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Introducción

Hace unos años se publicó mi libro «Agua oxigenada: el remedio olvidado» (título original: «Wasserstoffperoxid: das vergessene Heilmittel»), que trataba por primera vez la historia de la aplicación en medicina del peróxido de hidrógeno y sus derivados hasta la época actual. En él se explicaba que esta sustancia sencilla, económica y de fácil obtención tiene un efecto desodorante y desinfectante y es capaz de acabar con virus, bacterias, esporas y parásitos sin provocar alergias ni generar resistencias.

Desde su publicación en 2014 he recibido una oleada de comentarios, y con los años he ido reuniendo preguntas adicionales sobre la aplicación del agua oxigenada y testimonios de experiencias personales. Esto me ha llevado a publicar una segunda obra sobre el tema.

En primer lugar, quedé muy sorprendido por la enorme repercusión del libro. Parece que la información que aportaba fue absorbida con avidez, y el peróxido de hidrógeno se integró rápidamente en el abanico de tratamientos alternativos; seguramente, porque ofrece una amplia variedad de éxitos curativos con sustancias disponibles libremente. Lo que resulta único y especialmente llamativo es que, en contraste con otros métodos, el peróxido de hidrógeno cuenta con una historia médica de más de cien años, documentada en cientos de artículos especializados.

Los comentarios sobre el contenido, que sigo recibiendo hoy en día, proceden de grupos muy diversos de profesionales y personas interesadas: legos instruidos y terapeutas, pero también, cada vez en mayor medida, médicos que comentan con franqueza lo poco que aprendieron durante la carrera y saben sobre esta sustancia. Todas estas personas están profundamente interesadas en los métodos alternativos en medicina y, por distintos motivos, están convencidas de que esta sustancia de eficacia probada debería utilizarse de nuevo, ya que ofrece grandes ventajas en comparación con otros métodos y, en algunos casos, representa la única medida razonable. Eso resultará evidente en los numerosos ejemplos que se presentan aquí.

Tomemos como ejemplo el tratamiento de heridas: algunos médicos experimentados se acordarán de su infancia y su juventud, cuando las heridas cotidianas se trataban con agua oxigenada al 3 %, o incluso con perhidrato de urea sólido. La espuma que producía el oxígeno liberado, que expulsaba las partículas de suciedad, se les ha quedado grabada vivamente en la memoria, y las heridas se curaban rápidamente y sin complicaciones. La eficacia de la sustancia quedó refrendada ya en la Primera Guerra Mundial: en 1915 Pichler informaba sobre grandes éxitos curativos con la pomada de peraquina, que contenía la unión mencionada de peróxido de hidrógeno y urea (perhidrato de urea); elaborada por primera vez en 1906, fue probada inmediatamente con gran éxito frente a bacterias. Pichler escribió:

«Las aplicaciones en lesiones por metralla y disparos fueron extraordinariamente positivas. Los casos de tétanos se redujeron drásticamente, y las heridas se limpiaban, en gran medida, por sí solas con la espuma creada por el oxígeno. Al tiempo que se eliminaba el inimaginable hedor de las heridas, aparecía rápidamente una coloración rosada con rápida granulación y curación de la herida».

En 1917, Schläpfer comentó de forma aún más impactante que aplicaba los gránulos del compuesto de urea (¡con aprox. un 33 % de peróxido de hidrógeno!) directamente en las heridas; cuanto más grandes eran las lesiones, más gránulos aplicaba. Lo describió así:

«Todas las heridas, sin excepción, presentaban una gran suciedad debido al ambiente de las trincheras, y rondaba la amenaza del tétanos y otras infecciones. La presencia de gérmenes se evidenciaba por el intenso hedor de las heridas, que colmaba en todo momento las salas de enfermería de una manera espantosa. Al introducir los gránulos profundamente en las heridas, se formaba de inmediato una potente espuma que expulsaba las partículas de suciedad. Salvo un cosquilleo, no se producía ninguna otra percepción molesta. Por ello, la aplicación podía tolerarse. El hedor desaparecía rápidamente, el proceso de curación se iniciaba enseguida, y este tratamiento demostró ser muy superior a otras medidas que a menudo resultaban desesperantes. A lo largo de dos años, he aplicado el procedimiento en cientos de víctimas de disparos como método seguro y muy efectivo».

Pueden compararse estas experiencias con las indicaciones en los envases de las soluciones actuales de agua oxigenada al 3 %, cuyas aplicaciones se basan a menudo en una concentración de solo el 0,3 % (!). A pesar de ello, en estos botes aparece la absurda advertencia: «No aplicar en cavidades corporales para evitar el riesgo de embolia gaseosa». Nada ilustra mejor el hecho de que este producto curativo ha caído actualmente en el «olvido»; incluso para el tratamiento de heridas, donde esta eficaz terapia ha sido sustituida sin motivo aparente por productos peores y considerablemente más caros que no limpian las heridas automáticamente por acción mecánica.

En cualquier caso, muchos de mis lectores parecen haber reconocido que, pese a la propaganda sobre los avances de la medicina moderna en entrevistas y artículos, muchas terapias no tienen un efecto óptimo y causan nuevos problemas, como multirresistencia bacteriana o alergias. Así, en la correspondencia que recibo, se percibe una gran afinidad por probar personalmente esta sustancia de fácil obtención para tratar distintas dolencias. En ocasiones, con un éxito asombroso, como verá en la segunda parte del libro. Al mismo tiempo, se plantean muchas preguntas sobre las propiedades de la sustancia y otras posibles aplicaciones, que aquí responderé de forma detallada.

Dr. Jochen Gartz, mayo de 2018

Agua oxigenada: aplicaciones y éxitos curativos

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