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Enero 10
Serás bendición

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“y haré de ti una nación grande y te bendeciré y engrandeceré tu nombre y serás bendición”

(Génesis 12:2)

El llamado que Dios le hizo a Abraham no fue únicamente a poseer una tierra de abundancia, de leche y miel. Su llamado también fue a ser de bendición a donde quiera que el fuera.

No era únicamente lo que él y sus futuras generaciones iban a poseer, sino en lo que ellos, como pueblo de Dios, se iban a convertir.

Un pueblo poseedor de las promesas, con la presencia constante de Dios y con un propósito divino de engrandecer el nombre de Dios en donde ellos habitaran. Un pueblo guiado por la mano de Dios y que caminaba con el valor de una promesa divina.

Y el llamado para el pueblo cristiano de hoy en día es muy similar. También somos un pueblo que camina con promesas divinas, contamos con la presencia del Señor, su amor y su misericordia y también tenemos un llamado a ser de bendición.

¿Cómo eres de bendición para los demás? ¿Tienes conciencia del papel que tienes cuando eres parte de un pueblo escogido?

Un médico honesto que atiende a sus pacientes pensando solo en su bien, es bendición.

Un profesional que asiste a su trabajo cotidiano, pensando en realizar a conciencia su trabajo y dar beneficio a su compañía, es bendición.

El maestro que procura guiar a sus alumnos por el mejor camino, es de bendición.

Un ama de casa que realiza sus tareas cotidianas con alegría dando lo mejor de sí misma y recibiendo con la mejor sonrisa a su familia, es una gran bendición.

Un joven obediente y colaborador en los quehaceres del hogar, responsable con su estudio y con el cuidado de sí mismo, es una bendición.

Un ministerio que busca el crecimiento de su congregación y que no desea más que servir al Señor a través de sus actividades, es una gran bendición.

Entonces piénsalo bien: ¿serás hoy de bendición para alguien?

Ese es tu destino como hijo/a de Dios. Empieza ahora mismo.

Oración:

Ser de bendición para otros significa ser portador de aquello que Dios mismo ha derramado sobre mi vida como un/a hijo/a de Dios. Tal como Abraham a quien se le designó una vida en la que no solamente recibiría bendición, sino también lo sería para otros, de la misma manera hoy quiero dar de gracia lo que he recibido de gracia. Sin duda, hoy he recibido grandes bendiciones, ahora mismo saldré para ser de bendición para alguien más. Ese es mi llamado. Amén.

Una semilla para cada día

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