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Te recomendamos que leas este libro al menos dos veces. La primera lectura tendría la finalidad de ayudarte a hacerte una idea general de los distintos temas que trata el libro, y la segunda lectura te servirá para relacionarte personalmente con las ideas del libro. En esta etapa deberías establecer qué relación hay entre los temas tratados y lo que tú quieres hacer, y decidir qué es lo que estás dispuesto a adoptar y con qué no estás de acuerdo.

¡El trabajo real empieza una vez leído el libro!

Para llegar a ser un mejor jugador tienes que adaptar las ideas del libro e incorporarlas a tu programa de entrenamientos y a tus actividades diarias, de tal manera que lleguen a convertirse en una parte indispensable de tu entrenamiento.

El último capítulo del libro es un programa de entrenamiento semanal. Si lo sigues y trabajas según sus pautas durante un período de tiempo suficiente, ¡llegarás a ser un mejor jugador!

Como el programa va dirigido a todos los futbolistas en general, léelo con atención y trata de adaptarlo a tus necesidades.

De todos modos, en este libro no encontrarás ni una sola frase del estilo de “ésta es la única manera de…”, y nadie está obligado a aceptarlo. Se anima a cada jugador a que sea él quien encuentre su “única manera” en los distintos temas del libro.

El libro no es un sustituto del psicólogo del deporte. Si te gustaría progresar aún más en los aspectos mentales del juego, lo correcto es trabajar en estrecha colaboración con un profesional de la psicología del deporte, bien individualmente o con todo tu equipo. La psicología del deporte abarca temas que van más allá de los contenidos de este libro y que también pueden influir positivamente en tu habilidad.

No hace falta que sufras una crisis personal o de equipo para que empieces a entrenar la mente. De igual manera que no esperas a tener problemas de condición física para comenzar la preparación física.

En los Juegos Olímpicos de 1996 había más de 20 psicólogos del deporte trabajando con la delegación estadounidense. Trabajaban con los atletas de todas las disciplinas deportivas, tanto individuales como de equipo. Los atletas americanos no trabajaban con los psicólogos porque estuviesen “desequilibrados”, o porque no fuesen buenos atletas. Lo hacían porque entendían que el entrenamiento mental les iba a reportar mejores resultados. Por ello, no es de extrañar que en los Juegos Olímpicos del 2000 en Sydney y en los de 2004 en Atenas la mayoría de las delegaciones incluyeran psicólogos especialistas en deporte en sus cuerpos técnicos.

Ganar con la cabeza

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