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El fútbol se desarrolla en un extenso espacio de juego (como término medio, 325 m2 por jugador) con un elevado número de elementos (11) que pertenecen a cada uno de los equipos en confrontación. Se deriva de esta lógica constatación del juego del fútbol la existencia, sin la cual el juego no podría evolucionar en el sentido positivo, de una acción coordinada de todos los jugadores en cualquier momento del juego, que en un primer análisis ha de estar dirigida por sus misiones tácticas específicas, que se derivan de su posicionamiento dentro del sistema táctico del equipo. La atribución de estas misiones tácticas obliga a los jugadores a mantenerse constantemente atentos y activos, influyendo e influyéndose por el desarrollado del juego. Buscan en este sentido contribuir al desarrollo eficaz del proceso ofensivo o defensivo en el que su equipo está inmerso en la preparación de una de estas fases fundamentales del juego independientemente de si su equipo posee o no el balón. Para que el correcto desarrollo del juego sea una realidad, es fundamental que el jugador sienta su contribución a la solución inmediata de los diferentes contextos situacionales puntuales y temporales que encierra en cada momento el juego, así como la anticipación en la preparación de los futuros escenarios contextuales que pueden resultar de esa situación.

En este sentido, los jugadores buscan dentro de sus posibilidades facilitar o perturbar la continuidad del proceso ofensivo o defensivo, que está constituido por las interacciones resultantes de los diferentes contextos situacionales, desde la recuperación hasta la pérdida del balón. De lo referido anteriormente podemos evidenciar en cada fracción del juego que todos los jugadores de cada equipo deben asumir actitudes y comportamientos técnico-tácticos de carácter individual y colectivo, convergiendo (aproximándose) o divergiendo (alejándose) del espacio en el que se encuentra el balón y, naturalmente, del compañero o del adversario que lo posee. Estas decisiones de aproximación o alejamiento derivan fundamentalmente de las necesidades verificadas para solucionar con eficacia esa situación puntual y temporal del juego, de la importancia de crear condiciones de desequilibrio en la organización del equipo adversario y del restablecimiento continuo y automático de los equilibrios que soportan el sistema táctico del equipo. De hecho, siempre que el balón entra en movimiento se observan por parte de los jugadores unas acciones individuales coordinadas por un amplio sentido colectivo, soportadas por decisiones mentales que les llevan hacia los espacios más alejados de los contextos situacionales temporales o directamente hacia el centro de dichos contextos, con la intención de que esas decisiones de ámbito táctico y técnico tengan una convergencia en una vía única y contribuyan positivamente a alcanzar los objetivos estratégicos preestablecidos por el equipo y/o los objetivos tácticos que resultan de las circunstancias de la situación del juego.


Ampliando las referidas consideraciones, se verifica que los jugadores, cuando optan por aproximarse (apoyando a los compañeros) o alejarse de la posición del balón (rompiendo o equilibrando el sistema táctico del equipo adversario y del propio equipo, respectivamente), cumplen con presupuestos fundamentales de carácter estratégico y táctico eficaces para desarrollar el juego, sea cual sea la fase en la que se encuentren. En esta medida, el juego «fragmenta» (no en el sentido de partir o separar) una continuidad lógica de la acción (envolviendo en el mismo momento la solución de los diferentes contextos situacionales del juego y la creación de condiciones facilitadoras) en espacios más distantes, que pueden resultar en la ejecución de los comportamientos técnico-tácticos de carácter individual o colectivo, que buscan la ruptura de la organización adversaria o el equilibrio del sistema táctico del propio equipo. Es en este contexto situacional, soportado por dos decisiones y comportamientos (que a primera vista parecen divergentes), donde convergen en un sentido único para contribuir con eficacia a alcanzar los objetivos del ataque o de la defensa. Un ejemplo típico de estas consideraciones ocurre cuando los jugadores no están implicados directamente en la recuperación del balón y se posicionan en ciertos espacios estratégicos del juego donde preparan el ataque de su equipo (cuando se verifica la recuperación del balón). Simultáneamente obligan al equipo adversario a atacar en condiciones de inferioridad numérica, ya que, como se comprende, estos goles deben ser marcados y vigilados por adversarios cuyo equipo se encuentra en ese momento en proceso ofensivo. En la línea de este razonamiento se puede añadir que los jugadores que no están directamente implicados en el proceso ofensivo de su equipo se posicionan en ciertos espacios estratégicos del juego (equilibrando el sistema táctico), donde se desarrolla y prepara la posibilidad de perder el balón, marcando y vigilando los espacios y a los adversarios que pueden establecerse, así como los carriles y las corrientes de transmisión del rápido desarrollo del proceso ofensivo adversario. Su posicionamiento debe posibilitar, simultáneamente, una reorganización rápida del ataque de su equipo en caso del fracaso momentáneo de éste. Bajo esta perspectiva, en el desarrollo de cada proceso ofensivo y defensivo no todos los jugadores que pertenecen al equipo se hallan directamente implicados en el ataque a la portería adversaria ni tienen la intención de recuperar el balón, si bien esto no significa, en cualquier circunstancia del juego y siempre que se exija, que no puedan ser reclutados y envueltos de una forma profunda y motivante en la creación de las condiciones favorables para la concreción eficaz de los objetivos de una de las dos fases fundamentales del juego del fútbol.

• Las unidades estructurales funcionales (de las que se derivan los principios específicos del juego)

Si analizamos otras especialidades deportivas de carácter colectivo, como el balonmano o el baloncesto, de inmediato verificamos que se desarrollan en un espacio de juego más reducido y con menor número de elementos por equipo en comparación con el juego del fútbol, lo que tiene como consecuencia práctica tres aspectos esenciales:

1. En todas las situaciones, todos los elementos del mismo equipo en el mismo momento están profundamente involucrados en una de las fases fundamentales del juego (ataque o defensa), por lo que los jugadores del equipo que posee el balón buscan hacerlo circular ejecutando simultáneamente constantes desplazamientos con el objetivo de crear, ocupar y explorar los espacios vitales del juego para ejecutar un remate (balonmano) o lanzamiento (baloncesto) eficaz. A su vez, los recesos buscan anular esas mismas circulaciones tácticas con el objetivo de recuperar el balón y defender la portería o la canasta por medio de desplazamientos que mantengan objetivamente el marcaje a los adversarios directos y la vigilancia de los espacios vitales y estratégicos del juego.

2. La proximidad posicional y procesual (operativa) que los jugadores (atacantes o defensas) adoptan en los diferentes contextos situacionales del juego durante las fases ofensiva o defensiva interacciona con sus comportamientos técnico-tácticos, teniendo en consideración sus decisiones de carácter táctico con las acciones ejecutadas por otros jugadores (compañeros y adversarios), quienes en la mayoría de las situaciones se encuentran en su campo de visión. Se establecen de esta forma, debido a un esfuerzo concentrado de la atención, relaciones de comunicación y contracomunicación privilegiadas por el hecho de que son observadas, analizadas y conscientemente integradas como informaciones pertinentes para la toma de decisiones.

3. Independientemente de la disposición táctica adoptada por los jugadores de un equipo dentro del terreno de juego o en cualquier momento, se puede verificar que al unir a los jugadores por medio de líneas se obtiene una cadena de figuras geométricas denominadas «triángulos»; de ahí que se considere que el juego del fútbol es una cuestión de triángulos. En este sentido, las unidades estructurales básicas de un equipo de fútbol, tanto durante el proceso ofensivo como el defensivo, están aseguradas por las relaciones dinámicas de cada triángulo, considerándolos como las estructuras funcionales parciales más simples del juego del fútbol. La forma y el tamaño de cada triángulo varía de acuerdo con la sucesión y el desarrollo de las situaciones momentáneas del juego.


En el juego del fútbol este aspecto de influir y ser influido por un número significativo de jugadores (compañeros y adversarios) que asumen diferentes comportamientos técnicotácticos es del todo imposible. La realidad de este hecho está relacionada inapelablemente con la toma de decisiones y la ejecución de la acción de respuesta al contexto situacional presente. De ahí que podamos teóricamente establecer la existencia en cada momento del juego de una unidad lógica funcional y operativa, que se constituye rápidamente (en relación con el nivel de organización dinámica del propio equipo) cada vez que uno de los jugadores recibe el balón, pudiendo alterarse (positiva o negativamente) durante el tiempo en que lo posee. Así, en cada momento del juego se observan transformaciones fundamentales que conllevan un conjunto de desplazamientos de algunos compañeros, que convergen en su dirección con la intención de apoyarle en su acción, y de los adversarios, que intentan quitarle el balón o como mínimo llevarle a optar por la ejecución de acciones desadaptadas e ineficaces en el contexto situacional presente. Cada unidad lógica (estructural) funcional que se forma cada instante del juego en función de los objetivos tácticos momentáneos de quien ataca y de quien defiende se establece en un contexto situacional que se caracteriza por una determinada «incertidumbre», pero también por una integridad estructural, cuyos componentes se establecen por:

1. Un espacio concreto de juego donde esta unidad operativa se verifica.

2. Un tiempo real de juego ya que, a medida que se agota, estas unidades estructurales operativas se tienden a deteriorar.

3. Un resultado numérico en el partido, pues en función del resultado positivo o negativo existe la posibilidad de un aumento o de una reducción de la eficacia de estas unidades lógicas funcionales.

4. Un jugador que interviene sobre el balón convergiendo hacia él la atención de los compañeros y de los adversarios, que se desplazan en su dirección, pero manteniendo cierta distancia, con el objetivo de que el balón pueda circular (perspectiva ofensiva), o evitar esa circulación y la recuperación de la posesión del balón (perspectiva defensiva).

5. Un contexto de cooperación, constituido por los compañeros que adoptan posiciones que concretan verdaderas opciones tácticas dentro de un marco más o menos grande de soluciones que respondan de forma adecuada y eficaz a la situación-problema.

6. Un contexto de oposición, naturalmente constituido por los adversarios, que se colocan a una determinada distancia del jugador que posee el balón, que determina la reducción del número de opciones tácticas de solución de la situación y simultáneamente posibilita la recuperación del balón de forma directa y consecuente o a través de los errores en la ejecución técnico-táctica del atacante.

7. Una finalidad, determinada por la necesidad de cumplir, simultánea o separadamente, los objetivos estratégicos preestablecidos para ese juego y los objetivos tácticos momentáneos del equipo, dependiendo de las circunstancias contextuales de la situación.


• La organización dinámica que envuelve las unidades estructurales funcionales (de las cuales se derivan los principios generales del juego)

Las referidas constataciones llevan a admitir en la teoría la posibilidad de establecer dos niveles en los principios orientadores del comportamiento táctico de los jugadores, de los cuales se derivan las unidades estructurales funcionales que se encuentran en constante cambio, constituidas momentáneamente por el jugador que posee el balón y los elementos pertenecientes a los dos equipos (compañeros y adversarios) posicionándose a cierta distancia (no superior a 15 m), auxiliando o perturbando el raciocinio táctico y, consecuentemente, su ejecución motora. En este sentido, los atacantes que se posicionan en el centro de la unidad estructural funcional apoyan las acciones técnico-tácticas del compañero que posee el balón, facilitando opciones en la solución táctica en cuanto a que los adversarios se oponen o limitan estos propósitos para recuperar el balón o evitar situaciones que puedan tener como consecuencia un remate a la portería. Alrededor de las diferentes unidades lógicas funcionales que se forman continuamente se estructura una organización dinámica más extensa en términos de espacio de juego y número de jugadores, que asumen actitudes y comportamientos técnico-tácticos que tienen en consideración el desarrollo de las unidades estructurales funcionales, direccionadas por las circunstancias del momento y por los objetivos estratégicos preestablecidos.

Desde el punto de vista defensivo, los defensas asumen posiciones para ajustarse a la continuidad de las acciones de sus compañeros colocados en medio de las unidades estructurales funcionales, la racionalización de los espacios vitales y estratégicos del juego en consonancia con las circunstancias del momento y del sistema táctico de base del equipo, los desplazamientos de ruptura de los atacantes en relación con la posesión del balón y de la portería y la forma de recuperar el balón en condiciones favorables para implementar inmediatamente un proceso ofensivo eficaz.

Desde el punto de vista ofensivo, los atacantes buscan ajustarse anticipando la solución de las situaciones contextuales del juego, proporcionando simultáneamente condiciones óptimas para su continuidad, crear condiciones favorables para la realización de las acciones de ruptura de la organización defensiva adversaria o de la progresión del balón en dirección a zonas predominantemente de finalización y racionalizar constantemente el espacio de juego en relación con los equilibrios que todo el sistema táctico debe asegurar en función de las posibilidades de perder el balón momentáneamente (inmediato reinicio del ataque u organización del proceso defensivo), los espacios vitales del juego y los adversarios que no están directamente implicados en el proceso defensivo de su equipo.

En la mayoría de las situaciones del juego estos jugadores forman parte del círculo de relaciones privilegiadas desde el punto de vista de la respuesta táctica del que posee el balón, lo que no significa que el hecho de que un compañero o un adversario se posicionen fuera de la unidad estructural funcional no influya en la toma de decisiones del portador del balón, pues esto significa que el atacante, teniendo conciencia o no de sus movimientos, normalmente responde tácticamente relacionándose con los compañeros más próximos con la intención de resolver los diferentes contextos situacionales que el juego le proporciona. La sustentabilidad de este hecho puede ser comprobada por los siguientes dos aspectos:


1. El jugador que posee el balón en un determinado espacio de juego no consigue abarcar en su campo de visión todas las acciones de los jugadores (compañeros y adversarios). Cuando él decide, no atiende por lo tanto a las diferentes señalizaciones de carácter facilitador o perturbador, de las que no tiene conciencia de su existencia ni pertinencia. De ahí que el jugador se concentre profundamente en lo que está ante él o a su alrededor, dentro de las referencias que son bastante limitadas, y de una u otra solución táctica que busque una ruptura de la organización defensiva adversaria lejana a ese centro de juego. En este caso, las acciones ofensivas con elevados niveles de éxito, es decir, que concretizan situaciones inminentes de finalización o de gol efectivo, tienen como denominador común el uso de esas acciones de carácter técnico-táctico, que objetivan la ruptura puntual de la organización defensiva adversaria en espacios de juego más distantes de donde se posiciona o encuentra el balón.

2. Al analizar las acciones tácticas de los jugadores (en partidos de alto nivel de rendimiento) inmediatamente antes de que intervengan sobre el balón se verifica que en un 64% de esas situaciones ya se han ejecutado acciones de apoyo al compañero que posee el balón. Esta constatación abarca a todos los jugadores del equipo, independientemente de sus misiones tácticas, disminuyendo naturalmente en función de la distancia a la que éstos se encuentran en relación con la portería adversaria. Así, los jugadores defensivos presentan los valores más elevados (76%), seguidos de los medios (62%) y de los delanteros (44%). Este hecho admite de igual manera que la mayoría de las soluciones del juego pasen por un mantenimiento y una progresión del balón en dirección a la portería adversaria o asimismo creando situaciones de finalización, cuya circulación del balón pasa fundamentalmente por relaciones de proximidad, privilegiando a los compañeros que se colocan cerca del jugador que posee el balón. De este análisis podemos concluir que el fútbol es un juego fundamentalmente de apoyo/equilibrio.

En esta línea de pensamiento se pueden establecer dos niveles en relación con los principios del juego:

1. Los principios generales del juego. Buscan fundamentalmente asegurar unas líneas orientadoras básicas que coordinen las actitudes y los comportamientos técnico-tácticos de los jugadores que no se encuentran dentro de la unidad estructural funcional del juego (no forman parte del círculo de apoyos a los compañeros que poseen el balón, en caso de que el equipo se encuentre en el proceso ofensivo, o del compañero que marca al adversario que posee el balón en el caso de que el equipo esté en fase defensiva). En este aspecto se distinguen los principios generales de carácter ofensivo y defensivo.

2. Los principios específicos del juego. Buscan fundamentalmente asegurar las líneas orientadoras básicas que coordinen las actitudes y los comportamientos técnico-tácticos de los jugadores que se posicionan dentro de la unidad estructural funcional del juego, distinguiéndose en este nivel los principios específicos ofensivos y los defensivos.


Tratado general de fútbol

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