Читать книгу Polvo y decadencia - Jonathan Maberry - Страница 32

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17

Corrieron hasta penetrar en el bosque profundo, siguiendo una ruta que siempre mantenían despejada los comerciantes que traían carretas de productos saqueados de almacenes y pequeños poblados de toda esa parte del condado de Mariposa —o lo que había sido el condado de Mariposa antes de que la Primera Noche invalidara los viejos mapas. Cuando el sol se elevó, fue más sencillo para Benny evitar pisar los surcos de las ruedas. Chong, que tenía mucho menos coordinación, tropezó varias veces. En cada una de ellas, Lilah lo ayudó a levantarse, pero en lugar de hacerlo como un acto de amable asistencia, le gruñía y lo empujaba hacia delante con mayor fuerza. Nix corría lado a lado con Benny, y ambos volteaban y le sonreían a Chong. Él les gesticulaba con la boca algunas palabras que los hacían reír y que habrían provocado un infarto en los padres de Chong y una fuerte reprimenda de parte de Tom.

Luego de un kilómetro, Tom redujo el paso a un trote ligero, y un kilómetro y medio después, a un ritmo de caminata; y finalmente, se detuvo para descansar. A Benny le faltaba el aire y daba vueltas con las manos sobre su cabeza para abrir los pulmones. Estaba sudando, pero el ejercicio se sentía bien. El rostro de Nix lucía un intenso color rosado y su piel brillaba por una fina película de transpiración, pero sonreía.

Chong se dirigió al borde del camino y vomitó.

Apoyada en su lanza, Lilah observaba con mal disimulado desprecio.

No era que Chong fuera frágil —había entrenado tan duro como los demás y su cuerpo delgado estaba cubierto de músculos correosos—, pero no reaccionaba bien al esfuerzo sostenido.

Benny le dio unas palmadas en la espalda a Chong, pero mientras lo hacía se inclinó y le dijo en voz baja:

—Amigo, estás avergonzando totalmente a nuestro género.

Entre jadeos, Chong le hizo a Benny una descripción detallada de adónde largarse y qué hacer una vez que llegara ahí.

—Bien —dijo Benny—, veo que necesitas un tiempo a solas. Gracias por la charla.

Fue a pararse junto a Nix, que tomaba varios sorbos pequeños de su cantimplora. Tom se reunió con ellos.

—¿Chong está bien? —preguntó.

—Sobrevivirá —dijo Benny—. No aprecia mucho el ejercicio físico.

—Nooo, ¿en serio? —Tom sonrió y señaló hacia una bifurcación en el camino—. En cuanto todos recuperen el aliento, tomaremos por ese sendero. Son tierras altas, así que veremos pocos zoms el día hoy. Mañana decidiremos si vamos a las tierras bajas donde caminan los muertos.

—¿Por qué? —preguntó Nix—. ¿No sería mejor evitarlos por completo?

—No podemos —dijo Lilah, que en silencio se había aproximado a ellos—. No por siempre. Los muertos están por todas partes. Incluso arriba, en las colinas.

Benny suspiró.

—Genial.

—¿Vamos a cazarlos? —preguntó Nix, con los ojos muy abiertos.

Tom meditó la respuesta.

—¿Cazarlos? Sí. ¿Matarlos? No. Quiero que ustedes sean capaces de rastrearlos, pero sobre todo quiero que sean capaces de evitarlos. Podríamos pasarnos una eternidad revisando la teoría, pero nunca será lo mismo que la experiencia práctica.

—Suena maravilloso —murmuró Chong a la par que se les unía. Tenía mal color, pero mejor que el que había mostrado durante el último medio kilómetro de carrera.

—No lo será —dijo Tom con mucha seriedad—. Los va a asustar hasta la médula, y quizá les rompa el corazón.

Todos lo miraron, sorprendidos.

—¿Qué? —preguntó Tom lentamente—. ¿Acaso creían que esto iba a ser divertido?

Los chicos no respondieron.

—Verán, esta es una de las razones por las que quería traerlos acá afuera —dijo Tom—. Cuando todo es teoría, cuando todo es discusión más que acción, es fácil hablar de los zoms como si no fueran reales. Como personajes en un cuento.

—Abstractos —sugirió Chong, y Tom asintió.

—Correcto. Pero aquí afuera son reales y tangibles.

Benny se removió, incómodo.

—Son gente.

Tom asintió nuevamente.

—Sí. Eso es algo que no podemos olvidar. Cada uno de los zoms, cada hombre, mujer y niño, sin importar qué tan descompuestos estén sus cuerpos, sin importar qué tan peligrosos sean, todos fueron alguna vez gente real. Tenían un nombre, una vida, una personalidad, una familia. Tenían sueños y aspiraciones. Un pasado y un anhelo de futuro, hasta que algo vino para arrebatarles todo.

—Lo cual es otro de los misterios —dijo Nix por lo bajo.

—Sí, sí, sí —confirmó Chong, y le dio un empujoncito con el codo. Ella sonrió y le devolvió el codazo, con un poco más de fuerza.

Tom continuó:

—No sabemos hasta dónde tendremos que ir para encontrar el avión. No sabemos siquiera si podremos encontrarlo. Vimos que voló hacia el este, pero pudo haber aterrizado en cualquier lado.

Benny se estremeció.

—Auch.

—No se preocupen por eso. Ya encontraremos algunos indicios. Alguien lo habrá visto, hay personas conscientes aquí. Preguntaremos a todos los que encontremos… pero muchas de ellos viven en las tierras bajas, pues muchas partes del país carecen de montañas. Así que es casi seguro que recorreremos secciones infestadas de zoms. No hay manera de evitarlo.

—Así que aprendan a estar entre muertos —agregó Lilah. No fue una afirmación elocuente, pero todos entendieron su significado.

Tom palmeó el brazo de Chong.

—¿Listo para seguir? Seguiremos con una agradable caminata por el campo.

—Eso suena mejor.

—No, no lo es —dijo Lilah, recargando su lanza en el hombro—. Aquí afuera todo quiere matarte.

La Chica Perdida echó a andar por el sendero, y Chong la miró.

—En serio —dijo—, ya capté el mensaje. Esa última parte no era necesaria.

Nix iba riendo mientras seguía a Lilah. Benny recargó su bokken en el hombro, y en una buena imitación de la voz susurrante de Lilah, afirmó:

—Todo quiere matar al vomitón de Chong. Todo.

Y comenzó a caminar.

Su amigo respiró profundo y lo siguió.

Polvo y decadencia

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