Читать книгу Historias del hecho religioso en Colombia - Jorge Enrique Salcedo Martínez S J - Страница 30
FUNDADORES ESPIRITUALES
ОглавлениеLas casas religiosas contaban, junto con los fundadores materiales, con los “fundadores espirituales”41, quienes impulsaban, reforzaban o se comprometían personalmente con la fundación conventual. Entre estos se encontraban generalmente los miembros de la Iglesia, frailes o clérigos que inspiraban, despertaban, alentaban e incidían sobre los fundadores-patrones, como afirma Miura, en su “voluntad de fundar”. En el caso del Convento de Santa Clara la Real de Tunja, para citar un ejemplo, su fundación respondió a la decidida voluntad del matrimonio de Francisco Salguero y Juana Macías. Sin embargo, la cercanía a los franciscanos y a los ideales de esta orden pesaron fuertemente en la decisión del matrimonio. Así, la encomienda de Mongua, cuyo titular era Salguero, pertenecía a la doctrina de Sogamoso a cargo de los franciscanos42. Es posible que la cercanía a los doctrineros y a sus principios espirituales determinaran que Salguero fundase el convento, le donase todos sus bienes y su mujer ingresara en él como monja. Los ideales de pobreza y observancia de los franciscanos conmovían a los laicos y conseguían el apoyo material del conjunto de la sociedad43.
Como se aprecia, los miembros de las órdenes religiosas eran auténticos promotores de las fundaciones conventuales, constituyéndose en muchos casos en los gestores de los procesos de apertura de los claustros. Los dominicos, para dar otra referencia, desde 1627 estuvieron detrás de la consolidación del patronato para la fundación del mencionado Convento de Santa Inés. Juan Clemente de Chávez había dispuesto en su testamento que encargaba a su hermana Antonia del patronato para la fundación del convento. La confluencia de intereses entre la familia Chávez y los frailes tuvo, sin embargo, una fuerte confrontación, porque al parecer Antonia de Chávez sospechaba del interés de los frailes en el control del patrimonio del convento, a cambio de los servicios espirituales que estos podrían brindarle a la comunidad de monjas. Finalmente, cuando el convento se abrió en 1645 los frailes quedaron fuera de la fundación, sin participación material ni espiritual44.
En ocasiones, si el fundador material era clérigo, este podía motivar a otras personas para que se sumaran al proyecto, como se observa en el caso del cura Francisco Rincón, fundador del Convento del Carmen de Villa de Leyva. Dicho clérigo, en 1634, “refirió que Su Señoría había visto la disposición que tenía para fundar y dotar un convento de monjas del Carmen”45, para lo que aportaría una serie de bienes. Asimismo, animó a Isabel de Fuentes a que entrara como monja y ayudara con la dotación con diez mil pesos de capital46. Puede afirmarse que detrás de cada fundación había una motivación espiritual que llevaba al establecimiento de alianzas entre élites y órdenes o clérigos, conformándose de este modo una red social y también económica, necesaria para asegurar los ingresos y la concentración de beneficios a favor de la Iglesia. Es posible reconocer en estos procesos cómo se iban anudando diferentes tipos de vínculos con el objetivo de la fundación de un monasterio, en el que los diferentes grupos sociales se cohesionaban y reforzaban.
Entre los fundadores espirituales no se puede dejar de lado a las monjas que iniciaban la vida del instituto; ellas son las primeras que ingresaban con título de fundadoras: viudas, doncellas, madres con hijas, monjas procedentes de otros monasterios. En todo caso se trataba siempre de mujeres que pertenecían a linajes reconocidos socialmente, a las que se les otorgaba el título de fundadoras y se las nombraba prioras o abadesas de las comunidades. Al respecto, se observa un patrón similar en los monasterios estudiados. Normalmente se trataba de las mujeres de la familia del fundador, a las que se les reservaba el ejercicio del máximo poder en el manejo de la institución. Visto de esta forma, en la fundación de conventos, más allá de la devoción y la motivación espiritual de las élites americanas, sin duda reales, se advierte una estrategia sistemática para consolidar sus linajes. Una tendencia observable ya en la primera generación de conquistadores.