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FUERA DE LA TEORÍA NADA ES VISIBLE; PARA VER OTRA COSA ES NECESARIO CAMBIAR DE TEORÍA
ОглавлениеAl observar y analizar el contenido del juego del fútbol tenemos que tener en cuenta ciertas irregularidades, que identificamos, nombramos y clasificamos como condición importante para la relación de las leyes propicias para esta etapa de la teoría. Debido a la continua unión entre la práctica y la teoría, se alcanza un estado superior de comprensión de la realidad del juego que hace posible realizar una síntesis, es decir, una generalización y sistematización de los elementos fundamentales. De esta forma, se parte desde la práctica hacia la teoría y después se vuelve para orientar la práctica. Tal como refiere Popper (1989), es preciso tener claro que los conceptos y las teorías que buscan explicar una realidad no son absolutos sino aproximativos; así, las verdades de hoy podrán no ser las de mañana. Además, nunca debemos olvidar que las verdades de mañana sólo existirán porque existen las de hoy; por ello no se debe ignorar su importancia ni dejar fuera un proceso evolutivo impar. En este ámbito, cuanto más se le prive al juego de este esfuerzo de análisis, más se resiente su teoría para el establecimiento de los fundamentos necesarios y sus raciocinios, aumentando consecuentemente el espacio donde prolifera lo accidental, lo casuístico. Si el fracaso individual (un jugador) o colectivo (equipo) está exclusivamente en las manos del azar, el mérito, y como consecuencia la responsabilidad del jugador que actúa, parece estar fuera de explicación. Además, y en sentido diametralmente opuesto, no podemos hacer una aprobación tácita cada vez que nuestra concepción se realiza, ni sentir una especie de malestar intelectual cuando se verifica que es falsa. «Un hecho no es nada por sí mismo; sólo vale por la idea a la que está unido o por la prueba que aporta. Cuando se identifica y cualifica el descubrimiento de un nuevo hecho, no es el hecho en sí el que constituye el descubrimiento, sino la nueva idea que de él deriva, y también cuando se demuestra no es el propio hecho el que da la prueba, sino sólo la relación racional entre el fenómeno y su causa» (Bernard, 1783).