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ORGANIZACIÓN Y PLANIFICACIÓN

Este capítulo está orientado sobre todo a hacernos recapacitar sobre la necesidad de realizar un entrenamiento coordinado en el tiempo. Con este libro hemos acotado una pequeña parcela dentro de lo que debe ser la vida deportiva de un jugador desde que empieza su práctica hasta que llega al máximo rendimiento, por lo que hemos de tener presente que la etapa que comprende de los 16 a los 18 años es otra parte más dentro de la progresión que el jugador debe llevar, como ya antes se ha dicho. A esta edad se realizará la última parte del proceso de entrenamiento que el jugador sigue hasta que se hace adulto y, por tanto, pertenece aún a lo que debe ser una planificación a largo plazo del desarrollo de todos los aspectos personales del individuo (físico, psicológico y afectivo).

2.1NECESIDAD DE LA EXISTENCIA DE LA CATEGORÍA JUVENIL

Dentro de las distintas fases del entrenamiento deportivo en que los diversos autores consultados dividen el proceso de entrenamiento, casi todos coinciden en reconocer la necesidad de incluir una última que correspondería a la edad de nuestra categoría juvenil (16-18 años).

La determinación de las edades correspondientes a cada fase depende mucho del deporte de que se trate. Analizando el nuestro, parece clara la necesidad de la existencia de una categoría previa que englobe estas edades antes de que el jugador empiece a competir con los adultos. Esto se puede observar simplemente comprobando que no existen prácticamente jugadores con 15 años en las categorías de División de Honor y División de Plata, y los que hay están porque tienen una proyección para mejorar, no porque ya hayan llegado a su máximo rendimiento potencial. Esto se debe a la falta de desarrollo físico que con 15 años tienen casi todos los individuos y a la falta de experiencia que les permita contrastar lo que deben hacer con otros hechos semejantes ya pasados, por lo que tienen disminuida su capacidad de decisión. Si a estos principales factores les unimos otros secundarios, pero casi tan imprescindibles, como la falta de carga de entrenamiento, la poca especialización en el fútbol sala que con 15 años se tiene, el poco trabajo realizado a nivel estratégico, la escasa estabilidad emocional, etc., es obvia la necesidad de la existencia de esta categoría. Incluso hay autores, como J. Sampedro (1993), que, como ya antes hemos comentado, abogan por la existencia de una categoría junior para atenuar el paso del jugador juvenil al jugador senior, dando así más tiempo para alcanzar la formación completa del individuo antes de empezar a competir con los adultos.

Este aspecto “se puede corroborar en la mayoría de los deportes como un defecto endémico en el desfase de rendimiento progresivo desde la edad juvenil a la adulta, entendida como frustración del talento deportivo en su incompleto desarrollo formativo”, en palabras del autor antes citado. En realidad todos conocemos seguramente ejemplos de jugadores con este tipo de problemas de adaptación a la categoría adulta, y quizá deberíamos al menos plantearnos la posibilidad de instaurar esa categoría intermedia o de favorecer de algún modo la integración de estos jugadores.

2.2IMPORTANCIA DE LA PLANIFICACIÓN

Está clara, pues, la necesidad de la existencia de esta categoría. Ahora veremos la conveniencia de realizar una planificación sobre el trabajo que debemos hacer con los jugadores. Al hablar de planificación no nos referimos a hacer un estudio exhaustivo de las características del grupo, de los rivales a enfrentar, de las necesidades de material e instalaciones para toda la temporada, de la cantidad de sistemas de juego que queremos utilizar, del número y tipo de sesiones de entrenamiento que vamos a llevar a cabo, etc.; eso queda para otro nivel competitivo. Al planificar en la categoría que nos preocupa hablamos de realizar un estudio que nos permita prever posibles problemas que se nos pueden presentar en esta categoría, como pueden ser: absentismo reiterado de algún jugador a los entrenamientos, falta de material o de instalaciones para practicar, excesiva adherencia a las sesiones, ausencia de jugadores en el equipo en una etapa determinada de la competición (por ejemplo por exámenes) por no contar desde el inicio con las características especiales de esta edad, etc.

El sentido de planificar es anticiparse a las posibles necesidades antes de que éstas surjan, y esto ha de hacerse en todos los planos en que se divide la organización de un equipo. Es necesario tener presente que la categoría del equipo en nuestro caso no exige, como hemos dicho anteriormente, una planificación detallada ni pormenorizada, pero sí es bueno tenerla como una base de trabajo desde la que actuar.

Según V. Añó (1997), los tres factores que condicionan el entrenamiento son el grado de maduración de los jugadores, los procesos de formación del carácter y de la personalidad y el proceso de autoafirmación. De ahí que el éxito en el entrenamiento, siguiendo a este autor, dependa de la adaptación del jugador al rendimiento, la planificación y los sistemas de entrenamiento utilizados. Vemos la importancia que tiene realizar un entrenamiento acorde con la edad de los jugadores y teniendo claro de antemano lo que queremos conseguir con él.

Podremos acceder a todos estos aspectos básicos en la formación y estructuración de un equipo por medio de la planificación, siempre que ésta sea racional y asequible a la edad y nivel competitivo de los jugadores que forman el equipo.

2.3PLANIFICACIÓN EN RELACIÓN CON COMPETICIÓN Y ENTRENAMIENTO

El paso previo para realizar una adecuada planificación es la determinación de los objetivos que se quieren conseguir. Con respecto a ellos deben condicionarse factores tales como el entrenamiento, el número y tipo de sesiones, la cantidad de carga que se les va a imponer a los jugadores, el grado de disciplina táctica necesario con respecto a los sistemas de juego a emplear, etc. En el caso concreto de nuestro deporte, como ocurre con casi todos los deportes colectivos, la planificación se ve influida prácticamente cada fin de semana por el resultado de la competición, el cual puede incluso hacer variar los objetivos iniciales, y esta influencia puede ser mayor conforme mejores resultados se quieran obtener a priori. Para obtener unos resultados conformes a los objetivos trazados, es necesario que la realidad se ajuste a lo planificado como hemos comentado antes; pero esto no siempre es posible, de ahí que sea necesario reajustar constantemente nuestra planificación, con lo que gracias a ella tendremos un mayor control sobre la marcha del equipo.

Esta manera de utilizar la planificación, prácticamente semana a semana y siempre condicionada por la siguiente competición, es la última fase en la progresión de las planificaciones de los deportes de equipo, como nos indica J. Sampedro (1999), denominándolo este autor modelo actual ecológico, y que es la culminación en la evolución de otros modelos como el de la acción táctica de juego de F. Mahlo (1969), el de los principios organizativos del juego de C. Bayer (1986) o el praxiológico de P. Parlebas (1969), continuado por J. Hernández Moreno (1988). La idea de tratar los aspectos específicos de los deportes de equipo lleva a estudiar los componentes básicos que influyen en el juego (técnica, táctica y estrategia), que son los que marcan la pauta a seguir en función de cómo se ha competido.

Es necesario por tanto, y siempre a partir de un esquema general que nos sirva para un período de tiempo mayor, reajustar cada semana nuestra planificación y contar con esta necesidad. En base a esta adaptación, los pasos del proceso del entrenamiento estarán divididos en función de las sesiones y de la competición, dependiendo esto último del enfoque de búsqueda de formación o de búsqueda de resultado que se haya decidido tomar. Este hecho hace variar un poco el esquema del proceso de entrenamiento de Grosser, Brüggeman y Zintl (1989), que enfocan todo el proceso hacia la realización y el resultado del rendimiento. Adaptado al fútbol sala y a nuestra categoría quedaría así:


LA PLANIFICACIÓN DEL ENTRENAMIENTO Y LA COMPETICIÓN EN LA ETAPA JUVENIL DEL FÚTBOL SALA

Esta división entre entrenamiento y competición nos permite enfocar el trabajo a realizar hacia donde más nos interese según los objetivos que nos hayamos planteado. Después de analizar el resultado de cada competición tenemos que decidir si modificamos o no los objetivos del entrenamiento en función del análisis que antes hemos hecho. Todo esto lo hacemos orientado a la próxima competición, para mejorar en ella el rendimiento del equipo, corrigiendo en los entrenamientos de la siguiente semana los aspectos que peor han funcionado en el partido de la semana anterior y reforzando aquellos que se han hecho bien. Pero esto sólo lo podremos hacer si el entrenamiento se realiza en función de la competición. El entrenamiento como preparación de la competición es el método utilizado en todos los equipos que entrenan para ganar el siguiente partido. Pero éste debe ser un objetivo de las competiciones de adultos.

Como hemos visto, el anterior no debería ser el objetivo inmediato en la categoría juvenil, por lo que aquí proponemos otra opción para conseguir que los jugadores aprendan la transferencia que debe haber de los entrenamientos a la competición. La idea no es otra cosa que enseñar a los jugadores a hacerlo al revés, realizando las competiciones en función de lo que se ha entrenado. De esta forma estaremos solucionando, eso sí a largo plazo, uno de los más graves problemas con los que los entrenadores nos enfrentamos, que no es otro que la falta de disciplina táctica que los jugadores traen cuando llegan a la competición de los adultos. Los jugadores juveniles deben entender que las acciones que realizan en el entrenamiento han de ser trasladadas después a la cancha a la hora de competir. Pero si les metemos en la cabeza que hay que ganar como sea, que la victoria es lo más importante, la gran mayoría de ellos sólo harán cuando juegan lo que han venido haciendo siempre, porque esto es lo que más confianza les da; es decir, que será muy difícil que progresen e intenten llevar a cabo los nuevos aprendizajes que han adquirido a lo largo de las sesiones de entrenamiento, por lo que éstos habrán servido de poco para la mayoría de nuestros jugadores.

Veamos más claro este aspecto, a priori difícil de entender, con un ejemplo. Somos entrenadores de un equipo de juveniles y a nuestro equipo llega Alberto, un jugador diestro con un formidable regate hacia la derecha que aprovecha para desequilibrar y preparar el tiro con esa pierna, que también es muy bueno. Pero resulta que en los partidos siempre hace este regate, y él nos dice que es porque es el que mejor le sale y en el que él confía más. Si pensamos sólo en esta temporada, nuestra actitud con él será la de reforzar su opinión, porque está claro que es de la forma que más goles puede conseguir este jugador para nuestro equipo. Pero si por el contrario pensamos a largo plazo en ese jugador, y creemos que tiene posibilidades de llegar a la alta competición, nuestro objetivo con él será hacerle ver que aunque ahora desequilibre siempre con esa acción, conforme pase el tiempo y los rivales sean mejores le será más difícil realizarla con éxito, pues los contrarios le estudiarán y anticiparán su movimiento, creándole dificultades que ahora no tiene. En los entrenamientos tendremos que reforzarle y favorecerle en las acciones con salida hacia su lado izquierdo, entrenando también el tiro y el recorte en esa posición, cosa en principio fácil si Alberto lo quiere aprender. Pero el problema real llegará cuando le digamos que en el partido no intente hacer siempre el mismo regate hacia la derecha para tirar con esa pierna, que debe probar también salir hacia la izquierda y tirar. Si el jugador cree que la única manera de desequilibrar es con el regate de siempre y que su obligación es tratar de hacer gol todas las veces, será muy difícil que Alberto consiga hacer jamás el regate hacia el lado izquierdo. Pero si por el contrario le hacemos entender que en el partido debe también intentar hacer de vez en cuando lo que está practicando en las sesiones de preparación, y nosotros le hemos dejado claro que queremos que lo haga sin miedo a que alguna vez no le salga y por ello pierda el balón, cada vez que intente algo nuevo estará enriqueciendo sus fundamentos técnico-tácticos y además estará ganando confianza en el entrenamiento como método fundamental para progresar en su forma de jugar. Queda clara pues la importancia del sentido que se le da a la competición de cara a conseguir que los jugadores intenten mejorar en ella, como debería suceder con un trabajo planificado, o simplemente intenten ganar como sea, orientándola hacia la consecución de un resultado en una edad en la que éste no es, o no debe ser, primordial en la mayoría de los casos. Este aspecto, más que los jugadores, lo deberíamos tener claro los padres y los entrenadores. Más adelante hablaremos de esto.

La planificación nos permitirá tener presentes todos estos aspectos que hemos visto antes de comenzar la primera sesión de la temporada, y ya desde esa primera sesión orientaremos a los jugadores a realizar en los partidos lo que entrenan sin miedo a fallar. Este miedo a fallar es lo que hace que muchos jugadores vuelvan a hacer en los partidos lo que han hecho siempre, lo que les impide, en la mayoría de los casos, progresar. A nuestro entender ésta es la causa de que en el deporte adulto los jugadores sean tan indisciplinados tácticamente. El miedo a fallar es algo que se les va “enseñando” desde que son pequeños, cuando es precisamente gracias a los errores como mejor podrían aprender, siempre que esos errores sean reforzados de manera positiva, y no con una “bronca”. Las “broncas” vendrán cuando el jugador sea profesional y tenga que responder de sus acciones erróneas ante sus compañeros, su entrenador, sus directivos y su afición. Pero entonces este jugador sí tendrá que jugar para ganar, para lo que estará preparado si antes ha conseguido asumir los pros y los contras del resultado de sus acciones.

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