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LA RELACIÓN ENTRE LA REALIDAD COMPETITIVA Y SU PROCESO DE ENTRENAMIENTO

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Es fundamental no ignorar que los diferentes comportamientos motores ejecutados por los jugadores en las respuestas a los variados contextos situacionales que la competición encierra en sí misma están basados en el perfeccionamiento, durante el proceso de entrenamiento de forma particular e interactiva, en los complejos sistemas de orden cognitivo, nervioso, muscular, energético, etc., y todos constituyen al ser humano. De hecho, estos comportamientos (acciones motoras), producto final de conjugar todos los esquemas orgánicos, se deben observar e interpretar de forma inteligible. Más adelante nada puede resultar argumento más contundente que el hecho de que la construcción y aplicación de los ejercicios del entrenamiento respeten y reflejen esa inteligibilidad, sin la cual la práctica del entrenamiento buscando que sea un medio de preparación para la competición deportiva, por más horas que contemple, no tiene ningún sentido. Todos los entrenadores le dan importancia a que sus jugadores estén sometidos a una práctica variable, pero en el fondo parecen no entender claramente esta noción. La práctica variable en términos operativos significa variar las condiciones de la práctica, es decir, manipular de forma sistemática, coherente e inteligente los diferentes parámetros de la respuesta motora en función de un problema específico expuesto para cada ejercicio de entrenamiento. Se parte así del principio según el cual la estructuración de un contexto variable de las condiciones de la práctica contribuye a la construcción de los esquemas motores más genéricos, es decir, más adaptables y ajustables a las diferentes situaciones determinadas por los ejercicios de entrenamiento, que naturalmente deben reproducir de forma más o menos idéntica, o no, teniendo en cuenta los muchos problemas específicos planteados por la situación competitiva del juego del fútbol. De esta forma, manipulando las secuencias de las decisiones y de la práctica de un cierto número de comportamientos técnicos o técnico-tácticos similares en función de distintos contextos de aprendizaje, perfeccionamiento o desarrollo, se busca que unas interfieran con las otras.

No es de extrañar que las acciones motoras, especialmente las de carácter complejo, sólo sufran presiones adaptativas cuando son entrenadas en determinados contextos y circunstancias proporcionados por situaciones cuyos entornos están diversificados. Si analizamos las dos teorías que estudian estos hechos (la de la elaboración y la de la construcción), aunque son divergentes en la reflexión del fenómeno de la interferencia contextual, se basan sin embargo en términos explicativos en un proceso de naturaleza altamente cognitiva, es decir, la interferencia contextual que se deriva de la variabilidad de las condiciones de la práctica y que está mediatizada por variables cognitivas que se traducen en la práctica por: aumento de la capacidad del jugador para memorizar la información relacionada con la respuesta motora (refuerza la resistencia al olvido), incremento de la capacidad de discriminación de pequeñas y sutiles variaciones de la situación (identificación y retención de los índices pertinentes) y potenciamiento del efecto de la transferencia positiva por medio de la evocación de las experiencias anteriores (disminuyendo significativamente el tiempo de aprendizaje y perfeccionamiento de la respuesta motora). Malina (1993) se refiere relativamente al movimiento inteligente: «En una jugada de baloncesto se identifican los elementos estructurales de toda la actividad creativa: el invento de un proyecto, su desarrollo, las operaciones para realizarlo y los actos para evaluarlo. Y es la inteligencia la que posibilita la ejecución de esas capacidades».

Podemos profundizar gracias a un ejemplo práctico comparativo en lo que pretendemos mostrar. Si aplicamos un ejercicio pliométrico a los jugadores para el desarrollo de su rendimiento de la fuerza explosiva utilizando cierto número de repeticiones de saltos sobre vallas, el programa motor para su ejecución es de carácter «cerrado» al no existir la posibilidad de que esa «rutina motora» pueda emplear ajustes y reprogramaciones motoras «significativas» para ejecutar el ejercicio. Por el contrario, si usamos una situación específica de entrenamiento de 3 × 3 sobre dos porterías, el trabajo de fuerza explosiva podrá realizarse con constantes paradas y salidas con cambios de dirección y velocidad y mediante saltos para rematar de cabeza el balón. Al comparar los dos ejercicios previamente referidos, se observa que el segundo utiliza una programación motora completamente distinta y además especializada, teniendo en cuenta los diferentes aspectos que se derivan de la contextualización de la situación que determina distintos mecanismos de toma de decisiones y de ejecución. Este hecho objetiva la necesidad de constantes reprogramaciones motoras debido a las constantes alteraciones de esa situación. Además podría preguntarse cómo podemos garantizar que el segundo ejercicio cumpla los presupuestos científico-metodológicos del entrenamiento pliométrico. La respuesta está dada por las prescripciones (condiciones estructurales) establecidas para la realización del ejercicio. Por ejemplo: empleo de circulaciones tácticas estandarizadas que, debido a su eficacia, aumentaron las posibilidades de los centros y de los remates de cabeza del balón (incremento del número de saltos por jugador por unidad de tiempo); valoración solamente de los goles conseguidos con remates de cabeza con impulsión, y creación de condiciones de espacio y tiempo que potencian ciertos tipos de comportamiento técnico-práctico en detrimento de otros (disminución del número de toques de balón por intervención o restricción del número de pases de la fase ofensiva para que se pueda finalizar con remates de cabeza). ¡Seamos claros!, un ejercicio de entrenamiento que provoca interaccionar (en sus distintas proporciones según su lógica) los diferentes sistemas funcionales de los jugadores aproximándolos a la especificidad competitiva del juego del fútbol tiene un valor aumentado porque establece patrones de respuesta motora y un número de repeticiones que aumentan el rendimiento deportivo del jugador o del equipo. En este sentido, todos los procesos y sistemas de la persona que juega están en interacción, especialmente los de la recogida y el tratamiento de la información, la memoria, la atención selectiva y la anticipación, que se hallan permanentemente en uso en virtud de la variabilidad contextual del ejercicio. Por otro lado, el ejercicio de carácter «general» o «artificial», independientemente de los aspectos fisiológicos, musculares y del control de su ejecución, no tiene solicitaciones en el plano cognitivo ni un nexo de unión ni transferencia; además, se emplea mucho en la metodología práctica de antiguos paradigmas que nada tienen que ver con las necesidades del entrenamiento deportivo de la actualidad. Bajo esta perspectiva, si pretendemos verdaderamente establecer una relación significativa entre la lógica interna de cualquier especialidad deportiva, la del jugador y la del proceso de entrenamiento, debemos elaborar y construir modelos (simulaciones de la realidad constituidos por elementos específicos del fenómeno que se observa) de forma intencionada y susceptibles de volver inteligible un fenómeno complejo. La elaboración de modelos de entrenamiento implica la representación de algo que es semejante y consistente con la realidad y presenta como ventajas los siguientes aspectos: posibilidad de superar las dificultades inherentes a la organización jerárquica de los diferentes factores y contenidos específicos que se derivan de la lógica interna del juego del fútbol (separando lo fundamental de lo accesorio), posibilidad de un análisis operativo y una búsqueda del carácter provisional de cada factor o contenido preponderante en la estructura del rendimiento de esa modalidad deportiva (analizando las partes en función del todo, sin perder la posibilidad de analizar aisladamente cada factor del rendimiento) y posibilidad de creación de contextos más o menos complejos que se derivan de la estructura del proceso competitivo inherente al juego del fútbol pero conservando las informaciones, los contextos, las actitudes y los comportamientos sustanciales y significativos del juego (independientemente del nivel de complejidad del ejercicio de entrenamiento, éste nunca desvirtuará la lógica fundamental). Concluyendo, en la elaboración de cualquier programa de entrenamiento, sea para las sesiones, los microcliclos, los mesociclos o la periodización anual, se puede manifestar la objetividad cuando se crea una unidad correcta (célula) lógica de programación y estructuración del ejercicio de entrenamiento. Es con esta entidad y con sus diferentes facetas y en su acumulación a lo largo de cierto período de tiempo como se pueden alterar constante, consistente y significativamente las posibilidades del éxito del jugador o del equipo a corto, medio y largo plazo. La reflexión sobre el ejercicio de entrenamiento y su operacionalidad es tan satisfactoria como perturbadora y obliga por conciencia y necesidad profesional a dedicar racionalmente todo nuestro esfuerzo, tiempo y empeño en este problema temático que muchas veces parece estar resuelto pero que, sin embargo, otras parece estar al principio de un largo camino.

El ejercicio es un problema tan evidente dentro del contexto del proceso del entrenamiento que tal vez sea esa propia evidencia la que provoca una discrepancia significativa entre la importancia del tema y las reflexiones teóricotácticas que buscan analizarlo, así como los parámetros fundamentales que deberían ser manipulados para su correcta elaboración, compatibilizándolo con todas las variables y no variables inherentes a este proceso pedagógico. Por otro lado, podemos observar que existen pocos escritos y estudios sobre el ejercicio debido a su dificultad: por su fuerte determinismo, porque cuando está correctamente elaborado, aplicado y corregido potencia con claridad la riqueza humana mostrando los elevados rendimientos deportivos alcanzados, y por su volatilidad, porque cuántas veces al utilizar este o aquel ejercicio pensamos que sus efectos se dirigen a una acción con determinado sentido de la evolución del jugador y después de algunas sesiones o semanas de trabajo verificamos que sus mismos efectos se manifiestan ubicándolos en una dirección completamente opuesta a aquella que nosotros nos habíamos propuesto. La lógica funcional y relacional del ejercicio de entrenamiento es precaria e inestable y depende, por un lado, del nivel de la capacidad del jugador en el momento de su aplicación y, por otro, de los diferentes niveles de complejidad que estructuran cada plataforma evolutiva de perfeccionamiento o desarrollo de la lógica del juego del fútbol.

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