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Los dos relatos de la creación (Génesis 1 y 2)

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Hay dos narraciones sobre la creación en el Génesis. La primera (1.1–2.4a) es un relato cuidadoso, ordenado y sistemático sobre la creación de los cielos y la tierra, las plantas y las criaturas vivientes, el hombre y la mujer. La segunda narración (2.4b–25) es el relato de cómo Dios formó al hombre, insufló en él aliento de vida, y de una de sus costillas hizo a la mujer. Una forma de considerar estos dos relatos es recordar la escena inicial de la película La novicia rebelde (The Sound of Music). La cámara recorre los Alpes y luego hace una aproximación y enfoca a María, que es el personaje central de la historia. Génesis 1 abre sobre el universo y luego, en Génesis 2, la cámara se aproxima y enfoca en Adán y Eva como personajes centrales de la historia.

En el principio Dios creó. El Génesis se abre con la declaración de que En el comienzo … Dios creó los cielos y la tierra. El universo tuvo un comienzo, y Dios estaba en ese comienzo; y él creó al universo de la nada, en lugar de dar forma a algo que preexistía. La historia de la creación, sin embargo, no se refiere al proceso de la creación sino a quién creó: al que está detrás de la creación, al que dio existencia a todo lo que hay.

El hombre y la mujer: la corona de la creación de Dios. La historia de la creación del hombre y la mujer es diferente de la forma en que Dios creó las estrellas, la tierra y “todas las criaturas vivientes”. Dios se involucró personalmente en la creación de la humanidad. En la primera narración, Dios dice: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza” (Gn. 1.26). En la segunda narración, “Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre comenzó a vivir” (Gn. 2.7). Luego, de la costilla del hombre Dios hizo a la mujer. Más adelante en el relato de la creación, el hombre recibe el nombre Adán, una palabra hebrea que significa “humanidad” (expresando así la unidad de la raza humana) y a la mujer se le da el nombre de Eva, una palabra que significa “vida” (por ser madre de todos los seres humanos). Aunque muchos ven a Adán y Eva como figuras metafóricos o simbólicos, el Nuevo Testamento los considera como seres históricos, como vemos, por ejemplo, en la genealogía de Jesús en Lucas (ver Lc. 3.38).

Cuando Dios insufló vida en el hombre, le impartió algo de sí a la humanidad —podríamos decir que el alma— lo cual nos hace diferentes de todas las demás criaturas. El hecho de haber sido creados a la imagen y semejanza de Dios (lo cual alude a la imagen y semejanza espiritual, puesto que Dios es espíritu, como expresa Jn. 4.24) implica que podemos tener relación con Dios.

(Nota aclaratoria: En los párrafos anteriores y a lo largo de todo el libro a menudo me refiero a Dios usando pronombres masculinos, pero Dios no tiene género: ambos sexos fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Uso este lenguaje porque sigo el texto bíblico, que por lo general utiliza los pronombres masculinos al referirse a Dios).

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