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ORGANIZACIÓN SISTÉMICA DEL JUEGO DEL FÚTBOL
El fútbol es un juego deportivo colectivo cuyos intervinientes (jugadores) están agrupados en dos equipos en una relación de adversidad/rivalidad deportiva en una lucha incesante por la conquista de la posesión del balón (respetando las leyes del juego) con el objetivo de introducirlo el mayor número de veces en la portería adversaria y evitar que entre en la propia para obtener la victoria. Para ello el fútbol posee una dinámica propia, un contenido esencial de juego, moldeado por sus leyes y reglamentos, que da origen a determinados comportamientos y actitudes técnicotácticos. Concretamente, es el juego el que determina el perfil de las exigencias impuestas a los jugadores, originándose de está forma un cuadro experimental específico. Esto resulta válido tanto para las acciones motoras en sí y su consiguiente rendimiento como para los requerimientos psíquicos y su exteriorización en términos de respuestas. La naturaleza del juego del fútbol está fundamentada en su carácter «lúdico, agonístico y de proceso, en el que los 11 jugadores que constituyen ambos equipos se encuentran en una relación de adversidad no hostil denominada “rivalidad deportiva”» (Teodorescu, 1983). Los equipos en enfrentamiento directo formal son dos entidades colectivas que planifican y coordinan sus acciones para actuar unos contra otros y cuyos comportamientos están determinados por las relaciones antagónicas de ataque/defensa. Se representa así bajo esta perspectiva una forma de actividad social con diferentes manifestaciones específicas y cuyo contenido consta de acciones e interacciones. La cooperación entre los distintos elementos se efectúa en condiciones de lucha con adversarios (oposición), quienes a su vez coordinan sus acciones con el objetivo de desorganizar dicha cooperación.
LA FINALIDAD DEL JUEGO DEL FÚTBOL
El juego del fútbol es un deporte colectivo que opone dos equipos formados por 11 jugadores en un espacio claramente definido en una lucha incesante por la conquista del balón con la finalidad (objetivo) de introducirlo el mayor número de veces posible en la portería contraria (marcar gol) y evitar que entre en la propia (evitar el gol). En este sentido, desde el momento en que el árbitro manda iniciar el partido, observamos que los elementos de los dos equipos realizan sobre el espacio de juego un conjunto de acciones individuales y colectivas (dentro de los límites de las leyes del juego) para alcanzar la victoria. Además, el equipo que tiene la posesión del balón ejecuta acciones individuales y colectivas ofensivas que le permiten no perder la posesión del balón y que buscan marcar gol, mientras que el equipo que no tiene el balón ejecuta acciones individuales y colectivas defensivas y busca evitar la progresión del equipo contrario y también sufrir el gol, intentando simultáneamente la recuperación de la posesión del balón para poder tomar la iniciativa en el juego. Es esta referida realidad o finalidad (la victoria) la que se asume como valor fundamental y se reparte entre todos los elementos que forman el equipo, estableciéndose bajo esta situación la cooperación, consciente y deliberada, contra las acciones adversas, conscientes y deliberadas, por parte de los miembros del equipo adversario. Este hecho relacional de cooperación (entre los jugadores del mismo equipo) y de oposición (con los elementos del equipo adversario) fomenta y promueve un conjunto de convicciones, que en última instancia construyen el motor íntimo de coherencia interna de un equipo, determinando igualmente los valores normativos que orientan los comportamientos técnico-prácticos que responden a los problemas que la situaciones de juego encierran en sí. Resumiendo, la formación y organización del equipo de fútbol pasa inevitablemente por el siguiente objetivo: marcar gol en la portería contraria y evitarlo en la propia, pues sólo así se puede alcanzar la victoria. Esta premisa, que habitualmente no se menciona por su clara evidencia, es la que condiciona todo el trabajo colectivo. Además, todos los esfuerzos individuales y colectivos se dirigen a la persecución de esta finalidad intrínseca del juego, buscando alcanzarla el mayor número de veces pero independientemente del contexto competitivo. En la práctica, sin embargo, podemos observar otras dos finalidades relativas a los equipos cuando se enfrentan (la competición).
• La finalidad del juego y la finalidad del equipo
Aunque la finalidad del juego sea conseguir meter gol el mayor número de veces posible o, como mínimo, más veces que el adversario para lograr la victoria, existen muchas ocasiones tanto antes del propio partido como en muchos momentos durante el mismo en las cuales las finalidades del equipo no coinciden con la del propio juego. Esto significa que, en función de las estrategias diseñadas para el partido (por ejemplo, el equipo adversario tiene una organización demasiado eficaz y por ello, debido a la organización del torneo o campeonato, es absolutamente necesario ganar el partido) o de la táctica que se desarrolla durante el partido (por ejemplo, falta poco tiempo para que termine el partido y el equipo con resultado desfavorable en el juego –y que puede estar ganando en el cómputo general de la eliminatoria– busca mantener la posesión del balón para romper el ritmo del adversario, intentando así dejar pasar el tiempo, evitar que los adversarios consigan la posesión del balón, etc.), el equipo establece otras finalidades, otros objetivos táctico-estratégicos, para los que concurren los comportamientos y las acciones de sus elementos en el juego. Bajo estas circunstancias, cada jugador del equipo se adhiere a una visión común establecida: en el plano estratégico (preestablecido y desarrollado durante el período de preparación que antecede a la competición); en el plano de la acción táctica (en el que se hace un balance permanente entre los condicionantes de la respuesta a los contextos situacionales y a la estrategia preestablecida para ese partido), y en la comprensión y ejecución de sus funciones tácticas (generales y específicas) respecto a la posición que ocupa en el seno de su equipo y a las relaciones e interrelaciones que establece con sus compañeros y adversarios. La aparente simplicidad de la finalidad del juego del fútbol (marcar gol y evitar que lo marquen) contienen en sí un amplio complejo de variables de dominio técnico, táctico, físico, psicológico y social que se interrelacionan y condicionan mutuamente. Esto se complica aún más por la mezcla y las opciones de la aplicación de las concepciones estratégicas preestablecidas y/o a través de la aplicación de medidas tácticas especiales, fruto de modificaciones, previstas o no, que ocurren a lo largo de un partido. Además, durante el partido de fútbol nada es definitivo; nada está establecido para siempre. La consecuencia de determinada situación de juego, la pérdida de la posesión del balón, la interceptación de un pase o incluso los efectos positivos o negativos se producen durante un determinado tiempo y pueden ser inmediatamente «compensados» en la acción defensiva ofensiva siguiente. Esta realidad provoca una inseguridad constante en los jugadores, los cuales evidencian una preocupación y una tensión permanentes que sólo terminan después del pitido final del árbitro cuando acaba el partido. Resumiendo, cualquier concepción organizacional dinámica de un equipo de fútbol, en la preparación y en el desarrollo de la competición contra un equipo adversario específico, debe basarse en un conjunto de convicciones, representaciones y finalidades a través de las cuales los jugadores aceptan, desarrollan y evolucionan su proyecto individual y lo integran en uno colectivo. La construcción de ese aspecto fundamental de la organización del equipo y que es su finalidad (objetivo) está soportada sobre tres vertientes esenciales:
1. El plano conceptual, que se expresa en el modelo de juego, instituido por el entrenador en función de su concepción del juego y de las particularidades y especificidades de los elementos que constituyen el equipo.
2. El plano estratégico, considerando el modelo de juego de base del equipo: se realizan un conjunto de alteraciones funcionales de éste buscando potenciar y aprovechar los aspectos menos eficaces y dañar con la mayor eficacia la organización del equipo adversario.
3. El plano táctico, que se basa en el plano conceptual y estratégico y establece las decisiones operativas necesarias para la solución de las situaciones de juego y la concreción de los objetivos planificados.
• La finalidad divergente entre los equipos que compiten
En cada instante del partido las circunstancias de cada momento no son semejantes para cada uno de los dos equipos que compiten, y además no permanecerán mucho tiempo como tales. Con el tiempo se producen alteraciones y estas secuencias cambiantes provocan que en cada instante presente existan situaciones más favorables para un equipo que para el otro. En consecuencia, no pueden tener los dos equipos simultáneamente el mismo objetivo táctico y, también debido a esto, los mismos comportamientos y actitudes técnico-tácticos. Esta exclusión mutua de los mismos objetivos en el mismo momento para los dos equipos refleja la condición sine qua non que la define y condiciona, pues a cada ventaja para un equipo le corresponde una desventaja equivalente para el otro en el transcurso del juego. En este sentido, en términos técnicos de la teoría de los juegos, el duelo consustancia una situación de enfrentamiento que opone a los adversarios, cuyos intereses son diametralmente opuestos, es decir, de «suma cero» (nula). Esta expresión indica que la suma algebraica del «saldo» de los dos protagonistas es igual a cero y lo que uno gana (la ventaja) corresponde a una pérdida (desventaja) simétrica del otro. En este ámbito, debemos antender al hecho de que los diferentes elementos de carácter estratégico y táctico utilizados de una manera más o menos correcta, adaptada y eficaz por uno de los equipos en la competición pueden simular perfectamente ambientes y condiciones de la competición, que a ojos de un observador inexperto le pueda parecer que la ventaja del juego esté tendiendo hacia uno de los dos equipos. Sin embargo, después de un análisis más profundo podemos llegar a la conclusión de que esa pretendida ventaja se desprende «solamente» del resultado de la aplicación de una estrategia adaptada a esas circunstancias, que crean condiciones favorables para la concreción en el plano del juego establecido. Este hecho podrá ser proporcionado por la estrategia del equipo, que, al dar «toda» la iniciativa al adversario con el objetivo de aprovecharse de los posibles desequilibrios defensivos de ahí desprendidos, tanto en el plano estructural (sistema de juego) como en el mental (concentración y atención), posibilita la concreción de contraataques o de ataques rápidos en condiciones ventajosas en términos espaciales (ataques a zonas vitales de juego), de tiempo y de número (situaciones aisladas de atacante contra defensas –1 × 1– o de superioridad –2 × 1–).