, del que hace reparaciones en la casa, de los proveedores, de la gente que no conocemos bien.

Y una zona pública (a más de 3,6 metros): es la distancia cómoda para dirigirnos a un grupo de personas. Si bien toleramos intrusos en la zona personal y social, la intromisión de un extraño en la zona íntima ocasiona cambios fisiológicos en nuestros cuerpos. Por eso, rodear con el brazo los hombros de alguien que uno acaba de conocer, aunque sea de manera muy amistosa puede hacer que la persona tome una actitud negativa hacia nosotros.

Los 3 secretos para hablar en público sin miedo

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