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Jorge Juan

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Jorge Juan tenía cuarenta y ocho años cuando vino a consultarme por sus problemas afectivos. Lo que lo preocupaba era la trilogía clásica: inseguridad, carencia afectiva y temor a ser rechazado. Separado dos veces, Jorge seguía en la búsqueda de la mujer ideal. “Estoy en una búsqueda permanente —decía Jorge—, pero no puedo conectarme con una mujer”. Trabajando con la regresión su vida fetal encontramos que gran parte de su problema se originó allí.

Sábado 20 de enero de 1990

Terapeuta: Cuento hasta tres y vaya al momento de su origen en esta vida. Uno... dos... tres.

Jorge: Veo a mis padres haciendo el amor. Los veo desde arriba... No hay mucho amor entre ellos. Es algo automático. No veo que haya afecto entre ellos. Tienen que tener otro hijo y nada más.

T: ¿Qué siente cuando ve esto?

J: Me siento mal, triste. Siento que estoy por accidente. Soy algo que no fue buscado por amor. Es como si fuera una obligación de ellos tener un hijo más.

T: ¿Qué piensa en esos momentos?

J: Casi no hubiese querido nacer. Hubiese querido más cariño, más ternura. Estoy con bronca. No me quedo quieto para nada. Doy vueltas y vueltas.

T: ¿A qué se debe que da vueltas y vueltas?

J: Es la resistencia que tengo a nacer. Ya me estoy resignando, me estoy quedando quieto.

T: ¿En qué momento de su vida fetal se encuentra?

J: Estoy en los primeros meses.

T: Muy bien. Avance un poco más y vaya al tercer mes.

J: Estoy flotando con una actitud indiferente. Me da lo mismo nacer que no nacer.

T: ¿Cómo está su mamá?

J: Mamá se acaricia la panza. Yo no quiero que lo haga. Pienso que no fui concebido con amor.

T: ¿Cómo está su papá?

J: Mi papá aparece y desaparece. Hizo el amor y se fue a cumplir sus tareas. La dejó sola a mi madre.

T: ¿Qué siente cuando sucede eso?

J: Es una sensación fea. Siento indiferencia. Veo cómo se aleja de mi madre. Me da bronca porque no se queda a acariciarla.

T: Avance al cuarto mes.

J: Tengo que seguir creciendo. Mi madre está resignada. Sigue haciendo sus cosas.

T: ¿Y su papá?

J: Papá sigue siempre lejos de mamá. Veo a mis hermanos dispersos por ahí.

T: ¿Qué piensan sus hermanos?

J: Están indiferentes. Otro más que viene al mundo.

T: ¿Y usted qué siente con eso?

J: Siento bronca por la actitud de ellos.

T: Avance un poco más y vaya al quinto mes.

J: Estoy creciendo. Siempre con las mismas actitudes. A mi madre la dejan sola. No la cuidan.

T: ¿Qué siente cuando pasa todo esto?

J: Sigo mal porque quisiera otra cosa. Quisiera que hubiera más ternura, más cariño. Siento como un estado de abandono.

T: Y esto, ¿cómo lo está afectando en su vida actual?

J: Siento la tremenda necesidad de acariciar y de dar cariño porque no lo recibí en ese momento.

T: Avance al sexto mes.

J: Lo mismo. Todo sigue igual.

T: Avance al séptimo mes.

J: Mamá está resignada. Tiene que aceptar lo que Dios manda. Se sigue acariciando la panza.

T: ¿Qué siente usted en esos momentos?

J: Siento pena. Ella quiere a todos sus hijos, pero hubiese preferido no tener tantos.

T: Avance un poco más y vaya al octavo mes.

J: Afuera todo sigue igual.

T: Avance al noveno mes.

J: Todos siguen indiferentes esperando que yo nazca. Es corno si les diera igual.

T: ¿Cómo está su mamá?

J: Mi madre se está preparando para el parto. Mi padre se acerca y algunos de mis hermanos también.

T: ¿Y usted qué siente?

J: Yo también siento indiferencia. Me da lo mismo. Tengo que salir porque tengo que venir.

T: Y hasta aquí, ¿cuál fue el momento más difícil de su vida fetal?

J: Los primeros meses.

T: ¿Cuál fue la sensación dominante en esos meses?

J: La resistencia a crecer por no haber sido concebido con amor.

T: ¿Y de qué manera se relaciona esto con sus problemas afectivos en su vida actual?

J: Es como no encontrar a quién dar lo que mis padres no me dieron. Creo que no hubo amor en el momento de mi gestación. Eso me dejó marcado como una resistencia a sentir o a amar aunque es algo que lo deseo mucho. Creo que me pasan estas cosas por lo que viví en esos momentos. (Aquí está resumido todo el problema de Jorge.)

T: Muy bien. Cuento hasta tres y vaya al momento de su nacimiento. Uno... dos... tres.

J: Vengo al mundo con indiferencia. Siento murmullos... es como si mis hermanos estuvieran alrededor de mí.

T: ¿Qué experimenta en esos momentos?

J: Siento bronca porque no se acercaron a darle cariño a mi madre.

T: ¿Cómo está su mamá?

J: Mi mamá está en actitud pasiva. Ya está.

T: ¿Y su papá?

J: Mi papá vino, me vio y se fue. Estoy solo. Mis hermanos se retiran y me dejan solo con mi madre.

T: ¿Qué siente cuando pasa todo esto?

J: Siento bronca. Siento que me están abandonando. Cada uno vuelve a sus tareas.

T: ¿Qué piensa en esos momentos?

J: Es como que quisiera entrar de vuelta en el vientre de mi mamá.

T: ¿Y cuál fue el momento más difícil de su nacimiento?

J: Cuando mis hermanos y mis padres se alejaron.

T: ¿Qué experimenta en esos momentos?

J: Tristeza por la carencia y por la indiferencia.

T: Y todas estas sensaciones, ¿cómo lo están afectando en su vida actual?

J: No sé dar afecto. No me enseñaron a darlo y hoy no puedo conseguir lo que tanto deseo.

Para comenzar, un detalle muy importante que nos revela Jorge Juan. En el acto sexual en el que se produce la concepción hay un espectador invisible que está esperando el momento propicio para tomar su lugar. No hay que cohibirse por su presencia ya que hasta es posible que él mismo estimule a sus futuros padres a que cumplan con su parte del trabajo. Pero es necesario tomar conciencia de esta presencia invisible porque ya ahí comienzan a generarse sensaciones e impresiones que se sumarán a las que ya trae el recién llegado. Lo que perturba al ser que va a encarnar no es el acto sexual de sus padres, sino la falta de amor entre ellos. Es una cuestión vibratoria. El amor protege y brinda confianza y seguridad. La indiferencia genera incertidumbre. No es lo mismo llegar a una fiesta con bombos y platillos y fuegos artificiales que entrar en una prisión lúgubre y oscura.

De entrada nomás Jorge comprueba que el asunto no viene bien y ya se instala la resistencia a nacer por no haber sido concebido con amor. Aparecen las reacciones más comunes de este período: la indiferencia, el abandono, la bronca, el rechazo y la incertidumbre. Con esto sólo una persona ya tiene bastante para vivir una vida afectivamente insatisfactoria. Vean el resultado de la indiferencia: “Me da lo mismo nacer que no nacer”. Trasladen esto a cualquier situación o proyecto de la vida adulta y verán que muchas personas se encuentran repitiendo más o menos lo mismo. “Me da lo mismo esto que aquello, que me quieran que no me quieran, vivir que morir.” Jorge avanza aún más cuando dice: “Quisiera entrar de vuelta en el vientre de mi madre”. A cada deseo o afirmación expresado en la vida fetal o en el nacimiento le encontraremos una conducta correspondiente en la vida adulta. Tengan presente este concepto a lo largo de todas las historias, para reflexionar y sacar sus propias conclusiones.

Imagino que se habrán dado cuenta de que el germen de todos los problemas afectivos de Jorge Juan está presente en su vida intrauterina. Jorge describe la situación típica por la que atraviesa el carenciado afectivamente: “No encontrar a quién dar lo que mis padres no me dieron”. Allí está la búsqueda permanente de la pareja ideal. Nadie podrá jamás llenar ese vacío afectivo porque es imposible reingresar en el vientre materno aunque eso era lo que deseaba Jorge, pero el origen está allí, en el estadio fetal y su causa es muy precisa: la tristeza por la carencia afectiva primordial y la indiferencia.

Adentrémonos un poco más ahora en la vida fetal.

La vida antes de nacer

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