Читать книгу Polvo y decadencia - Jonathan Maberry - Страница 34
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Benny caminó junto a Tom algún tiempo.
—Te escuché hablar con el Bateador ayer.
Tom le dedicó una breve mirada.
—¿Qué fue lo que escuchaste?
—Muchas cosas. Sobre todo lo relacionado con los problemas que hay en Ruina. Que la gente se disputa el territorio de Charlie Ojo Rosa.
—Ajá.
—¿Y…?
—¿A qué te refieres?
—Bueno —continuó Benny—, ¿no haremos algo al respecto?
—¿“Haremos”?
—Sí, “haremos”. Tú, yo, Lilah, Nix… Quiero decir, antes de que dejemos el área.
Tom negó con la cabeza.
—No.
—¿Por qué? Estos son tus bosques, hombre. Pasaste años aquí afuera limpiándolos y…
—No, pasé años aquí afuera como cazarrecompensas y como especialista en cierres. Nunca fue mi trabajo ni mi intención “limpiar” el territorio. No lo fue entonces y no lo es ahora —hizo una pausa y volteó atrás a mirar a los otros, que estaban a unos cien metros de distancia. Nix y Chong iban platicando, probablemente seguían su discusión sobre los misterios de la plaga zombi; Lilah estaba en la retaguardia, contenta de no tener compañía—. Míralos, Benny. Lilah no tiene ni diecisiete años. Nix apenas quince. Tú y Chong cumplirán dieciséis en pocos meses. Ustedes son duros, pero enfrentémoslo… no son un ejército. Ni siquiera puedo decir con total convicción que están lo suficientemente preparados para hacer lo que ahora intentamos, y me asusta pensar que los estoy guiando a su muerte. No voy a convertir eso en una certeza poniéndolos a luchar en una batalla campal contra cincuenta o sesenta cazarrecompensas armados.
—¿Pero qué me dices de Gameland? Si lo cambiaron a un sitio más cercano al pueblo, entonces podrían robar más chicos de ahí. Como intentaron hacer con Nix. No podemos simplemente…
—He intentado por años que la gente del pueblo tome consciencia.
—Lo sé. También te escuché hablar con el alcalde Kirsch y el capitán Strunk.
—¿Qué eres, el fisgón del pueblo?
—Estaban hablando en el jardín, mi ventana está justo arriba.
—Bien, bien. El punto es que el pueblo tiene que tomar la responsabilidad en sus manos. Yo les mostré que podía hacerse, y durante un tiempo hice lo que pude… pero no es el trabajo de un solo hombre. Y no es un trabajo de niños.
—Adolescentes, gracias.
—Está bien. Adolescentes. No es un trabajo para ustedes.
Benny miró a los ojos a su hermano.
—¿Estás seguro?
—Sí.
—Pues yo no. Éste también es nuestro mundo. Nosotros vamos a heredarlo. ¿Qué quieres que hagamos? ¿Esperar hasta que las cosas empeoren, que se salgan completamente de control para hacer algo al respecto? ¿Cómo va eso a ayudarnos a tener un mejor futuro?
Tom lo observó fijamente mientras caminaban, y luego de una docena de pasos su ceño fruncido se convirtió en una pequeña sonrisa.
—Siempre olvido lo listo que eres, niño. Y lo maduro.
—Sí, bueno, todo este último año no ha sido precisamente cosa de niños.
—No, y lo lamento… pero hablando en serio, Benny, ésta es una conversación que debimos tener antes de partir.
—Así que… ¿es demasiado tarde para cambiar las cosas? —lo retó Benny.
Tom sacudió la cabeza.
—No se trata de eso… Es sólo que éste ya no es nuestro pueblo. Avanzamos. Otros tendrán que hacerse responsables de Mountainside —señaló el camino—. Tu futuro está en algún lugar allá afuera, y no tengo duda de que habrá muchas oportunidades de cambiar las cosas, si eso es lo que deseas.
Benny volteó hacia Tom, después atrás, al camino que ya habían recorrido, y finalmente al frente. Suspiró.
Tom le dio una palmada en el hombro y ambos siguieron caminando. En algún momento Tom se adelantó, y cuando Benny miró atrás, vio que Nix ahora acompañaba a Lilah y Chong estaba solo, así que se retrasó para caminar al lado de su amigo.
Mientras caminaban por entre las altas hierbas bajo la ardiente mirada del sol, Benny observaba continuamente a Chong. Sin voltear a verlo, Chong le dijo:
—¿Qué? ¿Tengo un moco en la nariz?
—¿Eh?
—No dejas de observarme. ¿Qué sucede?
Benny se encogió de hombros.
—¡Rápido! Dime antes de que pierda el interés —continuó Chong en tono de burla.
Benny tomó aire.
—Nix.
—¿Qué? ¿La pelea sobre ciencia y religión?
—No… se trata de nosotros. Tú sabes… salir y eso.
—¡Dios! —Chong se carcajeó—. ¡El juramento!
Cuando él y Chong tenían nueve años habían hecho un juramento de sangre de nunca salir con ninguna de las niñas que frecuentaban. Pero desde que regresaron de rescatar a Nix el año anterior, ella y Benny estaban juntos, y éste nunca le preguntó a Chong cómo se sentía al respecto.
—Sí… el juramento —dijo Benny—. Me siento un poco mal por romperlo.
Chong se detuvo y volteó hacia él, fijando la mirada en el rostro de Benny.
—Espera… no te muevas.
Benny se congeló.
—¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en…?
Chong le dio un golpe en la cabeza con la palma abierta.
—¡Ay! ¿Qué tenía? ¿Era una abeja?
—No. Sólo quería ver si podía sacarte un poco de la estupidez que llevas dentro.
—¡Oye!
—Cielos, Benny, hicimos ese juramento cuando teníamos nueve años.
—Fue un juramento de sangre.
—Nos habíamos cortado los dedos fijando carnada en los anzuelos de pesca. Juramos al calor del momento, y hacerlo fue inmaduro y estúpido. Eso sí, ambos hemos tenido momentos más estúpidos. Tú más que yo, desde luego…
—¡Oye!
—Pero en realidad no importó mucho en aquel entonces, y no importa ahora en absoluto.
Caminaron unos cien pasos en silencio.
—Dimos nuestra palabra, Chong —replicó Benny.
Su amigo gruñó.
—Nunca dejas de asombrarme —dijo éste—. Aunque rara vez para bien.
—Sí, sí, sí. Entonces, si eres tan sabio y perspicaz, Oh, poderoso Chong, ¿cómo es que nunca le has dicho a Lilah que estás enamorado de ella?
—Ah. Soy sabio y perspicaz, pero no valiente.
—¿Lo has intentado?
Chong se sonrojó.
—Yo… le escribí una nota.
—¿Qué decía?
—Mmmh… era un poco de poesía. Y un poco de otra cosa —replicó Chong, evasivo.
—¿La leyó?
—La dejé donde podía encontrarla. Al día siguiente la vi en el cesto de la basura.
—Auch.
—Quizá la malinterpretó. Después de todo, no es que como que ella sea experta en las relaciones románticas. Lo único que conoce del amor es lo que ha leído en libros.
—Quizá, pero ¿por qué no simplemente atreverte como buen vaquero y preguntarle? Lo peor que podría hacer es decir que no.
Chong le lanzó una mirada fulminante.
—¿En serio? ¿Eso es lo peor que podría hacer? —suspiró—. Además, ya no importa mucho. Ustedes se irán mañana y yo no volveré a verla.
—Sí —confirmó Benny suavemente—. Lo siento, amigo.
Ambos miraron discretamente por encima del hombro hacia donde la Chica Perdida caminaba como un feroz gato al acecho. Ella los sorprendió mirándola y gruñó:
—¡Pongan atención al bosque antes de que algo los muerda!
De inmediato devolvieron la vista al frente, pero Benny estaba riendo muy quedo. Chong adoptó una mueca de dolor.
—¿Ves a lo que me refiero? Ella vivió con nosotros. Deberías verla antes de su café matutino.
—Mmh… ¿eso significa que si ustedes dos, par de enamorados, se las hubieran arreglado para salir juntos, tú habrías sido la chica en la relación?
—¿Por qué no te metes un bate de beisbol por el…?
—¡Quietos!
El repentino susurro de Tom cortó el aire y los ancló a todos en su lugar.
Treinta metros adelante, su sensei estaba en cuclillas, con la mano derecha presta a tomar la empuñadura de su katana. Cincuenta metros detrás de ellos, Nix y Lilah estaban en medio del camino. Nix blandía su bokken; Lilah sostenía su lanza con mucha fuerza entre las manos.
—¿Qué es? —susurró Benny, pero Tom levantó un dedo, advirtiéndole que permaneciera en silencio. A ambos lados de su grupo los árboles se levantaban en oscuras columnas para formar un dosel arbóreo que bloqueaba la mayor parte de la luz solar, permitiendo únicamente que algunos haces penetraran hasta el suelo. A nivel del piso, los arbustos y las plantas salvajes se agrupaban tan densamente alrededor de los troncos que formaban una pared impenetrable; Benny no alcanzaba a ver lo que pudiera estar acechándolos. Él y Chong desenfundaron sus bokken y se colocaron espalda con espalda, justo como Tom les había enseñado.
Lilah llegó corriendo por el sendero con silenciosos pies de gato, seguida por Nix unos metros detrás. La Chica Perdida tenía un feroz brillo en los ojos mientras reducía la velocidad para detenerse junto a Tom, asegurándose de no quedar al alcance de su espada.
—¿Qué es? —musitó— ¿Los muertos?
Tom negó con la cabeza y guardó silencio.
Nix se reunió con Benny y Chong, y los tres chicos adoptaron formación de combate en tres frentes.
—¿Ven algo? —susurró Nix.
—No —dijo Chong—. Tampoco lo escucho.
Era verdad; el bosque estaba silencioso como una tumba, cosa que no hizo a Benny sentirse muy bien. Él olisqueó el aire. El bosque ofrecía mil aromas. Flores y corteza y humus y…
¿Y qué?
Percibía un olor en el aire. Ligero pero que se intensificaba.
—¿Huelen eso, chicos? —murmuró Benny.
—Ajá —confirmó Nix—. Huele raro. Un poco familiar… pero no realmente.
Lilah levantó su lanza y señaló hacia el bosque con la brillante cuchilla.
—Ahí —dijo—. Viene hacia nosotros.
—¿Qué es? —preguntó Nix con un susurro asustado.
Tom blandió su katana.
—Prepárense.
—¿Para qué? —preguntó Benny—. ¿Correr o pelear?
—Estamos a punto de averiguarlo —dijo Tom.
—Por favor —murmuró Chong—, que no sean zoms. Que no sean zoms.
—No —dijo Tom—, no son los muertos. Lo que viene está muy vivo.
Entonces Benny y los demás lo escucharon. Un crujido como si algo pesado pisara ramas caídas, el sonido amortiguado por la casi putrefacta capa de hojarasca. Un momento después se produjo otro sonido, diferente, grave y extraño. Benny y Nix intercambiaron una mirada. Ella levantó las cejas.
—Suena como un toro —dijo.
Benny arrugó el entrecejo.
—¿Aquí, en el bosque?
—Muchos animales viven en estado salvaje —dijo Tom—. Ésta era una zona granjera antes de la Primera Noche.
El sonido se oyó nuevamente, más fuerte y resonante.
—Un toro horrorosamente grande —confirmó Tom.
Escucharon más crujidos de ramas, y cada vez el sonido se oía más intenso, más cercano.
—¿No deberíamos, ehhh… correr? —sugirió Chong.
—A mí me parece buen plan —dijo Benny.
Lilah siseó para callarlos, y agregó:
—Correr te convierte en una presa. Es mejor pelear de frente que ser cazado.
Tom abrió la boca para decir algo, posiblemente contradecir su punto de vista, pero entonces se escuchó un fuerte ronquido y un gruñido a la par que algo gigantesco cruzaba el muro de arbustos y enredaderas. Las plantas trepadoras se quebraban como seda de araña cuando la bestia pasaba abriéndose camino para salir de la arboleda. Avanzó pesadamente hasta la mitad del sendero, a no más de diez metros de donde Benny, Nix y Chong estaban, y se detuvo, oteando el aire.
Era una mole color gris pizarra con ojos negros, que se sostenía en cuatro patas cortas que terminaban en un pie de tres dedos, cada uno más grande que la cabeza de Benny. Inmenso, con un pecho y unos hombros colosales que no se acercaban a algo que Benny hubiera alguna vez visto. En libros, desde luego, pero él había creído que las criaturas como ésta pertenecían a una edad distinta del mundo.
—¡Oh, Dios mío! —musitó Nix, pero de inmediato se cubrió la boca con una mano porque la criatura giró su enorme cabeza en pos de ella.
Era con facilidad unas tres veces mayor que el toro más grande de Mountainside. Benny recordaba haber leído algo al respecto: el segundo mamífero terrestre más grande del mundo después del elefante. Tenía que medir cuatro metros de longitud y más de dos metros de altura hasta los hombros. Gruesos músculos se perfilaban en su cuello para sostener la larga cabeza que tenía un inmenso hocico del que sobresalían dos mortales cuernos, el más largo de los cuales era una estaca de setenta y cinco centímetros que hubiera podido atravesar limpiamente el cuerpo de Benny.
La bestia colosal se mantuvo firme en su lugar, moviendo las orejas de forma independiente para captar cualquier sonido, las fosas nasales listas para recolectar los aromas de las cinco presas agazapadas en el camino.
Benny lo miraba fijamente con los ojos y la boca muy abiertos.
—¿Eso es un… un… un…? —intentó preguntar Nix.
—Sí —confirmó Chong.
La criatura giró su cabeza bruscamente hacia ellos.
—Estoy soñando, ¿cierto? —preguntó Benny.
—No es un sueño —susurró Lilah, pero incluso ella se mostraba inquieta.
—Es un rinoceronte blanco —declaró Chong en voz un poco alta—. ¿Pero cómo?
—¡Silencio! —advirtió Tom.
Pero ya era demasiado tarde.
De pronto el tremendo animal soltó un grave y húmedo ronquido y dio un paso desafiante hacia Chong. El enorme rinoceronte gruñó, un sonido profundo y cavernoso que estaba lleno de amenaza. Golpeó el suelo con la pata y resopló por la nariz.
—Bien —comenzó Tom—: Corran.
Durante un instante los chicos sólo lo miraron.
—¡AHORA!
El rinoceronte agachó sus terribles cuernos en dirección a ellos, tensó los gigantescos músculos de su espalda y sus cuartos traseros… y embistió.