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ELEMENTOS DE BASE

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El juego del fútbol puede ser analizado en función de diferentes tipos de problemas técnico-tácticos que se establecen dependiendo de las diferentes y momentáneas situaciones de juego. Es en este cuadro diversificado de relaciones donde los jugadores tienen que intervenir en las situaciones de juego por medio de sus comportamientos, que al mismo tiempo se derivan de los principios previamente establecidos y que provienen de dos fuentes esenciales:

1. De las directrices presentadas por el entrenador. Es de extrema importancia profundizar en la comprensión de la lógica interna del juego a partir de un conocimiento lo más amplio posible de sus elementos estructurales. A través de la continua unión entre la práctica y la teoría se consigue un estado superior de comprensión de la realidad del juego que posibilita la elaboración de una síntesis, es decir, de una generalización y sistematización de todos los elementos fundamentales. Todas las actitudes y los comportamientos en el fútbol son autoformales, es decir, las formas más simples evolucionan hacia las más lógicas, racionales y eficaces, y el papel principal del entrenador consiste en acelerar constantemente los factores de ese perfeccionamiento; sólo podrá llegarse a concluir este proceso si la observación, el análisis y el entrenamiento se ajustan en la medida de lo posible (identidad/similitud) a la realidad de la competición.


2. De la experiencia y la madurez adquiridas por los jugadores. Los jugadores son enfrentados a una realidad que les exige percibirla por medio de los órganos de los sentidos, detectando los indicadores pertinentes; seleccionar una respuesta estableciendo un plan de acción que define con una elevada precisión la articulación de los diferentes procedimientos que se van a utilizar; programar la respuesta al recibir el proyecto de la solución y reclutar las órdenes o los comandos motores necesarios para su ejecución; enviarla al sistema neuromuscular para su ejecución, y recoger la información concomitante y terminal sobre la respuesta y su grado de ajuste para posibilitar su eventual corrección.

Después de una o varias situaciones de juego, los jugadores pueden comparar la desviación entre los efectos producidos y los previstos, es decir, la eficacia de su acción en función del cumplimiento de los objetivos tácticos de su equipo. Estas relaciones de influencia y comparación permiten a los jugadores modificar los pequeños detalles, redefinir totalmente el proyecto de la acción cuando el resultado pretendido no ha sido alcanzado y reforzar la compatibilidad entre la situación y la respuesta (feedback positivo). Respecto a los medios para la comparación entre lo producido y lo pretendido, según Grehaigne (1992), «cuando se asumen con carácter constante y son suficientemente generales, se transforman en un autoconsejo para los jugadores en la medida en que establecen reglas activas para afinar sus respuestas motoras». Más adelante profundiza el mismo autor (1992): «la conceptualización de la acción presupone una modificación en el lenguaje, es decir, la traducción de un lenguaje conceptual a uno motor. Esta modificación se realiza mediante la instalación del proyecto de la acción a partir del soporte conceptual que constituyen los principios del juego».


Otro aspecto que no debemos ignorar es que cada jugador, en relación con sus particularidades, percibe, analiza y resuelve mentalmente las situaciones competitivas de diferente forma. Por lo tanto, los procesos mentales de base para la solución eficaz de una misma situación determinan concretamente diferentes niveles de elaboración. Por ello, la solución mental de una misma situación del juego para unos puede conllevar un pensamiento que es la resultante de una actividad mental creativa, mientras que para otros puede implicar un proceso mental menos elaborado, resolviendo la situación de una manera más «económica». Este hecho determina que los jugadores puedan preservar la atención para el tratamiento de otros aspectos, como la previsión del desarrollo de la dirección del juego. Con todo ello, la solución mental en un elevado número de situaciones idénticas en la competición determina el autoperfeccionamiento, que está relacionado con la disminución de la elaboración mental y de la vigilancia en la situación. Más adelante, a medida que el jugador eleva su capacidad de solución mental del problema del juego, necesita cada vez menos que el proceso mental adyacente a esta solución sea tan elaborado, lo que significa que la respuesta a la situación de competición se da de una manera más rápida, pero manteniendo el mismo nivel de eficacia al no consagrar toda la atención a esa situación momentánea y particular del juego.

Las reglas racionales de la toma de decisiones de los jugadores deben tener en consideración tres aspectos fundamentales: la naturaleza de la decisión, el contexto situacional en que esa decisión se toma y la cantidad de procesos cognitivos y motores que posee el jugador.

• La naturaleza de la decisión

Diferentes investigadores coinciden en que la toma de decisión se da de acuerdo con una serie de estadios bastante bien definidos, aunque también algunas decisiones más complejas puedan repetir algunos pasos o volver atrás en la secuencia de esos estadios (Carroll y Johnson, 1990; Araujo, 1998):

1. Reconocimiento. El proceso de toma de decisiones se inicia cuando el jugador reconoce la necesidad de que ha de tomar una decisión para alterar los acontecimientos que le rodean.

2. Generar alternativas. Cuando un jugador ha tomado una decisión, teóricamente ha determinado innumerables alternativas. Sin embargo, ese número se reduce a las alternativas más racionales o adaptadas, preferidas o atractivas para él.

3. Búsqueda de la información. Discernir e identificar con eficacia entre diferentes estímulos, y que sean los más pertinentes en el menor tiempo posible resulta fundamental para solucionar las situaciones de juego.

4. Juzgar o escoger. Son dos diferentes tipos de toma de decisiones que pueden producir asimismo distintas decisiones. La forma en que un jugador evalúa las alternativas para un juicio o para una elección consiste en el empleo de las reglas de decisión, que varían por ser generales (al poder ser aplicadas a una larga variedad de situaciones de toma de decisiones) o específicas (cuando se aplican a un reducido número de situaciones).


5. Acción. Una vez tomada la decisión, debe ser puesta en práctica por el jugador.

6. Feedback. Después de ejecutar la decisión, el jugador debe recibir la información de retorno acerca de su acción para desarrollar su conocimiento y el de las reglas decisionales, es decir, aprender, perfeccionar o desarrollar.

• El contexto situacional

La toma de decisiones es un proceso extremadamente dependiente de las características del contexto de la situación, por lo que hay que tener en consideración los siguientes aspectos:

1. El contexto situacional puede ser conocido o desconocido. El conocimiento de la situación-problema establece un determinado nivel de estructuración en el proceso de la toma de decisiones que está regulada y organizada en función de los hábitos y automatismos adquiridos por el jugador a lo largo de su proceso de entrenamiento. Cuando el contexto es desconocido se verifica una desestructuración, pues no existe una forma predefinida para encontrar y aplicar la acción motora en respuesta a los problemas puestos en cuestión por la situación, que ha de ser resuelta a través del aspecto intrínseco y creativo del jugador y de los principios orientadores del comportamiento táctico.

2. Claridad del objetivo. Presupone una especificación clara de un estado o de una multiplicidad de resultados.

3. Complejidad. En el fútbol los comportamientos de los jugadores no presentan una secuencia fija de los elementos que los componen, pero sí una adaptación a cada circunstancia situacional, alterando los elementos de la ejecución de distinta manera, lo que da lugar a una cascada de decisiones de gran variabilidad.

4. Importancia de la situación. Dependiendo de ella en lo que se refiere a los objetivos que en ésta se podrían concretar, serán mayores los riesgos asociados a una toma de decisiones adaptada. En este sentido, consecuentemente el jugador tendrá mayor cuidado en la elección de una opción que se desprende de varias para solucionar el problema. La concentración psicológica y los índices fisiológicos que se pueden registrar en el jugador durante la realización de un penalti son totalmente diferentes si esa acción técnica decide o no el resultado final del partido.

5. Tiempo para decidir. La manipulación del tiempo que tiene un jugador para decidir (aumentándolo o disminuyéndolo) la solución de una situación-problema establecida constituye el factor de mayor apremio para él en la concreción de los objetivos y de los criterios de éxito predeterminados. Veamos una situación concreta: al recibir el balón un jugador está ante dos soluciones tácticas, rematar a la portería o penetrar, aproximándose al área para aumentar sus posibilidades de éxito en el remate. La pequeña fracción de segundo (determinada por la duda sobre cuál de las decisiones alterará el contexto situacional) puede llevar al jugador, debido al aumento de la presión defensiva, a optar por una tercera opción menos eficaz, como pasar el balón a un compañero peor posicionado. Bajo presión temporal puede verse afectada la eficacia de la toma de decisiones del jugador.


6. Reducción del espacio. Cada jugador representa una «fuerza» que se manifiesta por la ocupación y dinamización de un espacio de juego en el que expresa su individualidad y personalidad en referencia a sus opciones y, consecuentemente, por sus acciones motoras. Por ello es preciso tener presente que cada juego se encuentra enfrentado a espacios dinámicos funcionalmente unidos entre sí, que se modifican en función de las tareas que le son determinadas, respecto a la evolución de las acciones programadas y en cuanto al tiempo para ejecutarlas. En lo que se refiere a esta última vertiente, al disminuir el espacio se incrementan las dificultades que encuentran los jugadores en la concreción de los objetivos, porque cuanto menor es el espacio menor resulta el tiempo para analizar la situación y ejecutar las acciones técnico-tácticas correspondientes a su solución, lo que implica consecuentemente un aumento de la velocidad y del ritmo de las ejecuciones en las acciones individuales y colectivas, disminuyendo así la eficacia establecida para la concreción de los niveles de éxito propuestos.


• El jugador

Genéricamente sólo es legítimo que se hable del proceso de toma de decisiones cuando el jugador pasa por el proceso de la comparación de alternativas. Sin dicha comparación no es posible que el comportamiento refleje una elección, sino un hábito o un automatismo. En este campo se pueden señalar los siguientes aspectos:

1. No infatigable. La mente humana es limitada, pues la memoria a corto plazo almacena una ínfima parte de lo que pasa a su alrededor o pasa la información a la memoria a largo plazo. Debido a estas limitaciones, el jugador tiende a simplificar las informaciones que se derivan del entorno y a formular decisiones que iluminan algunos aspectos de la situación pero ignoran otros. En el fútbol podemos sistematizar las diferentes tomas de decisión partiendo de las condiciones iniciales concretas, que se anulan mutuamente con las situaciones en las que se determinan diferentes opciones (decisiones), que a su vez están soportadas por un conjunto de comportamientos (acciones técnico-tácticas) de base que concretan los objetivos de cada decisión tomada.

2. Selección sistemática. Como no es infatigable, el ser humano es selectivo, lo que se convierte en fuente de dificultad. El hombre privilegia determinado tipo de información en detrimento de otro; por ello, la información sobre lo que acontece es sobrevalorada en relación con aquella referente a lo que no acontece; la información superficial relevante o que confirma las expectativas o los aprendizajes anteriores se tiene como más útil respecto a la información cuya relevancia es un poco menos obvia o incongruente en relación con las expectativas o el aprendizaje anterior, y se da a la información más accesible un valor exagerado respecto a la menos accesible.

3. Falta de comprensión del concepto «casualidad». El ser humano muchas veces es incapaz de reconocer el componente aleatorio de gran parte de las situaciones a las que se enfrenta.

4. Demasiada confianza en el juicio y en la decisión. Las personas dicen tener mucha mejor imagen de la realidad de lo que en verdad tienen, pues el conocimiento que poseen acerca de los hechos es demasiado estrecho, por oposición a las amplias previsiones que efectúan con plena confianza.

5. Propensión a correr riesgos. Otra de las características del jugador es la de asumir riesgos, lo que influye en las estrategias de la decisión cuando se juega con un amplio número de características en el contexto. En una decisión con riesgo, el jugador no tiene dudas sobre los resultados y las posibilidades de pérdida de los recursos.

6. Influencia de las características del jugador en los modos de elección. Las características de quien decide parecen influir con mucha fuerza en la selección de un modo de elección apropiado a partir del momento en que se reflejan diferentes percepciones del problema y se requieren distintas capacidades para procesar la información, además de implicarse diferentes niveles de aspiración y de riesgo.



Finalizando, los principios del juego definen, en última instancia, la comprensión de las relaciones lógicas elementales o, en otras palabras, las propiedades invariables de las situaciones del juego, sobre las cuales se inserta la actividad conceptual y motriz de los jugadores para responder a los diferentes problemas generados por la confrontación entre los dos equipos. Se constituye en este ámbito como una construcción teórica y un instrumento operativo que orienta cierto número de comportamientos técnico-tácticos de los jugadores, representando así una fuente que permite actuar sobre la realidad del juego, es decir, en la solución de las situaciones momentáneas del juego. Sus principales características son que resultan conscientes y simples, que poseen cierto grado de generalización, que concurren en la planificación, selección y ejecución de la acción en estrecha relación con los mecanismos motrices y que participan en la explicación de la acción.


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