Читать книгу Historias del hecho religioso en Colombia - Jorge Enrique Salcedo Martínez S J - Страница 31
ADVOCACIÓN Y DEVOCIÓN
ОглавлениеDe la vinculación del patrón con el o los fundadores espirituales se derivaba la advocación bajo la cual se inscribía el convento. De los trece conventos que anotamos para el caso del Nuevo Reino de Granada (incluidos los de Popayán y Pasto), ocho se vincularon a la orden franciscana, como lo denotan las fundaciones de clarisas y concepcionistas. A simple vista, la amplia difusión de la vida claustral femenina puede tomarse como un triunfo de la labor misionera de los franciscanos llegados a los dominios americanos; sin olvidar que, para el caso de las concepcionistas, se trataba de una orden promovida por la misma Corona47. Se trata de una política en toda regla, como lo revela la fundación del Convento de Pasto, en donde sus dos fundadoras y cinco doncellas vestían de “sayal blanco con escapulario y manto azul como correspondía a las religiones [órdenes] que estaban aprobadas [por el Rey]”48.
El éxito de la orden franciscana, que promovía a las clarisas y concepcionistas —puede inferirse— se relaciona con el proceso de reforma de la vida regular, que perseguía la búsqueda de un cristianismo más puro, genuino e interior, establecido a finales del siglo XIV y principios del XV como modelo de vida religiosa. En ese espíritu se formaron numerosos frailes observantes, que una vez en Indias plasmaron su ideal reflejado en la relativa popularidad de las fundaciones conventuales femeninas49.
Sin embargo, la advocación de los conventos obedecía también a causas muy particulares, como lo revela el caso del mencionado Luis López Ortiz, patrono fundador de la Concepción de Santa Fe. Este “tuvo una visión de una matrona con el alba de la Concepción” que lo llevó a decidirse por esta advocación al momento de nombrar al convento50. Con seguridad, más allá de esta experiencia mística, lo que se advierte es la sintonía de este hombre piadoso con la devoción dinástica de la Inmaculada Concepción. Un hecho que favorecía la aprobación institucional y que iba en consonancia con la creciente adhesión popular y franca expansión de su culto51. Como se verá, no era la única devoción en ascenso.
En los albores del siglo XVII, llegó al Nuevo Reino de Granada una corriente propugnada por Francisco de Osuna, Luis de Granada y Santa Teresa de Ávila. Ello trajo una innovación en la vida religiosa de algunos sectores de la sociedad colonial americana, como fue la interiorización de la vida espiritual, la atracción de la oración interior y el recogimiento52. Entre la muerte de Santa Teresa en 1582 y su beatificación en 1622 se produjo una “ola de fervor religioso”53 que llegó al Nuevo Reino de Granada y que se puede apreciar en las fundaciones de los conventos de Carmelitas de Santa Fe y de Cartagena, en 1606 y 1609 respectivamente. En ambos monasterios se advirtió el deseo de sus fundadoras de adherir a la “regla de Santa Teresa”. La rama femenina de la orden fue apoyada por las autoridades episcopales y por la propia monarquía española que la auspiciaba junto a la Compañía de Jesús. Se trataba de una propuesta de vida interior, de autenticidad en la vivencia de los votos de observancia, austeridad y humildad. Entre 1601 y 1606 la fama de Santa Teresa se extendía por todo el Imperio español54, forjando un modelo de vida conventual que impulsaba otra manera de vivir la vida religiosa diferente de la conocida hasta ese momento.
Las motivaciones que llevaron a estas mujeres a ingresar a los claustros eran diversas: muchas veces coincidieron en la necesidad de buscar “un lugar social” en la sociedad colonial para aquellas que no querían o no podían acceder a un matrimonio conveniente a su estatus. No obstante, a partir de la propuesta reformadora de Teresa de Ávila, el convento se planteaba también como una opción de vida que incluía, de un modo más radical, la dimensión espiritual como finalidad, con una “edificante vida pública”, lo cual ocasionó una fascinación en la mente de las personas55.