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ELEMENTOS DE BASE

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En relación con los elementos de base de la estructura de juego vamos a analizar dos subvertientes: el jugador como una línea de fuerza dentro del terreno de juego y la estructura de base del equipo en función de las líneas y de los sectores constituidos por diferentes jugadores que ejercen su acción de forma concertada y homogénea.

• El jugador

La ocupación del terreno de juego determina relaciones y, a su vez, define unas líneas de fuerza, es decir, redes de comunicación y contracomunicación. Para que esto se verifique realmente se requiere el respeto de cierta distancia relativa entre los jugadores, ni demasiado amplia, pues aumenta los riesgos de la interceptación del balón por parte del equipo adversario, ni demasiado corta, pues la progresión del balón en dirección a la portería adversaria se haría con grandes dificultades. En este sentido, cada jugador en el campo representa una fuerza que se manifiesta por:


1. Ocupación dinámica de una parte del espacio de juego. Al analizar el área de terreno de juego en función del total de jugadores que se mueven en ella observamos un espacio de alrededor de 325 m2 por jugador. Bajo esta circunstancia, dentro de la estructura del equipo cada jugador, independientemente de su misión táctica específica, deberá ocupar y dinamizar una parte del terreno de juego, y podrá expresar individualmente su propia personalidad, no quedando «prisionero» de su puesto, y ser un soporte para una organización estructurada y fundamentada en una cobertura permanente y recíproca.

2. Acción sobre el balón. En cada momento del juego solamente un jugador de los 22 que están en el campo podrá tener la posesión del balón. Esto significa que cada jugador, al intervenir sobre el balón, direcciona el juego en uno u otro sentido, es decir, en la concreción o no de los objetivos del juego. Simultánea y paralelamente, en cada intervención sobre el balón por parte de cualquier jugador se observa una interacción operativa entre él y el resto de jugadores (compañeros y adversarios), consustanciado por un conjunto de complejos movimientos alrededor o en dirección al balón (apoyo o cobertura del compañero que tiene la posesión del balón o poco marcaje del adversario con balón).

3. Relación entre los compañeros. La cooperación representa una forma específica de sociabilidad del juego del fútbol. Cualquier jugador dentro del equipo debe ayudar a sus compañeros y comunicarse con ellos en función de un determinado objetivo común. Para comunicarse ha de establecerse un «lenguaje común», en otras palabras, un sistema de referencia común que se fundamenta en el establecimiento y en la definición de los principios del juego. La comunicación se realiza de forma instrumental –a través del balón– y comportamental –mediante las acciones técnico-tácticas realizadas–. Así, los jugadores deberán comprender las intenciones y los proyectos de sus compañeros en cada situación de juego y adoptar los comportamientos que conduzcan a tener un máximo de eficacia en esa situación dependiendo de los objetivos del equipo. Las peculiaridades y el carácter de las acciones sin balón de los jugadores representan la base del concepto de juego del equipo. El posicionamiento elegido por el jugador en las diferentes fases del juego refleja la fase cualitativa de su pensamiento creativo y de su madurez táctica, basados en la capacidad de leer y valorar rápidamente las situaciones con el objetivo de adoptar operativamente las soluciones más eficaces para la tarea táctica de su propio equipo.


4. Interceptación de las relaciones entre los adversarios. La presencia del adversario constituye otra de las constantes del juego y determina «jugar con y en contra». El juego ha de analizarse y comprenderse en términos de relaciones de fuerza entre los equipos. Éstas, cuando se dan en la fase ofensiva, intentan desequilibrar el sistema de fuerzas del adversario y establecer las condiciones más favorables para el objetivo del gol, pero es todo lo contrario cuando el equipo en acción defensiva intenta en todo momento mantener un equilibrio dinámico de su sistema buscando recuperar el balón y proteger su portería.

5. Constante adaptación a la variabilidad de las situaciones de juego. La variabilidad de las situaciones momentáneas del juego determina una constante adaptación de los comportamientos técnico-tácticos individuales (solución táctica presente) y colectivos (desplazamientos coordinados por la necesidad de equilibrar el reparto de fuerzas en el terreno de juego). En síntesis, dentro de estas diferentes manifestaciones, cada jugador concreta una línea de fuerza con múltiples orientaciones en las que el rendimiento está subordinado a su situación en el espacio de juego en relación con el balón, las porterías, sus compañeros y los adversarios.


6. Concreción del objetivo de juego. Cada jugador representa una identidad indivisible con una voluntad propia que lleva consigo una mentalidad, una capacidad y una finalidad. Redimensionando esta cuestión en el seno de un equipo, la integración de cada jugador se realiza por la aceptación por parte de éste de un conjunto de valores, de convicciones y de un proyecto común en el que se asume, bajo este contexto, una conciencia colectiva. De forma simultánea, cada jugador debe saber lo que el equipo espera de él y la mejor forma de corresponderle respecto a sus expectativas. Por ello, ante un partido cada jugador debe entender que en cualquier momento del juego (interviniendo o no sobre el balón) es una parte integrante de una cadena de acontecimientos cuya importancia está determinada por sus decisiones al contribuir a la solución de los diferentes contextos de las situaciones de juego, con el objetivo de que se concreten los objetivos estratégicos preestablecidos y los objetivos tácticos momentáneos del equipo.

• La estructura de base del equipo

Un equipo de fútbol presupone la existencia de un colectivo organizado y unido desde el punto de vista de la finalidad, de los objetivos y de las intenciones. Representa, según Teodorescu (1984), un «microsistema social numéricamente estable y constituido por jugadores especializados (…) Lo que conduce a la aparición de espacios en el equipo (defensas, mediocampistas, etc.), así como a la constitución de los subconjuntos, sectores o líneas». De hecho, la colocación de base del equipo es soportada por las acciones individuales de los jugadores, se organiza en función de las líneas o los sectores integrados por diferentes jugadores que ejercen su acción (tanto ofensiva como defensiva) con una forma convenida y homogénea, estableciendo las relaciones y las uniones que son la base de las acciones colectivas (misiones tácticas colectivas), y, en un último término, por las acciones del equipo en su conjunto. En este sentido, los jugadores que pertenecen a los distintos sectores del equipo tienen misiones tácticas específicas cuya nomenclatura internacional es la siguiente:


1. Porteros. Dentro del área grande gozan de un estatuto diferente al de todos sus compañeros en relación con el contacto con el balón y la protección de sus acciones técnico-tácticas. La principal responsabilidad del portero consiste en evitar el gol en su portería.

2. Defensas. Conforman el sector más cercano a su portería. Normalmente, son de tres a cinco jugadores, de los que dos o tres son defensas centrales, con un defensa lateral derecho y un defensa lateral izquierdo. La responsabilidad básica de los defensas es proteger su portería.

3. Medios. Los jugadores que forman el sector intermedio, es decir, entre el sector defensivo y el atacante. Son normalmente de tres a cinco jugadores, con dos o tres medios centrales, un medio izquierdo y un medio derecho. La responsabilidad básica de los medios consiste en auxiliar a los defensas en sus misiones defensivas y a los atacantes en las ofensivas.

4. Atacantes. Son los jugadores que forman el sector atacante. Habitualmente son de uno a tres jugadores, cuya responsabilidad básica es conseguir marcar gol.

Esta nomenclatura indica solamente el papel preponderante de los jugadores, pues su actividad real en la actualidad traspasa en mucho el límite de las obligaciones resultantes de estas denominaciones, desapareciendo por ello las fronteras de carácter rígido entre sus funciones dentro del equipo. Así, existe con gran frecuencia el intercambio de posiciones y de funciones de los jugadores. Esta perspectiva renuncia de igual forma a la división por categorías (los creadores/distribuidores del juego y los luchadores por la posesión del balón), ya que todos deben ser peligrosos en relación con la portería contraria y saber construir, crear, rematar y, simultáneamente, recuperar la posesión del balón y proteger la portería. Según Kacani (1982), en relación con la cantidad y la calidad de trabajo que desempeñan en el juego, los jugadores pueden ser divididos en tres categorías: universales, capaces de cumplir con la misma eficacia tareas de las fases defensivas y ofensivas del juego en las zonas de defensa y de ataque en los sectores de terreno de juego propio de ambos y conocedores de las exigencias de cada una de las funciones que hay que desarrollar; semiuniversales, capaces de cumplir las tareas de una de las fases del juego (defensiva u ofensiva) en la zona de defensa o de ataque y en los sectores del terreno propio de cada una y conocedores y dominadores con elevado nivel de rendimiento de las funciones de una de estas fases del juego, y especialistas, con una especialización delimitada, capaces de cumplir con eficacia las tareas de una fase del juego en un sector específico de la zona defensiva u ofensiva (por ejemplo, el portero).

En este ámbito los jugadores deben pasar de la noción estática del «puesto» en el que cada jugador evoluciona solamente en determinada área conduciendo al equipo a una rígida compartimentación y por inercia a una mayor permeabilidad en su organización a un concepto de función (misión). Esta noción consustancia amplios límites para que cada jugador pueda expresar su iniciativa, improvisación, creatividad y autonomía, es decir, su propia personalidad, y dar un importante apoyo a la organización, con una cobertura permanente y recíproca en todas las fases (de ataque y defensa) del juego y en cualquier zona del campo. Los jugadores están obligados por ello a cumplir alternadamente tareas técnico-tácticas tanto en la fase de ataque como en la de defensa en cortos intervalos de tiempo. De hecho, esta ambivalencia de la actividad de los jugadores (ataque/defensa) determina igualmente que han de asumir otras misiones tácticas específicas distintas de las suyas (que consustancian por la mayor cultura táctica) dentro del cuadro referencial de las necesidades del equipo; de ahí que no sorprenda que los protagonistas fundamentales en la concreción del proceso ofensivo sean en muchas de las situaciones de los partidos los jugadores que pertenecen al sector medio y defensivo. La universalización de las funciones de los jugadores y la concienciación de las particularidades relacionadas con su especialización no constituyen, en nuestra opinión, realidades antagónicas. Estamos ante complementariedades naturales y necesarias del modelo de juego del fútbol contemporáneo. Adicionalmente a los aspectos relacionados con la universalidad frente a la especialización, los jugadores en la actualidad están caracterizados por las siguientes opciones:


1. Disponibilidad total para el juego. Los jugadores se caracterizan por efectuar innumerables operaciones mentales complejas por unidad de tiempo, lo que se evidencia por una asistemática repetición de comportamientos técnico-tácticos. Bajo esta perspectiva, los jugadores deben estar continuamente activos, intervenir de forma coherente y racional en las diferentes situaciones, apoyar, marcar o solicitar el balón y no observar el juego de forma pasiva. De esta dimensión procede la expresión: «el juego actual es un fútbol de movimiento». Sólo de esta forma se puede influir y ser influido por las constantes modificaciones transitorias de los acontecimientos, posibilitando así la transformación del significado preciso de las actitudes y de los comportamientos de otros jugadores en función de sus intenciones y proyectos. Sin embargo, deben escoger el momento más favorable en función de sus misiones tácticas específicas dentro del dispositivo de base y cuándo intervenir dentro o fuera de las unidades estructurales funcionales, siendo corresponsables en la concreción de los objetivos tácticos del equipo. De ahí que el concepto de jugador activo no signifique solamente la intervención sobre el balón, sino fundamentalmente la disponibilidad de los jugadores para intervenir en el juego. Existe un pensamiento de base en todos los jugadores desde el momento en el que el árbitro manda iniciar el partido hasta su final: «siempre hay cosas que hacer» en el plano táctico y estratégico para facilitar las condiciones de solución de los diferentes contextos situacionales del juego.


2. Elevado grado de capacidad física. Si pasamos revista al pasado-presente de esta modalidad, somos conscientes del elevado aumento del número y de la intensidad de los esfuerzos realizados por los jugadores en el partido. Tal como refiere Queiroz (1983), «al analizar el fútbol de nuestro tiempo resalta una perspectiva dinámica y creativa, tanto de los jugadores como lógicamente del juego. Se aprecie o no en el fútbol actual, es incontestable que el modelo de juego de la década de los ochenta resulta diferente del de la década de los sesenta, y que casi nada tienen en común los anteriores con el modelo de la década de los cuarenta y los cincuenta. Reflexionando sobre el cuadro de la dinámica de los esfuerzos del fútbol, se muestra que éste ha aumentado significativamente tanto en cantidad como en calidad. Comparando datos observados en la década de los sesenta con los actuales, se observa que el espacio de juego cubierto por los jugadores casi se ha triplicado. Si atendemos a que en el fútbol el espacio es igual al tiempo y a que en el juego el factor tiempo es la causa del aumento de la velocidad de los rendimientos técnicos y simultáneamente está condicionado por el ritmo y que el factor espacio está hoy asegurado por la mayor movilidad de todos los intervinientes en el juego, percibimos fácilmente que su resultante altera sustancialmente todo el perfil del juego. Bajo esta perspectiva, el juego en la actualidad exige por parte de los jugadores un radio de acción mayor y una preparación más completa, tanto desde el punto de vista técnico-táctico como respecto a la condición física. El aumento del «radio y de la velocidad de la creación de los jugadores en el campo» significa que están presentes en un mayor número de situaciones momentáneas en el juego en fragmentos cada vez más pequeños. Este factor determina dos aspectos esenciales: el aumento de la presión sobre los jugadores con o sin posesión del balón, disminuyéndoles el tiempo en el que se desarrollan las fases del acto táctico (percepción-análisis, solución mental y solución motriz) con el objetivo de solucionar los problemas creados por las situaciones de juego con los mismos niveles de eficacia y de rendimiento, y una aproximación o un alejamiento constante del compañero en posesión del balón para proporcionarle mayor número de posibilidades de respuesta táctica ante el contexto de la situación de juego.


3. Cualidades psíquicas e intelectuales específicas del juego. El comportamiento de los jugadores sólo es comprensible si los consideramos como individuos que tienen que dar una respuesta eficaz a diferentes situaciones instantáneas del juego en las que prevalecen procesos de adaptación porque están obligados a adaptarse rápida y constantemente a sí mismos, a las necesidades del equipo y a los problemas presentados por el equipo contrario. Esta forma de adaptación caracterizada por el estrés favorece los procesos de saturación de ansiedad y de angustia, por lo que no hay espacio en el fútbol actual para personalidades frágiles en el plano afectivo-emotivo. En este sentido, las cualidades psíquicas e intelectuales representan uno de los dos factores fundamentales del juego del fútbol, que se muestran en la necesidad de los jugadores de soportar sacrificios luchando constante y continuamente contra las dificultades inherentes a la complejidad de sus funciones específicas dentro del equipo (coordinándolas con los restantes compañeros) y con las diferentes situaciones de juego (variabilidad-imprevisibilidad); paralelamente, las cualidades intelectuales de los jugadores se caracterizan por un pensamiento (solución mental) lógico, flexible, original y crítico en la búsqueda de una ejecución técnico-táctica (solución motora) que permita modificaciones autónomas según las circunstancias, pues sólo así se puede alcanzar un elevado grado de eficacia. Por ello cada situación del juego expresa una dimensión táctica y una estrategia única.


De esta forma, si observamos dos situaciones de juego similares, vemos que no son iguales. Aunque la dinámica de un juego deportivo colectivo como el fútbol permite acciones preestablecidas estudiadas y entrenadas, no se reproducen de la misma forma durante el partido. Por lo tanto, toda acción de ataque o de defensa, con o sin el balón, es discreta y se resuelve según el contexto de la situación; además, su realización exige un programa de acción (dentro de un grupo de opciones) adecuado a la situación y a los objetivos estratégico-tácticos que se pretende alcanzar.

4. Creatividad e improvisación. Los jugadores de fútbol expresan en la actualidad comportamientos técnicotácticos caracterizados por su adaptabilidad a los contextos situacionales del juego en la búsqueda de soluciones heterogéneas y eficaces; su anticipación, es decir, la capacidad de discernir y prever las modificaciones de la situaciones de juego, y su creatividad, que define la capacidad de idealizar y ejecutar nuevas soluciones imprevisibles desde el punto de vista defensivo, en el que se aumenta el factor sorpresa (iniciativa) del juego.

Tratado general de fútbol

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