Читать книгу Zona de encuentro - Jorge Eslava - Страница 13

Prolegómenos

Оглавление

¿La prédica de Mariátegui era básicamente un pensamiento emocional o transmitía una impronta de acción revolucionaria?

La prédica de Mariátegui aspiraba a promover una praxis basada en el marxismo —una filosofía y una teoría política esencialmente racionales—, mediante un discurso claro, accesible, pero a la vez contundente, capaz de llegar al entendimiento de las masas y despertar en ellas lo que se denominaba la conciencia de clase.

¿Calificarías su obra de madurez como reflexiva y argumentativa o ideológicamente panfletaria?

Si hay algo que no achacaron a Mariátegui ni sus detractores dentro y fuera del marxismo era el ser panfletario. Sus ideas se habían ido depurando con el tiempo, habiendo pasado de una etapa imbuida de ideología vagamente social, de demócrata radical —luego de dejar atrás sus años juveniles, de intelectual decadente, de su “edad de piedra”— a una posición de asimilación de la teoría marxista, cuya consolidación fundamental se dio a partir de su viaje Europa, en 1919.

Para entender el pensamiento de un intelectual es preciso conocer la realidad de entonces: en las primeras décadas del siglo XX la población indígena representaba las cuatro quintas partes de la población peruana y la economía estaba dominada por las actividades agrícolas… era una sociedad con rezagos feudales. ¿Cómo hablar de un marxismo ortodoxo de Mariátegui si la doctrina primigenia se basa en la lucha del proletariado en una sociedad industrial?

Ese fue el gran desafío de Mariátegui, al que respondió de manera creativa, tratando de integrar el aporte de la cultura andina, sus valores y rasgos ancestrales, a la necesidad de cambios previstos para sociedades ya en proceso de expansión industrial, como estaba muy lejos de ser el Perú de entonces. Por reconocer el papel fundamental de la cultura andina, su gran potencial productivo y su importancia demográfica y social, frente a la incipiente proletarización del país debido a su limitadísimo desarrollo industrial, no aplicó mecánicamente ninguna receta marxista.

Cuando asistimos a los debates políticos de hoy algunos nos preguntamos: ¿Dónde quedaron las reflexiones de Mariátegui, Víctor Andrés Belaunde, Raúl Porras Barrenechea o Jorge Basadre? ¿Todavía debemos considerar a aquellos intelectuales para edificar una noción de país, o ya forman parte de una tradición inútil?

El aporte de un intelectual no solo se encuentra en sus hallazgos y esclarecimientos de la realidad social e histórica, sino en las preguntas que puede formular sobre temas medulares y en los estímulos para el abordaje de temas de reflexión profunda. En nuestro medio existen muchos asuntos que son materias esenciales y aún pendientes como sociedad, como país. De los intelectuales que mencionas, baste con dos frases como “Peruanicemos al Perú”, de Mariátegui, que sugiere una tarea de múltiples aristas en relación a los prejuicios raciales y la tolerancia, la libertad y la alienación, la inclusión y la marginación. O las reflexiones de Basadre sobre el proyecto nacional, que se plasman en: Perú: problema y posibilidad (1931), libro en el que alienta a pensar nuestro país como una entidad en la que convergen el pasado y el presente problemáticos con el futuro que es necesario construir como colectividad integrada, una posibilidad difícil, casi utópica, pero no imposible.

Zona de encuentro

Подняться наверх